Mucho se ha debatido en Cuba, antes y durante la visita de los Reyes de España, desde cuestiones de protocolo hasta temas más apegados a la ciudadanía y la sociedad civil como el “famoso” encuentro con representantes de sectores de trabajo independiente dentro de Cuba. Pero esta breve columna no tiene interés en comentar sobre este particular que ha tenido bastante eco en las redes sociales, sino sobre las palabras de Su Majestad el Rey Felipe VI en los actos conmemorativos de la fundación de La Habana, el pasado 13 de noviembre en el Palacio de los Capitanes Generales.
Como dice el refranero popular: “A buen entendedor con pocas palabras bastan”. Y las palabras del representante de la corona española han sido certeras, respetuosas, contundentes y serenas. Ha dado una muestra de civismo, que indica que no hay que usar epítetos, ni lenguaje descalificador, ni complaciente, ante realidades que pueden aquejar no solo a Cuba, sino a Iberoamérica y al mundo en general. Respetuosamente, ha convidado al Señor Presidente de la República de Cuba, y entiéndase también a la más alta dirección del país, a replantearse el significado de una conmmeoración, que siempre invita a la reflexión sobre qué hemos hecho y qué nos queda por hacer, así como el modo de hacerlo, que da idea de la eficacia del proceso y de la necesidad de realizar las reformas necesarias con vistas al futuro a corto, mediano y largo plazo. La relación que establece entre los cambios necesarios, la evolución que se traduce en el tránsito hacia mejor calidad de los sistemas políticos, económicos y sociales, y la adaptación como propiedad intrínseca de las personales naturales y de los gobiernos, es vital para garantía del cumplimiento de lo que más adelante menciona también en su discurso, los inalienables derechos humanos. La importancia de esa triada perfecta de “cambio-evolución-adaptación” quedan resumidas en la siguiente frase: “Si “conmemorar” es una visión, revisión y valoración compartidas del pasado, es también, necesariamente, una oportunidad para mirar hacia el futuro. A lo largo de estos cinco siglos, La Habana ha ido evolucionando en su urbanismo, en su arquitectura, en su demografía y composición étnica y en su perfil político. La Habana no es, pues, una excepción a esa regla básica de que el inexorable paso del tiempo exige un esfuerzo de evolución y adaptación a la realidad cambiante.”
Elemento importante a tener en cuenta no solo por parte del gobierno, sino además en los ambientes de trabajo de la sociedad civil cubana, ya sea la oposición política o la disidencia, es la apertura al diálogo y la negociación como oportunidad para participar en la construcción de futuro que tanto se pregona en Cuba. Mucho se habla de pensar como país, sin el consecuente respeto a la libertad de pensamiento, expresión y asociación de sus ciudadanos, para que “pensando como país”, y junto a las necesarias instituciones, también se den pasos en el camino de la construcción democrática. Al respecto Felipe VI nos dice, como el Papa san Juan Pablo II en 1998, pero en otras palabras, que los protagonistas debemos ser los cubanos. Nadie lo duda, eso sí, con todas las piezas del “rompecabezas nacional” sobre la mesa: “Cuál será ese futuro es algo que tiene que dilucidar el propio pueblo cubano. Los cambios en un país no pueden ser impuestos, tienen que nacer de dinámicas internas, pero, de la misma manera que no puede tener éxito un cambio que no emane del interior de las fuerzas sociales y políticas de un país, es igualmente cierto que el cambio no traerá consenso y bienestar si no representa la voluntad ciudadana.”
En el discurso no faltó la referencia a la modélica transición española, de la ley a la ley, y la alusión a la Constitución de 1978 del Reino de España, como exhortación a que, a través de las instituciones y del marco jurídico necesario, se garantice el cumplimiento de las libertades fundamentales: “…es en democracia como mejor se representan y se defienden los derechos humanos, la libertad y la dignidad de las personas, y los intereses de nuestros ciudadanos.”
Las palabras pronunciadas con motivo del quinto centenario de la villa de San Cristóbal de La Habana por parte de Su Majestad Felipe VI, no solo reflejan un análisis de la realidad transparente y apegado a la verdad, sino que ofrecen una exhortación a fortalecer los pilares fiundamentales de la vida en democracia: 1. Una Carta Magna pensada ciertamente desde, y para, la ciudadanía; 2. Unas instituciones sólidas y plurales; y 3. El respeto a los derechos humanos universales.
Como corresponde al “buen entendedor”, muchos cubanos desde abajo hasta los altos círculos de poder, deberíamos reflexionar sobre estas palabras que hemos comentado. No porque nos hayan revelado una verdad nunca antes dicha, sino porque las situaciones negativas que tantas veces se detectan, se comunican y se comparten, deben ser analizadas desde la óptica de la evolución hacia condiciones más dignas para el ser humano. Cuba cuenta con ciudadanos e instituciones independientes del Estado que también dedican su tiempo y líneas de trabajo a la generación de propuestas de futuro. Solo corresponde en este tiempo de “cambio-evolución-adaptación” escuchar, como el discurso del Rey de España, pero pensando a Cuba desde el corazón de la ciudadanía y las instituciones.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsablede Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.