Martes de Dimas
En el proceso judicial seguido contra los asaltantes del cuartel Moncada, Fidel Castro anunció las primeras leyes que entrarían en vigor después de tomar el poder. Una de ellas -explicó- sería una reforma integral de la enseñanza. En correspondencia con el carácter democrático del programa. Esta normativa promulgada el 26 de diciembre de 1959, que estableció y reguló los niveles de estudio del sistema nacional de educación y la obligatoriedad de la enseñanza hasta el sexto grado, no incluyó nada respecto a la prohibición de la enseñanza privada[1].
Dieciséis meses después, en medio de los ánimos exacerbados por las víctimas del bombardeo aéreo, el 16 de abril de 1961 -ante unos cuantos miles de habaneros- Se declaró el carácter socialista de la Revolución. Transcurridos menos de dos meses de esa declaración, el 6 de junio de 1961, el Consejo de Ministros promulgó la “Ley de Nacionalización General y Gratuita de la Enseñanza”[2]:piedra fundacional del totalitarismo cubano en la esfera de la educación.
En los por cuantos de dicha Ley se argumenta que la supresión de la educación privada y el traspaso de sus establecimientos y bienes a propiedad del Estado se realizan porque: la enseñanza debe estar orientada mediante la integración unitaria de un sistema educacional que responda cabalmente a las necesidades culturales, técnicas y sociales que impone el desarrollo de la Nación; en muchos centros de enseñanza se explotaba a los que en ellos trabajaban como maestros y empleados; esos centros privados, especialmente los operados por órdenes religiosas católicas, venían realizando una activa labor de propaganda contrarrevolucionaria; dichos centros favorecían la división de clases y fomentaban el privilegio; y la Revolución cubana estaba empeñada en poner todos los medios de la educación y la cultura al servicio de todos los niños y jóvenes cubanos sin distinción ni privilegio.
Seguidamente, en sus dos primeros artículos, la Ley declaró pública la función de la enseñanza gratuita, la exclusividad del Estado para ejercer dicha función y el derecho del Estado para adjudicarse la propiedad de los bienes y acciones que integraban los patrimonios de los citados centros. Es decir, con esta Ley se produjo un giro del programa democrático anunciado en el Moncada -por el que durante la clandestinidad y la lucha armada lucharon y murieron profesores y estudiantes en todo el país formados en las escuelas privadas- a una educación monopolizada por el Estado.
Para cambiar el pésimo estado de la educación en la colonia, en diciembre de 1899 el Gobierno de Ocupación Militar dispuso la orden No. 226 y designó al frente de la Secretaría de Instrucción Pública al más notable educador que ha producido Cuba, al Dr. Enrique José Varona[3], quien convencido de que nada será bueno ni perfecto mientras los hombres no sean buenos y perfectos[4], que el propósito y el deber de los profesores se concentran en la formación moral del hombre y que, para vivir de otro modo necesitamos aprender de otro modo[5], encabezó una reforma profunda.
“La enseñanza oficial -decía Varona- por amplia que sea, por mucho que se extienda, por bien que se organice, no debe estar sola. De todos los monopolios artificiales, ninguno es más pernicioso que el de la instrucción. Y el monopolio existe, ya pretenda ejercerlo un individuo, una clase, un organismo social, ya el gobierno en representación del Estado. Junto a la enseñanza oficial conviene que florezca la enseñanza privada… Por su parte la escuela oficial cumplidamente organizada, tiende a ser el modelo por el cual se constituyan las particulares, necesitadas de no quedarse atrás, para verse favorecidas por los padres de familia conservadores y vigilantes”[6].
La educación primaria contó con una legislación especial; la secundaria quedó subordinada a los Institutos públicos provinciales, de manera que los alumnos para continuar estudios tenían que someterse a examen ante Tribunal, de acuerdo al plan establecido para los centros oficiales.
En 1900 el censo de población arrojó que el 57% de la población mayor de diez años era analfabeta; en 1953 el analfabetismo en ese mismo rango de edad, se había reducido a un 23%; uno de los índices más bajos de este Hemisferio[7].
En la década de los 50 Cuba contaba con una enseñanza pública gratuita para todos los niveles y tipo de enseñanza[8]. En las tres universidades públicas la matricula anual costaba 60 pesos, cantidad que los alumnos podían abonar a plazos durante el transcurso del año. Los estudiantes de familia de bajos ingresos se les exonerara del pago de la matrícula previa presentación de una carta de solicitud, pues el 10% del total de alumnos matriculados eran gratis. Y la educación privada contaba con una matrícula de aproximadamente 90 000 alumnos, lo que aliviaba los gastos del Estado y facilitaba el tipo de educación que los padres deseaban para sus hijos[9].
