Martes de Dimas
En la última semana del mes agosto, en varios de los encuentros que el presidente cubano Miguel Díaz-Canel está sosteniendo con diversos grupos de seguidores, ha reiterado la necesidad defender las ideas. En uno de ellos le escuché decir: “Esto es una batalla de ideas”.
Se trata de un término surgido al calor del litigio por la potestad del niño Elián González Brotons, cuya madremurió ahogada en 199 al naufragar el bote en que huía de Cuba con su hijo. En lugar de una solución apegada al derecho, la cuestión se utilizó para fines políticos. Cuba desató una campaña de marchas combatientes, “debates televisivos”, consignas y actos públicos en todo el país, que ocuparon los principales espacios informativos para mantener a la población en estado político-movilizativo permanente.
Veintidós años después de aquel suceso, retomar el inadecuado término “batalla de Ideas”, de origen militar, que designa el combate entre dos ejércitos, para reemplazar el debate, cuyas premisas—coexistencia, libertad de expresión, igualdad de oportunidades y respeto al diferente—, son contrarias a la guerra e inexistentes en Cuba.
El empleo del término, aunque inadecuado, carece de novedad. Sus antecedentes están en las “batallas“ libradas contra el analfabetismo, el dengue, las conductas delictivas, por el sexto y el noveno grado, la universalización de la enseñanza y la zafra de los diezmillones de toneladas de azúcar, por solo citar siete de ellas; pero donde su empleo ha sido más reiterado es en la educación.
La relación de la batalla de ideas con la educación consiste en que esta última, nutre a la persona con una formación integral, mientras la instrucción, que es uno de sus componentes, se emplea para capacitar o adiestrar en un tipo específico de labor. Cuando la educación se subordina a una ideología, la instrucción deviene mecanismo de adoctrinamiento, que es como se ha usado después de 1959.
Una vez desmontada la institucionalidad existente, eladoctrinamiento ideológico iniciado en 1961 con las Escuelas de Instrucción Revolucionaria, se extendió a todo el sistema educativo -basado en la concepción marxista-leninista y en los principios ideológicos y morales del comunismo– el terreno quedó listo para la conversión del ciudadano en masa y el control total sobre la sociedad. A pesar de ello, la pérdida de las subvenciones soviéticas, en ausencia de una economía doméstica eficiente, provocó un drástico retroceso: las cifras de graduados universitarios y de nivel tecnológico se contrajeron, el empeoramiento de las condiciones de estudio y trabajo en los internados rurales provocaron la deserción de grandes masas de estudiantes y profesores, y decenas de escuelas construidas en el campo tuvieron que ser abandonadas.
El escenario caracterizado por la desesperanza, la falta de libertades y la influencia de la Perestroika soviética, debilitó las bases de apoyo al gobierno. En ese contexto, en 1999, el adoctrinamiento se utilizó para tratar de recuperar el espacio perdido, para lo cual era necesario convertir la ideología en un tipo de religión sin contenido espiritual, como mecanismo de dominación.
La “teoría” acerca de la batalla de ideas fueron delineadas en el discurso de Fidel Castro el 5 de diciembre de 2004 en el VIII Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas(UJC). En esa ocasión, citando discursos anteriores, dijo:
– “Hay que trabajar con los ciudadanos en concreto, uno a uno; no es solo el trabajo a través de la prensa y de la televisión, o de las conferencias, o de los mítines políticos. El trabajo de convencer y persuadir a los seres humanos uno por uno es histórico. Las religiones se crearon de esa forma y han durado miles de años“.
– “Hay que reunirse, en medio de la batalla, con la tropa elite para debatir, analizar, profundizar, trazar planes, estrategias, abordar temas y elaborar ideas, como cuando se reúne el estado mayor de un ejército… Tenemos que pertrechar de ideas a nuestros cuadros, para que ellos, a su vez, las vayan transmitiendo a toda la juventud y a todo el pueblo… Vuelvo a asociar la idea de esta lucha a una gran batalla que libra un ejército de vanguardia, una tropa elite de la Revolución. Ubico en primer lugar la Revolución y el Partido, que son al fin y al cabo la misma cosa“.
El propósito consistía en pertrechar de la ideología a los cuadros y convertirlos en un ejército encabezado por el Partido Comunista para librar una gran batalla: adoctrinar a la juventud y a todo el pueblo. Por supuesto, esas ideas, impuestas mediante una batalla, se limitaban a la ideología comunista, la cual, según sus planes, constituiría la base del triunfo a nivel mundial. Es decir, la nueva religión no se limitaría a los nacionales, sino que se extendería por todo el planeta.
Para ejecutar la batalla se formaron miles de maestros “emergentes”; se mejoró la alimentación en las escuelas; en las escuelas secundarias básicas se nombró un profesor general integral para cada quince alumnos, que impartía todas las materias excepto Inglés y Educación Física; se creó un contingente de jóvenes graduados como Trabajadores Sociales; se inauguraron miles de salas de televisión; los Joven Club formaron decenas de miles de técnicos de computación; se adquirieron dos modernas imprentas; se construyeron o ampliaron miles de obras de educación, salud e instituciones culturales; se compró un millón de televisores a China; se crearon dos nuevos canales educativos; unos diez millones novecientos mil cubanos participaron en las 161 Tribunas Abiertas y otro tanto en las dieciocho Marchas efectuadas; se realizaron mil treinta mesas redondas y se creó el súper ministerio de la Batalla de Ideas. Todo eso sin economía propia para sustentarlo.
La batalla de ideas reforzó la pérdida de la condición de ciudadano y su conversión en masa, caracterizada por la fidelidad y subordinación a la elite gobernante.
La imposición de la ideología contenida esencialmente en el Discurso de clausura del VIII Congreso de la UJC, estáen la raíz del daño antropológico causado por el retroceso material y espiritual que sufre la sociedad cubana desdelas últimas seis décadas. Mientras, las manifestaciones masivas de decenas de miles de cubanos el 11 de julio a lo largo del país, demuestran la imposibilidad de someter la conciencia, aunque la ideología se convierta en religión secular.
Retomar ese concepto fallido, en medio de una crisis aún más profunda, sin acometer las transformaciones estructurales que la realidad cubana demanda, lo único que demuestra es que la nueva versión de la batalla de ideas, no es, sino, el apego a un pasado fracasado, que el mismo presidente, sin proponérselo, define como continuidad.
La Habana, 6 de septiembre de 2001
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).