Virgen de la Caridad y la manipulación de lo religioso

Jueves de Yoandy

Esta semana celebramos la fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre, la Patrona de todos los cubanos, estén donde estén y piensen como piensen. La jornada devino en una nueva oleada de represión en Cuba y en la tergiversación de este símbolo de cubanía.

El sistema cubano, declarado abiertamente ateo en un principio y luego laico, pero con la ausencia de una verdadera libertad religiosa, este 8 de septiembre también se dio a la tarea de sumarse a la celebración, pero desde la ideología, porque resulta imposible llamarle a ciertos argumentos “religiosidad popular”. Queda mucho por hacer en el largo camino de interacciones Iglesia-Estado, y sobre todo en el sentido universal de la premisa de la que partimos: “la caridad nos une”. Ni la Virgen de la Caridad, ni los santos, ni la religión en general, deben ser esgrimidos como elementos que dividan, que contrapongan a los hombres de buena voluntad, y mucho menos deben ser usados hoy, por conveniencia, cuando ayer fueron renegados. Como cubano, y como católico, había sentido hasta ahora que también ellos, los que dicen no creer en la madre de todos, o no profesan su fe, la respetaban, pero la ligazón de términos como “mercenarios” y “revolución de todas las flores” cuando hablamos de “Cachita”, demuestra que también se politiza intencionadamente la fe, la religiosidad popular y la identidad de la Nación. ¿La hegemonía ideológica también alcanza los símbolos más sagrados de la fe? ¿Nada se salva en Cuba?

Decir Virgen de la Caridad es decir Patria, es decir Cuba -como escuchaba el pasado 8 de septiembre en una homilía encarnada, profunda y motivadora. Retomando un poco la historia, recordamos que nuestros patricios de las guerras de independencia fueron quienes solicitaron el título de Patrona de Cuba para la Virgen del Cobre. De esta forma demostraban que se puede fundir el amor a Cuba y el amor a Cristo, cultivado a través de la intercesión de María su madre, transformada en el rostro de cada madre cubana que da sustento, educación y cariño a su prole.

María de la Caridad del Cobre nos ofrece a su hijo, fruto bendito de su vientre, para la redención del mundo. ¿Qué somos capaces de ofrecer nosotros por la transformación de los espacios en que nos desarrollamos? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar en la azarosa ruta de la justicia y la libertad? ¿Podemos mirar sin distingos al hermano que piensa diferente, y cultivar la convivencia pacífica y civilizada, la amistad cívica y el respeto?

María de la Caridad del Cobre es fecunda, no solo por dar vida, sino por aceptar, con su “Sí”, el peso de la Cruz y a la vez la Corona del mundo. Es fecunda porque la disposición, la entrega y la responsabilidad son la clave para vivir en la civilización del amor. Esa fertilidad se traduce en nosotros en la gracia de vivir responsablemente cada decisión asumida, cargar con el peso de la cruz cuando se vive y se camina en el sentido de la justicia y la libertad. Ser fértiles en la virtud como nos enseña María, es lo que demandan de nosotros: nuestros proyectos personales, Cuba y el Mundo.

María de la Caridad del Cobre permaneció en actitud de servicio constante. Hacer el bien que edifica, y aprender que amar es servir, es primordial para nuestra condición humana. La actitud de servicio, ya sea de persona a persona, o para un fin público, es un don de Dios, que como todos los dones, se debe agradecer y cultivar. Dirigentes y ciudadanos, jerarcas y los del peldaño más bajo, ricos y pobres, seremos examinados en el amor, al final de la tarde de nuestra vida. Servir significa, en esta cruda realidad cubana, desterrar la apatía, salir de las zonas de confort y desdoblarse, tomar partido, porque se nos va la vida haciendo como que todo está bien, y la incoherencia solo conduce al encono y a la vida en la mentira.

Si la Virgen de la Caridad del Cobre es símbolo de cubanía, es también el alma de esta Nación desmigajada por el mundo y sufrida en su esencia. Y el alma de la nación debemos de salvarla entre todos, sin bandos ni exclusiones. Los latidos del corazón de Cuba, agitados y arrítmicos, indican que la cura debe ser urgente. Dispongámonos a vivir con dignidad, en el amor, la virtud, la justicia, la libertad y la paz. Que la Virgen de la Caridad del Cobre sea punto de encuentro y señal de esperanza, sin recovecos, titubeos, ni oportunismos.

 

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.

 

Ver todas las columnas anteriores

Scroll al inicio