Males endémicos y responsabilidad cívica

Yoandy Izquierdo Toledo

Jueves de Yoandy

Todas las acciones libres tienen un límite muy preciso en el punto donde inicia la libertad del otro. Esa fina línea se olvida con frecuencia, y en nombre de la libertad se irrespetan los espacios del prójimo, se coartan sus opiniones y se minimiza el valor de las otras propuestas que no son propias.

Los cubanos vivimos en estos tiempos una etapa de experimentación social sostenida. Algunas de las medidas que el gobierno ha aplicado (porque ni siquiera podemos decir propuesto) desde arriba, con la verticalidad que le caracteriza, han exacerbado el descontento, la zozobra y hasta la decepción para aquellos que aún confían en las bondades del sistema económico, político y social cubano. He escuchado recurrentemente el símil con los ratones de laboratorio; pero me atrevo a decir que ni siquiera esa comparación alcanza para describir el estado de indefensión y la capacidad de prueba a la que somos sometidos los ciudadanos de a pie en Cuba. Para quienes conocen sobre la experimentación en animales, y para quienes no, tampoco es muy difícil darse cuenta de que hasta los animales de laboratorio necesitan condiciones controladas de alimentación, oxígeno, iluminación y otros factores, si se quiere que el ensayo realizado tenga validez. Esos tres factores pueden ser extrapolados a la dinámica social, y valorados como críticos en nuestra sociedad: la alimentación que se convierte en un una batalla griega para llevar algo a la mesa todos los días para todos los miembros del hogar; el oxígeno que parece enrarecido en una atmósfera cargada de negatividad y falta de libertad, lo más parecido a la sensación de asfixia; y la iluminación en sentido figurado cuando no vemos luz al final del túnel y no amanece después de esta larga noche oscura, o en sentido estricto cuando revivimos los apagones denominados por estos tiempos “fallos en la generación” o “déficit energético”.

En medio de esta vorágine que encuentra justificantes en la pandemia del Coronavirus, en la temporada ciclónica o en el embargo de Estados Unidos, se ha hecho más crítico un fenómeno enmarcado dentro del derecho a la libertad personal, y es el respeto al tiempo y ritmos de los demás. Por solo poner dos ejemplos:

1. Los pinareños, que hemos vivido con rigor las restricciones en esta etapa de pandemia, conocemos bien que la puntualidad no es una virtud de muchos de los funcionarios o “cuadros” que nos han enviado a los barrios para distribuir la tarjeta que establece quién se puede mover y quién no, para “Compras y Gestiones” solamente. Las largas filas en los portales, aceras y alrededores de los sitios designados para la entrega propician la aglomeración, y hacen perder el preciado tiempo del que disponemos. Más aún cuando se traza un plan que no se cumple -como tantos- porque se previó comenzar a las ocho de la mañana y pasadas las nueve los ciudadanos convocados se preguntan qué habrá pasado. Luego llega el “cuadro”, que estaba reunido, y voz en cuello, sin ofrecer disculpas o dar una explicación convincente, grita a todos para llamar al orden, del desorden que ha provocado inicialmente su ausencia e impuntualidad. Fijémonos que no hablamos ya del maquiavélico “Permiso de movilidad” que, como parece ser imposible de anular, debería ser analizado caso a caso para ser justos, sino de que ni para eso, para regular, restringir y cerrar, nuestros funcionarios pueden ser eficientes. Supuestamente desde el pasado lunes entró en vigor está medida. Todavía hoy jueves hay ciudadanos que no han recibido su nueva tarjeta para la movilidad.

2. Han sido anunciadas varias fechas para iniciar la intervención sanitaria en Pinar del Río. Responden a la conocida dinámica del “ya, pero todavía no”. Los sitios seleccionados para vacunatorios fueron “embellecidos”, las pancartas hechas a mano, por los miembros más entusiastas del CDR donde están enclavados van perdiendo el color en la medida en que pasan los días, y se ha anunciado, finalmente, que se iniciará “la última decena del mes de julio”. Esperemos que esta vez sea una información válida.

No es muy profesional convocar para una hora y llegar a otra. No es muy profesional anunciar un cronograma y no cumplir ni siquiera con el punto de partida. No es profesional incumplir con la palabra empeñada. Esto tan solo por hablar desde el punto de vista de la profesionalidad, porque cuando se trata de decisiones de gobierno, gestión pública, políticas de Estado, podríamos hablar de calidad de la gestión, experticia política, capacidad de liderazgo, que son palabras mayores.

No estoy muy seguro de que la mayoría de los ciudadanos pensamos así, aún cuando hayamos tenido que vivir estas y otras muchas y más fuertes vicisitudes. Pero sí estoy seguro de que los derechos ciudadanos, que llegan incluso hasta exigir respeto al tiempo de los demás y la emisión de información verídica, todos queremos que sean respetados. La pandemia del Coronavirus ha puesto en evidencia, en estos 16 meses, que además de este terrible virus, Cuba sufre el azote, por un tiempo más prolongado, de algunos males endémicos para el cuerpo social. El primer paso en el camino que conduce a su erradicación es, precisamente, estar conscientes de aquello que nos alertaba el Apóstol: “los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan”.


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.

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