Discernir la propia vocación en Cuba es un serio problema. Nos enfrentamos a numerosas dificultades que entorpecen este proceso de toma de decisiones, que no son momentáneas, sino que tienen un significado y una trascendencia que marcarán toda nuestra vida. Algunas de las razones que entorpecen esta definición esencial sobre nuestro desempeño en este mundo son:
- No sabemos muy bien qué es vocación y no nos conocemos a nosotros mismos para identificar talentos y carismas, fortalezas y debilidades.
- No recibimos suficiente información y orientación vocacional, ni por parte de los sistemas de enseñanza, ni desde la familia, que nos ayude a discernir qué proyecto de vida engrana mejor con esas capacidades y dones que hemos recibido.
- No hay suficientes oportunidades, condiciones familiares y económicas, ni carreras universitarias, o acompañamiento, que permitan escoger y desarrollar libremente la vocación identificada.
Lo primero siempre es saber que cuando hablamos de vocación no nos referimos solo a lo que nos gusta, o lo que nos da más dinero, o lo que escogieron nuestros padres o amigos. Tampoco es adaptarse a la carrera que vino o la que me tocó. Conozco personas que no pudieron elegir libremente la carrera universitaria que correspondía con su vocación, porque serían humanidades o ciencias sociales y no eran permitidas para los que tenían creencias religiosas. Y también conozco personas que pudieron estudiar lo que quisieron, y luego no pudieron ejercer la profesión por pensar con cabeza propia y hacer uso de las libertades más intrínsecas de la persona humana.
Vocación es la “llamada” que nos hacen nuestros talentos, inclinaciones auténticas, carismas o dones culturales o artísticos que hemos recibido como en semillas, y que debemos cultivar. Vocación es la feliz combinación de un desarrollo personal pleno y un cultivo de capacidades para un servicio social. Vocación es la fuente y la inspiración del estado de vida y la profesión libremente escogidas. Vocación es la mayor mística para la entrega a los demás. Quien sirve con vocación, goza con su entrega. Disfruta sirviendo. Produce buen ambiente y creatividad a su alrededor. Irradia satisfacción y proactividad no solo en su espacio propio, sino en todo lo que emprende. Crece como persona y es feliz ayudando a que los demás se desarrollen a su lado. Responder a la vocación personal contribuye a luchar y alcanzar grados de felicidad y plenitud. La vocación realizada y fecunda da sentido a nuestra vida.
Después de considerar lo que verdaderamente puede ser la vocación, nos surgen muchas preguntas sobre el segundo y tercer puntos mencionados al principio:
– ¿Recibimos en Cuba información y orientación vocacional libre, plural y suficiente?
– ¿Están preparadas nuestras familias cubanas para ofrecer a sus hijos esa información y orientación sin imponer ni ignorar este problema, sino inspirando y acompañando a sus hijos?
– ¿Ofrece la sociedad cubana actual las oportunidades y condiciones económicas para desarrollar la vocación al matrimonio, a la vida religiosa o sacerdotal; y ofrece las carreras universitarias y condiciones necesarias para las vocaciones libremente escogidas por sus ciudadanos?
– ¿Tienen nuestras familias, nuestras iglesias, escuelas y universidades el nivel moral, cívico, económico, académico y espiritual necesarios para que los jóvenes cubanos podamos elegir nuestra vocación, prepararnos para ella y encontrar las condiciones y oportunidades para ser útiles en nuestra sociedad, al mismo tiempo de sentirnos realizados y satisfechos?
– ¿La educación gratuita solamente garantiza la elección y realización de una vocación de calidad?
Cuba necesita que las respuestas a estas preguntas sean positivas y crecientes. Cuba necesita dejar de “producir” profesionales para “formar” profesionales de acuerdo a los carismas individuales. Cuba necesita separar la vocación verdadera de todo tipo de ideología, programa priorizado, o necesidad de la Revolución. Cuba necesita comprender que emplear tiempo y recursos en fomentar el talento humano sí debe ser una tarea de primer orden. La vocación, -como dijera Nietzsche- es la espina dorsal de la vida. Cultivémosla, pues, y que cuerpo y alma, cerebro y corazón, vayan de la mano para ser mejores personas cada día y responder a la misión para la que hemos sido encomendados en esta tierra.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.