En 1998, durante la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, Monseñor Meurice pronunció unas históricas palabras, en la Misa en Santiago de Cuba, que describen una realidad persistente por décadas en nuestro país. El valiente obispo decía: “Le presento… a un número creciente de cubanos que han confundido la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido las últimas décadas y la cultura con una ideología”.
Es triste constatar que la vida en esa confusión perenne ha propiciado la construcción de un ser humano despersonalizado, separado de su esencia humana, y analfabeto ética, cívica y políticamente. Es penoso confirmar que esa confusión cobra ahora, incluso, mayores niveles dados los nuevos liderazgos y métodos de gobierno. Es difícil analizar el proceso por su multicausalidad en medio de una sociedad cerrada con líneas de pensamiento predefinidas e impuestas.
Los últimos acontecimientos que ha vivido Cuba han contribuido a exacerbar esa confusión, lejos de desenmarañar el problema y buscar una solución por los caminos de la verdad, el entendimiento y la claridad en las ideas y proyectos.
Confundir la Patria con un partido, que como su nombre lo indica, constituye una representación de la sociedad, una parte, y no toda ella, es excluir a un grupo de hijos de esta tierra. Tan hijos son los unos como los otros. En nuestro caso tiene lugar la exclusión de todos aquellos que no consideren que las líneas de un único partido, de corte comunista, puedan representar la pluralidad de pensamiento y propuestas de una sociedad tan heterogénea como cualquier otra, con la diferencia de los negativos indicadores de calidad democrática. La Patria es de todos, piensen del color que piensen, y defiendan la opción que sea, siempre por los caminos de la paz y la convivencia civilizada.
Confundir la Nación con un proceso histórico de seis décadas es un reduccionismo excesivo. Si bien las seis décadas parecen mucho tiempo cuando analizamos el ejercicio democrático, la alternancia en el poder y los efectos del totalitarismo, son, a la vez, muy poco tiempo para definir el concepto mayor que es Nación. La Nación se alza sobre los pilares fundacionales de justicia, igualdad social, libertad y pensamiento avanzado a cargo de sus padres fundadores que aportan al acervo de la Patria la génesis, la tradición y el ejemplo de lo que se puede lograr cuando se piensa en la Patria en primer lugar. La Nación no es la Revolución. La Nación tiene que ser entendida como el conjunto de personas que comparten un mismo origen y que se reúnen en torno a una comunidad social en la que la organización política respeta la independencia y soberanía de las demás comunidades y de sus propios ciudadanos.
Confundir la cultura con ideología es limitar al máximo la diversidad, poner a competir una idea versus el conjunto de todas ellas que desembocan en costumbre, tradición e identidad. Es anular, prácticamente, el acto de la creación humana libre y espontánea. Es notar peligroso aquello que constituye una riqueza. Es ver un enemigo en el arte libre, que se expresa y vuela, que convoca y proyecta, que sirve de voz para muchos de los que no tienen, no pueden, o no quieren alzarla, pero desde el silencio impuesto o escogido, se sienten identificados con las causas justas.
Vivimos unos tiempos de confusión total, de ambiente enrarecido por la propaganda, el sensacionalismo, el discurso de odio y la división de la sociedad por motivos políticos, aunque ellos sean los innombrables o últimos en mencionar. Esa es la realidad; pero estos son tiempos también de mucho autoanálisis, mucho discernimiento, y mucho sentido común, para no caer en el juego de hacernos eco de lo que no queremos.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.
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