¡Vivir sin trono!

Por Ernesto Aquino Montes
 
 
 
¡Vivir sin trono!
Existir en el otro;
y el otro, en todos.
Y todos, como esencia
y síntesis total,
ser la razón de cada uno.
Y el vacío absoluto sobre los pedestales.
Eso es humanidad:
¡Vivir sin trono!

 


 

 
 
Por Ernesto Aquino Montes
 
 
Obra de Kelvin López. S/T. Serie “Terapia Floral”. 2007. Acrílico y óleo sobre tela. 140 x 170 cm. 
 
¡Vivir sin trono!
 
Existir en el otro;
y el otro, en todos.
Y todos, como esencia
y síntesis total,
ser la razón de cada uno.
Y el vacío absoluto sobre los pedestales.
Eso es humanidad:
¡Vivir sin trono!
 
Momentos de mujer
 
Los ojos comenzaron a emitir señales;
eran como cristales encendidos,
que con intermitencia silenciosa
anunciaban la llegada de los primeros estremecimientos.
Luego fueron los gemidos inquietantes,
y los imperativos suplicados entre quejidos y débiles susurros,
hasta que todo a su alrededor se volvió solo ella.
 
Y mientras los dos nos preparábamos
para el encuentro final de todos los fluidos,
aparecieron las primeras contracciones;
llegó la rigidez, los primeros delirios, el éxtasis sublime.
Y todo fue.
 
De vez en siempre
 
Sería bueno tropezar
y caerse dentro de los demás;
usar la amnesia
para recordar los insultos;
y regalar el egoísmo
para que no te sobre.
Sería saludable
-al menos una vez-
(de vez en siempre)
ingerir por error
el dolor ajeno.
 
El viaje
 
Me quedé sin aliento.
Me fui quemando en el sudor
que me costó el delirio;
en cada lágrima que acompañó el placer
que comenzó en tu boca;
cuando dueña de todo
-entre furiosa y frágil-
me quebraste la piel
con la punta de un beso.
 
Me quedé como muerto.
Entré en una agonía
de quejidos y espasmos
y perdí la virtud de la conciencia,
la razón, el pudor y el amor propio.
 
Fui parte del propósito de un órgano
con una idea fija,
obsesionado por ser afirmativo
verbo, indisciplinado, paranoico.
 
No recuerdo la última vez
que fui parte del mundo.
Yo solo sé que fui arrastrado
por un coro de sollozos
a lo profundo de un túnel ovalado
en eclipse total húmedo y convulsivo.
Y que cuando volví del holocausto
cerré los ojos, y desperté en este poema.
 
Se te acabó el amor
 
Se te acabó el amor.
Murió sobre la roca,
abrasado de ausencias
y de fríos silencios.
No esperes que regrese en otra ola.
Los fracasos no se salvan con un sueño.
 
Se te acabó el amor,
cayó sobre la nieve
desecho y arrasado
por un golpe de otoño.
Y los fuegos no vuelven a encenderse
si se apagan bajo el viento del agobio.
 
Se te acabó el amor.
Y siempre duele ver morir la orquídea
en brazos de la escarcha;
pero yo que te he visto regresar de la muerte,
sé que a tu corazón le quedan muchas alas.
 
Ernesto Aquino Montes (La Habana, 1959).
Poeta y periodista.
Reside en La Habana.
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