La ocupación norteamericana: sus dos caras

Martes de Dimas

En Cuba las contradicciones entre colonia y metrópoli, peninsulares y criollos, y amos y esclavos, generaron varias corrientes de pensamiento. Una de ellas, la independentista, debutó en las primeras décadas del siglo XIX y culminó en 1898 con la ocupación norteamericana en un contexto de forcejeo geopolítico entre las potencias de la época.

La penetración

El presidente norteamericano, Tomas Jefferson, notificó a Inglaterra en 1805 que en caso de guerra con España, Estados Unidos se apoderaría de Cuba por necesidades estratégicas. Esa notificación tomó cuerpo en 1823 con la política de la fruta madura: “América para los americanos” y con la doctrina Monroe, que consideraba a la isla de Cuba de trascendental importancia para sus intereses políticos y comerciales.

En ese momento, las inversiones norteamericanas, la concentración de la propiedad agraria y la introducción de maquinaria moderna, hicieron que Cuba fuera el primer país en el mundo en producir 1 millón de toneladas de azúcar y exportar más del 80%hacia Estados Unidos, lo que le permitió a este país imponerle a España la firma del tratado de reciprocidad comercial de 1891, conocido como el Bill Mc Kinley, con lo cual se estableció la libre entrada de azúcar a ese país, con lo cual Cuba pasó a depender económicamente del vecino del Norte.

Respecto a la Guerra de Independencia, en Estados Unidos actuaban dos factores contrapuestos. Por un lado, un movimiento popular de simpatía hacia la independencia de Cuba. Por otro lado, la entrada del capitalismo norteamericano en la fase monopolista.

La Guerra

En el terreno militar  en 1897 las fuerzas cubanas y españolas habían alcanzado un equilibrio: las primeras controlaban los campos, las segundas los pueblos y ciudades. El desenlace era cuestión de tiempo. Todo dependía de la resistencia y los recursos de cada parte; mientras los líderes principales, José Martí y Antonio Maceo, habían muerto.

El Gobierno norteamericano había dado un plazo a España para otorgar la autonomía a Cuba; mientras en España la agotada consigna de “hasta el último hombre y la última peseta”, daba paso a la de “Ni un hombre ni un peso más”. En ese contexto, al ser asesinado el jefe del gobierno español, Antonio Cánovas del Castillo, el cargo vacante fue ocupado por el liberal Práxedes Mateo Sagasta, quien reemplazó en Cuba al general Valeriano Weyler por el general Ramón Blanco y otorgó, demasiado tarde, la reclamada autonomía; mientras Estados Unidos optó por la intervención militar. La explosión del acorazado Maine en La Habana constituyó el motivo del ultimátum presentado por Mc Kinley a España y la solicitud al Congreso de los poderes para “pacificar la isla”.

En el debate senatorial, la simpatía norteamericana por la independencia de Cuba se manifestó en la enmienda presentada por el senador Henry M. Teller, respaldada por la mayoría de los legisladores, la cual declaraba que Estados Unidos no tenía interés de ejercer soberanía sobre Cuba. Sobre esa base, la Cámara de Representantes y el Senado aprobaron la Resolución Conjunta de 20 de abril de 1898, que expresaba: “…el pueblo de la isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”[1] y que Estados Unidos no tenía deseo ni intención de ejercer soberanía, jurisdicción o dominio sobre Cuba[2]“. Los buques norteamericanos iniciaron el bloqueo a la Isla y el 25 de abril de 1898 se declaró la guerra a España.

El 20 de junio se produjo el desembarco del Ejército norteamericano, auxiliado por las fuerzas cubanas. El 19 de mayo la escuadra española arribó a Santiago de Cuba con cuatro cruceros y tres destructores de tecnología atrasada para enfrentar al almirante Sampson, con buques modernos de mayor poder de fuego. El 3 de julio se libró la batalla naval. El combate duró cinco horas con el siguiente saldo: España 350 muertos, 160 heridos graves, 1700 prisioneros y todos los buques destruidos; Estados Unidos, 1 muerto y 3 heridos.

La guerra, al decir de Moreno Fraginals, constituyó el mayor esfuerzo militar jamás realizado por una potencia colonial en América. Más de 200 mil hombres y mil millones de pesetas se utilizaron durante la campaña militar.