Un ejemplo de la enseñanza privada fueron las Escuelas Pías, cuyo lema era “Piedad y Letras”. En ellas, como en el resto de los establecimientos docentes religiosos, se aplicaba el Programa Oficial de Enseñanza de la Secretaría de Instrucción; mientras a la enseñanza religiosa dedicaban dos horas semanales: en la primaria al catecismo y en la secundaria, comercio y bachillerato a la teología. Se enseñaba y respetaba la historia nacional, lo que permitía la formación de ciudadanos comprometidos con su nación, no con una ideología, un gobierno o un partido político. Rastreados los graduados de esta institución encontramos figuras claves de la ciencia, la educación, la política y la cultura cubanas, como el caso del economista, Dr. Carmelo Mesa Lago, graduado de Bachiller en el curso 1950-1951 en la Escuela Pía del municipio Diez de Octubre y actualmente destacado catedrático de la Universidad de Pittsburg, Estados Unidos.
El resultado
En ausencia de una economía propia y eficiente, gracias a las subvenciones soviéticas, la educación estatizada posibilitó elevadas cifras de graduados universitarios y de nivel tecnológico; pero con la desaparición de los subsidios sufrió un retroceso. Las condiciones de estudio y trabajo en los internados rurales se deprimieron, se produjo una deserción de grandes masas de estudiantes y miles de profesores emigraron hacia otras ocupaciones más rentables; mientras decenas de escuelas construidas en el campo fueron abandonadas. Así terminó el experimento voluntarista que se propuso hacer de Cuba “el país más culto del planeta”[10].
La extensión de la enseñanza gratuita y obligatoria hasta el noveno grado y hasta las zonas más apartadas del país, no requería la eliminación de la escuela privada, sino más bien su existencia como complemento de la pública.
El fallido propósito de formar al llamado Hombre Nuevo, para lo cual el Estado sustituyó el papel de los padres, asestó un duro golpe a la familia como núcleo básico de la sociedad. A ello se unió la ideologización, el ingreso forzoso a centros internados y la obligada adhesión a las ideas comunistas, una de cuyas manifestaciones ha sido, hasta hoy la exclusión de una parte de los cubanos con el lema de la Universidad para los revolucionarios.
- Con el efecto negativo de la Ley de Nacionalización General y Gratuita de la Enseñanza el propósito de formar, educar e instruir desde la ética y no al servicio de un poder, de una ideología o de un partido, en Cuba continúa siendo una asignatura pendiente.
La Habana, 10 de mayo de 2021
[1] Castro, Fiel. “La historia me absolverá”, edición anotada. La Habana, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2008, pp. 53 y 171
[2] Bell, José, Delia Luisa López y Tania Caram. “Documentos de la Revolución Cubana 1961”. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2008. pp.145-147.
[3] Enrique José Varona (1849-1933), filósofo, poeta, escritor y periodista. Ingresó al Partido Liberal en 1878 del cual fue redactor de su órgano oficial. Se incorporó al independentismo y asumió la dirección del periódico Patria en 1895. Entre 1899 y 1900 ocupó las secretarías de Hacienda e Instrucción Pública. Militó en el Partido Moderado y en el Partido Conservador. En 1913 fue electo Vicepresidente de la República y en 1927 se pronunció contra la Prórroga de poderes de Gerardo Machado.
[4]Entralgo, Elías, Medardo Vitier y Roberto Agramonte. Enrique José Varona: Su vida, su obra y su influencia. Habana, Cultural S.A., 1937, p.245
[5] Meza, Josefina y Pedro Pablo Rodríguez. “Enrique José Varona. política y sociedad”. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1999, p. 209
[6] Aguayo, Alfredo M. “La Pedagogía del Doctor Varona”. Revista Universidad de La Habana. No. 2, marzo abril de 1934, p. 80.
[7] Datos tomados del capítulo Economía, de Oscar Espinosa Chepe.
[8] Arencibia Cardoso, Pablo. Una primera aproximación a la República (1902-1958): En Vitral Mayo-junio. Año IX. No. 49, 2002,p. 8
[9] Ibídem, pp. 8-9
[10] Celaya, Miriam en “Cuba”. Latin American in Focus”, California, ABC- Clio, 2013, pp.238-241.
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).