El aporte de las Semanas Sociales Católicas

Lunes de Dagoberto

El pasado 8 de febrero 2020 tuve el honor de participar en la VI Semana Social Católica de la Arquidiócesis de Miami en el Salón Félix Varela de la Ermita de la Caridad, junto “al mar que nos une” como decía el Obispo Agustín Román, a quien están dedicados estos eventos de estudios sociales nacidos en Francia, a principios del siglo pasado y celebrados alrededor del mundo.

Una de las preguntas más frecuentes es si las Semanas Sociales son solo para los católicos o, por el contrario, en qué manera pueden servir más allá de la propia comunidad cristiana.

Pues bien, empecemos por el nombre.

“Semana”, que quiere significar que no se trata de una conferencia o de algo puntual, de un día. La semana es una forma de expresar que estos estudios deberían ser sistemáticos, continuos, respondiendo en cada momento a los desafíos que presenta la sociedad en su devenir histórico.

“Social”, que desea significar que no se trata de estudios sobre la vida interna de la Iglesia, de su liturgia u otros temas de las normas eclesiásticas. Se trata, sin embargo, del aporte de la Iglesia toda pero especialmente de los laicos cristianos en el mundo en que cada cual vive. Se trata de estudios teológicos, eso sí, pero del área de la teología moral, aquella que ilumina desde la fe y el Evangelio la vida cotidiana, el quehacer social. Esos estudios pueden incluso tratar sobre la espiritualidad de los seguidores de Cristo porque para vivir y actuar en la sociedad, sin desanimarse y sin desviarse o mundanizarse, es esencial vivir una mística de encarnación en esa realidad, de compromiso con ella y de creatividad para la transformación de lo que debe mejorar en el lugar donde vivimos. Ninguna disciplina del saber humano queda fuera de las Semanas Sociales con tal que sea discernidas, iluminadas y fecundadas por la levadura, la sal y el fermento del vivir Cristiano. En una palabra, es hacer converger todas las disciplinas de las ciencias humanísticas y sociales con los valores, las virtudes y el espíritu del Evangelio -Buena Noticia- que aporta Jesús de Nazaret al mundo que cambia y reta a nuestras conciencias cristianas. Nada humano es ajeno a la Iglesia.

“Católica”, esta palabra que viene del griego significa “universal”. Por tanto, la Iglesia no es una secta, una sociedad cerrada, ni un club privado internacional. Jesús, su fundador, definió su naturaleza usando símiles de la vida cotidiana:

La Iglesia es y debe ser “luz”, pero especifica que no es para ponerla debajo de la mesa sino en el candelero para que regale su luz a todos, para aclarar y poder discernir los caminos sin la bruma del relativismo moral, la anomia pasotista, o las confusiones de las manipulaciones y los populismos, maniqueísmos y materialismos, viejos y contemporáneos. Si esto es para toda la Iglesia, también lo es para sus Semanas Sociales. La luz no es para un grupo selecto. Es para todos.

La Iglesia y las Semanas Sociales Católicas son y deben ser “sal” de la vida. La sal da sabor, resalta el valor de los alimentos, estimula el gusto. Las enseñanzas sociales de la Iglesia contribuyen a ponerle sabor a la vida. No es una serie de prohibiciones y una carga de culpabilidad. La sal no sirve para la misma sal de los que se consideran “de la Iglesia”. La sal sirve para cambiar lo “soso” de este mundo, lo desabrido de la sociedad. Y cuando la sal se usa es para todo el caldo, no solo para una parte de la vida.

La Iglesia y las Semanas Sociales Católicas son y deben ser “levadura”, fermento en medio de la masa. Es decir, deben fecundar, redimensionar por dentro todas las realidades personales, familiares y sociales. La levadura no sirve en la misma levadura de “los de la Iglesia”. El fermento solo es eficaz mezclado con la masa de la sociedad. No diluyéndose ni convirtiéndose en masa, sino transformando todo lo aplastado, todo lo oprimido, lo aplanado, para hacerlos crecer, fecundar, desarrollarse. El fermento no es para una parte de la masa. La levadura debe introducirse en todos los espacios, ambientes y tejidos de la sociedad.

Por todas estas razones, las Semanas Sociales Católicas son servicios y aportes para toda la sociedad y no solo para los miembros visibles de la Iglesia. Las Semanas no tendrían sentido si fueran solo para los miembros de la comunidad cristiana. Es como sal para la sal, luz para la luz, levadura para la levadura. Eso no sirve para nada. Al contrario, inmersas en la sociedad en que viven las Semanas Sociales Católicas, además de aportar valores, virtudes, propuestas y soluciones para la sociedad, al hacerlo toman conciencia de las propias debilidades y defectos de los cristianos y constituyen un estímulo para ser más coherentes con lo que proponemos y anunciamos.

Es por ello, también, que a las Semanas Sociales Católicas se invita a cristianos de otras denominaciones religiosas, de otras religiones, e incluso a personas de buena voluntad que son agnósticas o ateas. Esas invitaciones son signo y presencia de la apertura y universalidad del aporte de las Semanas Sociales Católicas. Ellas, a su vez, son testimonio y acción concreta de la catolicidad (universalidad) de la Iglesia y de su vocación al compromiso y el servicio de todos y con todos, sin perder su propia identidad y su aporte específico, no desde fuera sino desde las entrañas del mundo del que forma parte y es alma consciente y proactiva.

Renovemos este importante y urgente servicio evangelizador de la Iglesia. Es tarea específica de los laicos cristianos.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
    Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
    Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

 

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