El 14 de julio se formalizó la rendición. El 1 de octubre, en Paris, España cedió a Estados Unidos las islas de Cuba y Puerto Rico, Guam y el archipiélago de las Filipinas. Y el 1 de enero de 1899 la enseña norteamericana comenzó a ondear en El Castillo del Morro y en la casa de Gobierno.

La ocupación

Resultado de la guerra, más de 300 mil habitantes, uno de cada cinco murió; mas de 1000 de los 1200 ingenios azucareros quedaron reducidos a ceniza; la zafra azucarera de 1894, que había alcanzado 1 millón 111 mil toneladas, se redujo a 259 mil; la cosecha de tabaco descendió de 560 mil tercios (de 50 Kilogramos) a 88 mil; el 90% de la superficie sembrada y el 90% de la masa ganadera, se perdieron y miles de kilómetros cuadrados quedaron desiertos.

Para la recuperación de la economía, el Gobierno interventor dictó varias medidas. En Matanzas, por ejemplo, el General Wilson entregó a cada familia campesina “una yunta de bueyes, un arado, 12 gallinas, un gallo y varios elementos más para el cultivo de un `predio capaz de sustentar a la familia”; y la legislación del 13 de octubre de 1900, que favoreció la adquisición de ganado en México para su reproducción. Esta última medida se reforzó con la ley de septiembre y el decreto de octubre, ambos de 1902, mediante los cuales el ganado importado se entregaba a los criadores a pagar en plazos de 12 a 30 meses con un 4 por ciento de interés anual[3].

En materia de salud prácticamente no existía ninguna organización. Entre 1898 y 1899 hubo 27 821 muertos por enfermedades contagiosas y baja esperanza de vida al nacer. En 1899 se fundó la primera Escuela de Enfermeras; en 1900 se enriqueció el Plan de Estudios de Medicina y se fundó la Escuela de Cirugía Dental. Se disminuyó la mortalidad por tétanos infantil y en 1908 ya se había erradicado la Fiebre Amarilla. Se estableció la vacunación permanente contra la viruela y se aprobó una Secretaria de Sanidad y Beneficencia[4].

En la educación, el número de maestros, que en 1899 era de 2 708 en `pocos meses aumentó hasta 3 613. Las Escuelas Normales para Maestros y Maestras de la colonia, clausuradas en 1899, fueron sustituidas por la Institución Libre de Enseñanza para la formación pedagógica. Se crearon las Escuelas Normales de Verano y se enviaron cubanos a formarse como pedagogos en la Universidad de Harvard. Y con la Orden Militar 368 se crearon 3 mil nuevas aulas. El analfabetismo de la población, que alcanzaba un 64% en 1989 se redujo al 21% en 1919: la menor proporción de analfabetos en América Latina[5].

La ponderación del breve recorrido realizado por la penetración norteamericana, la guerra y la ocupación de la Isla, permite una valoración más desprejuiciada que la que ofrecen la prensa y la educación oficialista. De un lado, la ocupación respondió a la geopolítica y las necesidades de los monopolios norteamericanos. De otro lado, con país destruido por la guerra y la tea incendiaria, sin la participación del ocupante Cuba no se hubiera recuperado como lo hizo. En 1958 en economía, salud y educación, se ubicaba en los primeros lugares de la región.

La Habana, 2 de abril de 2020

[1]Guerra, Ramiro: “La expansión territorial de los Estados Unidos”, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, p. 387.

[2] H. PICHARDO. “Documentos para la historia de Cuba”. Tomo I, p.510

[3] Larrúa Guedes, Salvador. “Cinco siglos de evangelización franciscana en Cuba”. Tomo II 1887-1998. Puerto Rico, Custodia Franciscana del Caribe, 2004.

[4] Arencibia Cardoso, Pedro Pablo. “Una primera aproximación a la república (1902-1958)”. Revista Vital No. 9 de 2002, pp.2-15

[5] Cordovi, Yoel. “Magisterio y nacionalismo en las escuelas públicas (1899-1920)”. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2012

 

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

 

Ver todas las columnas anteriores

Scroll al inicio