En tiempos de crisis en Cuba, donde la economía de bolsillo y de país parece no dar más, donde se plantean nuevos retos políticos con la sucesión de poder y donde los ciudadanos vivimos entre el pesimismo y la esperanza, ¿vale la pena ocuparse de la generación de pensamiento y propuestas para Cuba?
Soy partidario, a la vez que optimista, lo que no va unido a una visión reduccionista y enajenada de la realidad, de que en la medida que seamos capaces de movilizar nuestros esfuerzos en torno a una propuesta de país, (sea considerada errada o no, ¿quién lo decide?) salimos del inmovilismo social y generamos estado de opinión. En un sistema totalitario ya eso es mucho. La apatía política y social no conducen por ningún buen camino. Debemos entrar a escena con un debate público civilizado, coherente y anclado en la realidad.
En un debate serio de ideales versus realidades siempre se “perderá”, según piensan algunos, pero debemos tener en cuenta que para lograr una meta, sin sacrificar la libertad, a veces hay que propiciar otros elementos por el camino como son: no juzgar conciencias, no caer en populismos donde el nivel de ideales es muy alto que parece no llegar a aterrizar nunca y cuidar de los protagonismos excesivos en los grupos de trabajo que disienten o se oponen, porque a veces conducen, exactamente, hacia una replicación de todo aquello que se critica.
Un debate como el que se desea para la convivencia de todos los actores sociales en el clima más favorable, debe contar con la premisa de que cada persona, venga de dónde venga, está dotada de dignidad humana. Ello significa que un proceso de cambio y generación de propuestas se debe plantear como una construcción conjunta y no depuración de las partes.
Sentarse a la mesa contando con la diversidad y el respeto de las partes debe poner en el centro a la nación y la vida de sus ciudadanos. “Demoler” o terminar con lo preexistente es una idea políticamente inferior a construir entre todos, como decía José Martí, “un porvenir en que quepamos todos”.
Respondo a mi propia pregunta del inicio. En tiempos de cambio es urgente y necesario desarrollar caminos viables que cuenten con todos los cubanos para no ser cómplices del inmovilismo. Como decía también Martí: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace…”
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.