Si Cuba no es un estado fallido, se parece bastante

Martes de Dimas 

El canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, en su comparecencia ante el Cuerpo Diplomático acreditado en Cuba, el pasado miércoles 10 de noviembre, en sus esfuerzos contantes por Culpar al vecino del Norte de la crítica situación del país, entre otras cosas dijo que: el libreto que sigue el Gobierno de Estados Unidos es el de tratar de mostrar a Cuba como un Estado fallido.

Son varios los factores que definen a un Estado fallido, pero elementos tienen un peso tal, que son suficientes para ubicar a cualquier país en esa categoría. Me refiero a los efectos derivados de una economía incapaz de satisfacer las necesidades más elementales d un pueblo.

El 19 de febrero de 1959, seis días después que el líder de la revolución asumió el cargo de Primer Ministro, anunció un programa de gobierno que: “aumentaría notablemente la producción agrícola, se duplicaría la capacidad de consumo de la población campesina y Cuba borraría su pavorosa cifra de desempleo crónico, logrando para el pueblo un nivel de vida superior al de cualquier otra nación”. Para lograrlo se expropiaron las empresas extranjeras y las cubanas. Transcurridos tres años, en marzo de 1962, la ineficiencia resultante obligó implantarla libreta de racionamiento.

En marzo de 1968, con la llamada “Ofensiva Revolucionaria, la estatización alcanzó las de 55 mil micros y pequeñas empresas que habían sobrevivido; lo cual agudizó la ineficiencia en la producción y los servicios; situación que empeoró con el intento de producir 10 millones de toneladas de azúcar en 1970, que dislocó toda la economía, sin lograr el resultado esperado. La promesa de febrero de 1959 continuó en lista de espera.

Las decenas de millones de dólares con las que durante 30 años la Unión Soviética subvencionó la ineficiente economía cubana –tres veces más de lo que recibió toda América Latina de la Alianza para el Progreso y otros tantos millones prestados por el Club de París y alguno países capitalistas, cayeron en saco roto.

Las reformas introducidas después de la implosión del socialismo en Europa Oriental y a partir del año 2008, no lograron reanimar la eficiencia productiva. Hoy, a 62 años después de la promesa de aquel febrero de 1959, renglones económicos en los que Cuba se había destacado hasta 1958, retrocedieron a límites impensables:

La producción de azúcar disminuyó progresivamente hastaigualar las cifras producidas en la época de la colonia. El café descendió de 60 mil a 6 105 toneladas entre 1960 y -2014; una cifra insuficiente para cubrir la demanda, lo que obligó a comprar café en el mercado exterior para completar el consumo nacional. Las medidas tomadas para producir 24 000 toneladas de café en el año 2020, no resultaron.

La producción de carne, leche y derivados del ganado vacuno descendió al punto que desaparecieron de la dieta de los cubanos; mientras la disminuida oferta de carne cerdo y sus derivados elevó los precios hasta tornarse por su elevado precio resultado de la espiral inflacionaria.

El déficit habitacional, que según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, hasta 1959 era de más de 700 mil casas, se intentó resolver con la “batalla por la vivienda”. El primer plan de 1959 a 1970, de 32 milviviendas anuales, promedió sólo unas 11 mil. El segundo plan de 1971 a 1980, de 38 mil viviendas anuales, el promedio anual fue inferior a las 17 mil. Y en 1980, con una población superior a los 10 millones de habitantes, se planificó construir hasta 100 mil anuales; pero no rebasó las 40 mil. En el año 2005 se anunció que se iban a “construir y terminar no menos de 100 mil viviendas nuevas por año a partir del 2006”. Este segundo plan de cien mil corrió la misma suerte de los anteriores. En el 2008, se construyeron cerca de 45 mil. En 2009 la cifra descendió hasta unas 34 mil. En 2013 quedó por debajo de 26 mil viviendas. En 2015 se terminaron unas 30 mil y para el 2016, según el informe presentado por Marino Murillo, en diciembre de 2015, se preveía concluir el año con 27 480 viviendas. En lugar de su solución el déficit habitacional se ha agudizado.

Hasta 1958 Cuba se caracterizó por la inmigración. Entre 1959 y 1965 la fuga de cubanos, por vías legales e ilegales, generó la primera gran ola migratoria por el puerto matancero de Camarioca. Cuando los viajes por mar se interrumpieron, los miles de cubanos pendientes por salir, lo hicieron mediante los llamados “vuelos de la amistad”, fletados por Estados Unidos desde el aeropuerto de Varadero. En abril de 1973, al concluir el puente aéreo, 260 mil cubanos habían abandonado el país. En 1980, en una segunda oleada masiva, emigraron otros 125 000 cubanos por el puerto de Mariel. En agosto de 1994, miles de habaneros escenificaron el llamado “Maleconazo”, dando lugar a una tercera ola migratoria que lanzó fuera de la Isla aproximadamente 33 000. En los últimos años, através de los países centroamericanos, de Rusia y de cualquier país que no exija visa de entrada, otros miles de cubanos, a pesar de los grandes riesgos que enfrentan, continúan abandonando Cuba. Esa estampida comenzó antes de que Estados Unidos promulgara “Ley de Ajuste Cubano”; la política de “pies secos pies mojados” y el programa de parole para médicos cubanos. Si esas oleadas ocurrieron antes y después de esas medidas, significa que las principales causas están en otra parte.

Como colofón, según el propio Gobierno, en 2021 más de 500 empresas estatales arrojan pérdidas; los cubanos pasan la mayor parte del tiempo aglomerados en interminables colas para adquirir, a precios elevadísimos productos básicos como alimentos, aseo y medicinas; se presentan dificultades para garantizar la leche normada para los menores de siete años; la mayoría de la familias, al reiniciarse el curso escolar no pueden comprar un par de zapatos nuevos a sus hijos para asistir a la escuela; y en medio de la pandemia, países que ante de 1959, en la mayoría de los renglones estaban por debajo de Cuba, han donado ayuda humanitaria para palear nuestra crisis.

Las contradicciones debido a la falta de libertades, quedurante décadas arrojó a la cárcel y al exilio a miles de cubanos, han resurgido en las nuevas generaciones con mayor fuerza en la época de las nuevas tecnologías de la información y de las redes sociales. Esas generaciones han ido, gradualmente, tomando conciencia de la imposibilidad de seguir viviendo como hasta ahora. De las manifestaciones de protestas por cosas puntuales, se produjo un salto cualitativo con el reclamo de libertades para participar en los destinos de la nación. El Movimiento San Isidro, la concentración frente al Ministerio de Culturay lo que está ocurriendo ahora mismo con el llamamiento de la Plataforma Archipiélago para la marcha pacífica convocada para el 15 de noviembre, confirma una conducta cívica, en espiral, que reclama cambios profundos.

La causa de la promesa incumplida: la incapacidad del modelo implantado y la falta de voluntad política para sustituirlo, lo que explica que los cubanos, que en su gran mayoría apoyaron el proceso revolucionario en sus inicios, hoy reclaman cambios; para salvar la nación, lo que resulta imposible conservando un modelo, que por su naturaleza, es irreformable y por tanto, insalvable. Ese resultado, tétrico y real, no tiene otro nombre que el de Estado fallido. Y si no lo fuera, se parece bastante.

La Habana, 15 de noviembre de 2021

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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