Varela: “el santo cubano”

Yoandy Izquierdo Toledo

Jueves de Yoandy

El 25 de febrero pasado conmemoramos 172 años de la muerte del Venerable Padre Félix Varela. Uno de los miedos del gobierno cubano relacionado con su proceso de canonización ha sido la idea de que la “Iglesia” se apoderaría de la figura de Varela. En cambio, podría suceder lo contrario, como vemos con José Martí: politización hasta el extremo, manipulación de su ideario, descontextualización de sus propias palabras, discursos y obra escrita. Sin embargo, Félix Varela, aunque bajo su condición de presbítero, no es de la Iglesia y no es del gobierno, es de Cuba, fundador de la nacionalidad y nación cubana.

De forma lamentable el sistema de educación contempla, en la mayoría de sus textos, una breve biografía de Varela como sacerdote precursor y principal representante de la corriente del independentismo en Cuba. Este dato, unido a otros pocos elementos de su vida, componen la biografía de quien junto a José Martí constituye uno de los pilares de la nación cubana.

Destaquemos pues, a modo de homenaje, otros elementos por los que debe ser recordado “el primero que nos enseñó en pensar”:

A sus 23 años fue nombrado profesor de Filosofía, Física y Ética en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio de La Habana, creando allí el primer laboratorio de Física y Química con que contó el país. La enseñanza de la ciencia basada en la experimentación, a través de los métodos pedagógicos más avanzados de la época, fue su principal aporte. Supo ser maestro de una generación a la que proponía fusionar ciencia y conciencia para entender mejor los fenómenos de la vida, sin deshumanizar a los hacedores de ciencia ni a los receptores de los beneficios que derivan de ella.

Los frutos de su enseñanza se pueden ver en la pléyade de patriotas que formó: José Antonio Saco, Domingo del Monte, José de la Luz y Caballero, Rafael María de Mendive, por mencionar los más reconocidos en la historia de Cuba.

No solo por los caminos de la ciencia, sino también en función de la cultura, escribió obras de teatro y fundó la primera Sociedad Filarmónica de La Habana.

En el plano de los derechos y las libertades individuales, podemos recordar su incansable labor contra la esclavitud, no solo por libertad de Cuba, sino de América. En el propio Seminario de San Carlos inauguró en 1821 la primera Cátedra de Derecho de América Latina. Él mismo la llamó: “la Cátedra de la Libertad y los Derechos Humanos, la fuente de las virtudes cívicas y la base del gran edificio de nuestra felicidad”.

Varela se desempeñó como Diputado ante las Cortes españolas, defendiendo tres proyectos de ley: el primero contra la esclavitud, el segundo sobre el reconocimiento de la independencia de varias naciones de América ya liberadas y el tercero que comprendía una ley sobre el gobierno autónomo de las Islas de Ultramar, con la temprana intención de formar una comunidad de países hispanos.

A los 35 años, Varela se exilia en Estados Unidos, al ser condenado a pena de muerte en España por votar en contra de un rey entreguista. Desde Norteamérica inicia un nuevo camino de liberación. Allí ve la luz el primer número del periódico El habanero y pone cauce a sus dos grandes pasiones: la libertad de Cuba y la lucha por la liberación de los pobres. Labor que multiplicó en la Iglesia de la Transfiguración donde fue párroco en el barrio chino de Nueva York. En el marco de su labor pastoral fundó escuelas parroquiales para niños y niñas, un círculo infantil, una biblioteca circulante, una escuela de mujeres costureras para dar vestido al necesitado y también creó una asociación católica contra el alcoholismo.

Varela es un paradigma del diálogo dentro de la Iglesia, entre las diversas confesiones cristianas y del necesario diálogo entre los miembros de la comunidad civil. En su obra cumbre, considerada el primer tratado de ética en Cuba, Cartas a Elpidio, ofrece su aporte ético a los problemas sociales. Al respecto decía en sus páginas: “Yo desearía que… antes de proceder en materias políticas, lo mismo que en las morales, no se formasen cálculos sobre el papel, no se copiasen arengas ridículas de obras ideales, sino que se hicieran observaciones prácticas…”

El 25 de febrero de 1853 moría Varela en San Agustín de la Florida, dejando hasta hoy una huella indeleble en la historia patria: en la formación de nuestra conciencia nacional, en la centralidad de la persona humana en cuanto a su dignidad respetada en todos los ambientes de desarrollo, y en el compromiso político que corresponde a cada uno de los ciudadanos si desea transitar por los caminos de la justicia y la verdad.

Recordemos a Varela en estos tiempos de éxodos, de anomia social, de desinterés e irresponsabilidades: “cuando los mejores hijos de la Patria abandonan la cosa pública, esta cae en manos de los peores hijos de la Patria”.

Honor y gloria a Félix Varela, el “patriota entero”, el “santo cubano”.

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).

Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.

Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.

Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.

Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.

Reside en Pinar del Río.

Ver todas las columnas anteriores
esenfrarzh-CNnldeitptru