Comenzamos un nuevo año con las muchas expectativas de siempre, pero con una situación nacional e internacional compleja. Algunos, quizá los más pesimistas, aluden que se trata de una etapa difícil en la que no se vislumbran soluciones positivas; otros albergan la esperanza, sin la utopía de que todo tiempo futuro será mejor, de que en la generación de propuestas de futuro radica la salida a estas encrucijadas del camino.
En el inicio del año, la Iglesia Católica Universal celebra cada 1 de enero la Jornada Mundial de la Paz. Este año el Papa Francisco ha titulado su reflexión “La Paz como camino de Esperanza: Diálogo, Reconciliación y Conversión ecológica”. En ella nos presenta como ingrediente, junto a la paz, a la esperanza, que se convierte en requisito si bien no suficiente, sí extremadamente necesario para paliar las situaciones a las que nos enfrentamos en la cotidianidad. Los cubanos debemos ofrecer nuestras cruces con la certeza de que ha valido la pena el sacrificio del trayecto para llegar a la meta. Con la esperanza y el amor, esencia de nuestra religión, podremos soportar cualquier prueba por dura que sea.
La paz es una actitud innata del hombre, por mucho que algunas personas, pueblos o naciones se empeñen en resquebrajarla. Y ya lo recuerda Su Santidad: “La paz no se logra si no se la espera”. Junto a la paz, la esperanza y el amor, debemos también disponernos para el perdón y la reconciliación, elementos que vienen a completar la mezcla que resultará en alegría de vivir.
Nuevos proyectos se agolpan al inicio de cada año. Crecen las incertidumbres porque a veces nos fijamos más en la meta y no disfrutamos con la intensidad que corresponde el paso del tiempo, la sucesión de los hechos o los procesos. En cada momento del cuaderno de tareas o actividades pendientes para este 2020 recurramos con los cinco ingredientes (paz, esperanza, amor, perdón y reconciliación) al ejemplo de Santa María, Madre de Dios, que la Iglesia Católica conmemoraba en el día de ayer.
El ejemplo de María, como madre del Redentor del mundo, no es ajeno a nuestra condición humana. En ella se funden también las tristezas y alegrías propias, de nuestras madres, de nuestras familias enteras, que muchas veces combinamos, como María, “la alegría por el nacimiento de Jesús y la tristeza por la hospitalidad negada en Belén; el amor de José y el asombro de los pastores; las promesas y las incertidumbres del futuro” (Homilía del Papa Francisco en la Misa de la Solemnidad de Santa María, 1 de enero de 2020). La actitud que nos propone el ejemplo mariano nos convoca a poner todo en el corazón, incluso aquellas situaciones adversas que hemos vivido y que vendrán en este año, y a fortalecer el espíritu porque la meta vale todo nuestro mayor esfuerzo. La certeza de que solo Dios basta, como decía Santa Teresa de Jesús, puede servirnos para comenzar un año confiados en el Señor, con los pies puestos en la tierra, en esta tierra cubana que necesita más que nunca de sus hijos. Confiados pero en activo, que significa en estos tiempos de la Patria, guiarse por el ejemplo del nazareno, procurar la integridad de su santa madre y proponer como corresponde a los hijos comprometidos y responsables, una salida viable al futuro que queremos construir.
Como se escucha frecuentemente por estos días: que tengamos la vista de 20 – 20 para vislumbrar el camino, y hacer de este nuevo año, un tiempo para la libertad, la salud y la prosperidad.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsablede Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.