Lunes de Dagoberto
Inmersos en una pandemia de exponencial crecimiento se ha abierto el debate de cuáles son las prioridades ante una crisis de dimensiones insospechadas. Es necesario, ante todo, evitar el pánico y el catastrofismo como filosofía, así como promover la cordura, la prevención y la solidaridad.
Los ciudadanos, principales responsables de sí mismos, de su salud, de su seguridad y de cuidar la salud de los demás, debemos tomar conciencia de que, antes que todo lo demás, está el hacernos cargo de nosotros mismos, sin esperar que todo nos venga dado desde arriba y desde afuera. Cada cual valorando su propia situación, previniendo y sometiéndose a los cuidados sanitarios que sean necesarios, si es el caso de una enfermedad respiratoria.
Por otra parte, los gobiernos tienen la responsabilidad de cuidar a sus ciudadanos, proveyendo todo lo necesario que no puedan agenciarse sus compatriotas por sí mismos. Este es el principio de subsidiariedad. Para garantizar esta misión los Estados deben elegir las prioridades necesarias en tiempos de crisis. No se puede caer en la dinámica de acción-reacción, ni en la de escoger mal las prioridades invirtiendo la escala de valores que debe orientar toda opción política y social.
El primero de esos valores es la primacía de la persona humana por encima de toda institución y gestión pública. En efecto, es cada persona, cada ciudadano, el sujeto, el centro y el fin de toda estructura y acción colectiva. La política es para servir a la persona y no al revés. La economía es para servir a la persona y no al revés. Las instituciones deben estar al servicio de la persona y no al revés.
Por tanto, en estos momentos de incertidumbre, de peligro real y objetivo, de acciones decisivas para trabajar contra la pandemia no debe ponerse el mercado, las ganancias materiales o los planes económicos por encima de la protección de los ciudadanos.
En ese sentido me pregunto: ¿por qué continúan los vuelos desde y hacia Europa reconocida como epicentro de la enfermedad contagiosa de rápida propagación? ¿Por qué se ha mantenido ese mismo flujo de turistas entre otros continentes también infectados y nuestro país? Nada justifica esa irresponsabilidad.
Las ganancias obtenidas por la industria turística no pueden estar por encima de la salud del pueblo. No se puede cambiar salud por dinero. Se argumentará que el país necesita de esas divisas para poder hacer frente a esta epidemia. Sin embargo, todo gobierno y Estado debe tener las reservas de emergencia nacional que le permita paralizar por fuerza mayor las actividades lucrativas con tal de preservar la salud de la ciudadanía y evitar una catástrofe humanitaria mayor.
Ojalá que la reflexión sobre estas prioridades provoque una decisión correcta por parte de autoridades y ciudadanos. Más vale precaver que tener que lamentar.
Cuidémonos unos a los otros.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.