El esfuerzo y la meta

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

Algunos le llaman suerte a lo que se alcanza por esfuerzo y dedicación. Que si a ti se te da todo fácil, que si por las influencias puedes llegar lejos o que del cielo te caen las cosas son frases que escuchamos para irreconocer que es el esfuerzo el motor de toda acción, lo que nos alienta a llegar a la meta.

El esfuerzo está estrechamente relacionado con la perseverancia y la disciplina. En ocasiones es confundido con la voluntad para describir que los grandes esfuerzos requieren de una fuerte voluntad; cosa que es cierta pero, con una poderosa voluntad, el esfuerzo nos permite desarrollar acciones que anteriormente considerábamos imposibles. Esfuerzo y voluntad van de la mano, porque resulta primordial mantener ese esfuerzo inicial por algo que nos hemos trazado como objetivo para la formación de la voluntad férrea. La voluntad es la repetición de actos positivos sin escatimar los esfuerzos que se requieran.

Todas las decisiones que tomamos en nuestra vida constituyen el resultado de un acto de reflexión consciente. Por ello el acto de voluntad, producto de esa reflexión, nos alienta a un esfuerzo sin límites para alcanzar nuestros objetivos. Nos lleva poner en nuestras tareas ganas y empeño para conseguir nuestras metas, venciendo las múltiples dificultades y los disímiles obstáculos del camino, hasta llegar al final, orgullosos de nuestros logros.

Para formar la voluntad en el camino del esfuerzo necesitamos:

  1. Primero, decidir muy claramente qué es lo que queremos, hacia dónde queremos llegar, cuál es el destino final o la meta.
  2. Comprometernos seriamente con lo que queremos y nosotros mismos nos hemos planteado, lo que supone diseñar nuestro propio plan de camino.
  3. Una vez definido el qué (contenido) y el cómo (plan) debemos pasar a la acción.
  4. Debemos evaluar con determinada periodicidad el alcance, es decir, si nos acercamos o no a la meta propuesta.
  5. De acuerdo a esa evaluación periódica, si es necesario, podemos cambiar el rumbo, mejorar las acciones que contribuyen a llegar a la meta o rediseñar un nuevo plan.

Los actos voluntarios que nos guían en el esfuerzo por obtener lo que nos proponemos en nuestro proyecto de vida parten siempre de una correcta determinación del objetivo que pretendemos conseguir con nuestras acciones. Otro elemento necesario en el camino del esfuerzo constante es el análisis certero de pro y los contra, es decir de los beneficios y perjuicios que podemos obtener de una acción concreta que nos propongamos.

Es un hecho muy cierto y repetido en el comportamiento social de los cubanos, la dejadez para tomar las riendas de nuestro propio proyecto de vida. La toma de la decisión firme para ejecutar el proyecto deseado, ese paso a la acción que decidimos en consciencia realizar es costoso, pero necesario, para enfocar todos los esfuerzos a su favor. Nada se logra sin grandes cuotas de voluntad, sucedidas por un esfuerzo constante.

El esfuerzo está relacionado con otros valores como la perseverancia hasta el fin y la rectitud de espíritu, que se traducen en no dejar de visualizar la meta a pesar de los vaivenes del camino. Los cubanos somos expertos en coyunturas, situaciones especiales, adaptaciones de modelos, acoplamientos impuestos y modificaciones por el camino. Todas ellas desalientan, afectan la motivación inicial y ese esfuerzo primario que se le pone a una acción concreta cuando comienza. El arte está en saber distinguir que ante el fracaso o la frustración momentánea no debemos abandonar ese camino ascendente que debe ser la vida, sino que debemos continuar esa línea a veces quebradiza para llegar al éxito y la eficacia de una acción específica.

Cuando no somos capaces de trazarnos bien un plan de vida, que supone esfuerzo total, coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos, y no tenemos voluntad férrea de caminar hacia la meta, entonces culpamos al otro, o al resto del mundo, de nuestras incapacidades. A veces resulta que, poniendo manchas en el trayecto exitoso de quien ha logrado su objetivo con el esfuerzo y dedicación que todos deberíamos tener, pretendemos minimizar las capacidades del otro. Desgraciadamente eso sucede a nivel personal y a nivel social.

El mundo está lleno de personas capaces. Cuba está llena de personas capaces. Debemos meditar sobre el fracaso de personas capaces, sobre el fracaso de modelos que prometieron ser los ideales y sobre sistemas que sin funcionar se perpetúan en el poder. Algunas de las respuestas podrían ser, relacionadas con ese par voluntad-esfuerzo, las siguientes:

  1. La falta de esfuerzo conducente al fracaso porque no hemos desarrollado las habilidades sociales de escucha, diálogo, moderación, aceptación de la crítica, reconocimiento de errores y trabajo en equipo.
  2. El fracaso asegurado porque el esfuerzo se ha dirigido hacia escalar en lo personal y no se ha encontrado el puesto para servir. No se alcanza el éxito cuando no hay armonía en el servicio, no hay conocimiento a fondo del terreno porque hemos sido colocados en él sin merecerlo o porque nuestras capacidades y valores no se acoplan a la profesión o rol que desempeñamos.
  3. El fracaso y la disminución de los esfuerzos por la proliferación de actitudes propias de los pesimistas que tiran la toalla. La pérdida de la perspectiva, no establecer una escala de prioridades, la falta de fe, la desesperanza, los problemas con la autoestima o echarle la culpa a la mala suerte son actitudes clásicas de quienes han confundido el esfuerza para alcanzar la meta con un camino de rosas sin espinas.

A fin de cuentas, el esfuerzo consiste en dar lo mejor que tenemos. Intentar hacer algo, aunque fracasemos, o nos llamen utópicos, es mejor que quedarse inmóvil o permanecer en la posición de crispación, desidia o inacción. Muchas veces la satisfacción mayor está en el esfuerzo realizado, en el camino recorrido, no en el logro alcanzado. Cuando caminemos hacia esa mentalidad, nos quejaremos menos y haremos más por nosotros mismos y por Cuba.

El esfuerzo es la clave del éxito. Derribemos muros y acabemos con los mitos del fatalismo geográfico y la eterna sucesión del mal. Cuba renacerá por el esfuerzo de todos los cubanos.

 

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.
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