El “poder popular”: base del socialismo o causa del fracaso

Martes de Dimas 

En la clausura de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), el pasado 28 de octubre, el presidente Miguel Díaz-Canel, en sus reflexiones teóricas dijo, enfáticamente, que: “El Poder Popular, con mayúsculas, genuino, innovador… constituye el fundamento y esencia del sistema político cubano”.

Cuatro días antes, al clausurar el II Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), planteó que la “La respuesta en Cuba fue diseñada por el máximo líder de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe, y es el poder popular que es intransferible, que tiene sustento en la soberanía popular y que se articula en la estructura estatal a través de órganos con diferentes funciones”. Lo que omitió fue que el propio Fidel Castro, “durante el juicio por el asalto al cuartel Moncada, expresó: “… Es un principio elemental de derecho público que no existe la constitucionalidad allí donde el Poder Constituyente y el Poder Legislativo residen en el mismo organismo…”

Anteriormente, el 30 de septiembre de 2021, al dirigirse a los delegados municipales del poder popular, el Presidente adelantó su concepto de soberanía: “En Cuba se trabaja con la unidad de poderes a través de órganos que tienen funciones diferentes, porque el concepto de poder que se usa aquí en Cuba, en la revolución cubana, es el concepto de poder popular, que está subordinado o se construye ¿con qué?, con el concepto de soberanía popular”

Si el poder popular radica en el pueblo y éste es el soberano, entonces el pueblo tiene que gozar de potestad para hacer uso de tres principios básicos: el derecho de elección periódica y libre de los gobernantes, la separación de los poderes públicos y la existencia del derecho de asociación, como base de la sociedad civil.

Esos principios estuvieron refrendados en la Constitución de 1901 primero y en la de 1940 después. En esta última, en su segundo artículo reza: “La soberanía reside en el pueblo y de éste último dimanan todos los poderes públicos”.

Las luchas sindicales, estudiantiles y políticas desde esa fecha hasta 1958 se fundamentaron con ese artículo hasta 1950, cuando esa carta Magna fue sustituida, sin medir ninguna consulta popular, por la Ley Fundamental del Estado Cubano.

En el concepto de soberanía del Presidente, la separación e independencias de los poderes públicos, que constituyen una condición vital para la existencia de cualquier democracia, desaparecen en un juego de palabras para fusionarse con la soberanía popular.

Según la Ley Electoral vigente los cubanos mayores de 16 años de edad, mediante el voto libre, igual y secreto, pueden elegir o ser elegido para integrar las asambleas del Poder Popular a los diferentes niveles y ocupar los cargos de Presidente, Vicepresidente y Secretario de dichas asambleas, así como integrar el Consejo de Estado.

En la práctica, salvo los delegados de circunscripción, el resto lo seleccionan las Comisiones de Candidatura(conformadas por los presidentes de las llamadas organizaciones de masas, subordinadas al Partido-Estado-Gobierno) y no por el pueblo en las urnas. Estas Comisiones tienen la potestad de incluir en las nóminas un 50% del total de los candidatos, aunque no hayan sido electos por el voto secreto y directo en las circunscripciones. Ese modelo, donde los delegados no tienen compromisos con sus electores, explica la apatía del pueblo, que en lucha por la sobrevivencia, sabe que las rendiciones de cuentas no influyen en la mejoría de sus vidas.

La inasistencia creciente de los cubanos a las asambleas de rendición de cuentas no es nada novedoso. En las sesiones de la ANPP, previas al IV Período Ordinario de Sesiones de ese órgano en diciembre de 2014, evidenció el fracaso del sistema político cubano que el Presidente califica de genuino e innovador. En esa oportunidad se reconoció que “más de 600 asambleas se llevaron a cabo con menos de la mitad de los electores presentes”. ¿La causa? Los delegados del Poder Popular de las circunscripciones (los únicos que son elegidos directamente), como los del resto de la estructura, hasta la Asamblea Nacional, no cuentan con un programa de compromiso con sus electores. Su programa es el del Partido-Gobierno.

Las Comisiones de Candidatura (conformadas por los presidentes de las llamadas organizaciones de masas, subordinadas al Partido) y seleccionados por la Comisión Electoral Nacional. Esta última con la potestad de incluir en ellas un 50% del total de los candidatos, aunque no hayan sido electos por el voto secreto y directo en las circunscripciones. Ese modelo, donde los delegados no tienen compromiso con sus electores, explica la apatía cada vez más generalizada de hombres y mujeres inmersos en la lucha por la sobrevivencia, para los cuales las rendiciones de cuentas no influyen en la mejoría de sus vidas.

Si el Presidente ni los órganos de la estructura del poder son elegidos directamente por el pueblo y están subordinados a la ANPP y ésta al Partido Comunista, entonces la soberanía popular en Cuba es una falacia.

La prueba irrebatible de la inexistencia de soberanía popular en Cuba es que en las últimas seis décadas, a pesar de la carencias, no se produjo una sola manifestación del pueblo de forma independiente. Cuando ocurrió, de forma masiva, la del 11-J de julio, el Presidente llamó a los comunistas y revolucionarios a enfrentarla. Y ahora, ante la manifestación anunciada para el 15 de noviembre, la decisión gubernamental es no permitirla, a pesar de estar reconocido ese derecho en el artículo 56 de la Constitución.

De acuerdo al filósofo y político liberal, Juan Jacobo Rousseau, la soberanía es el ejercicio de la voluntad general. El soberano es el pueblo, quien delega el poder en sus representantes, pero no delega la voluntad. Ese poder delegado, pero dirigido por la voluntad general toma el nombre de soberanía, la que convierte a los contratantes en una persona pública que toma el nombre de República o Cuerpo Político. Por tanto la soberanía reside en el pueblo, quien designa un gobierno para la ejecución de esa voluntad general. En fin, que el pueblo cubano es cualquier cosa menos soberano.

Por todo lo anterior, si el Poder Popular constituye el fundamento y esencia del sistema político cubano, como expresara el Presidente el pasado 28 de octubre, entonces queda claro donde verdaderamente radica el poder y el por qué la inviabilidad y el fracaso de dicho modelo.

La Habana. 1 de noviembre de 2021


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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