Son tiempos de crisis terminal, por eso son tiempos de refundación. Cuba necesita beber de sus raíces más primigenias y genuinas. Es necesario viajar al proyecto fundacional de Varela y Martí para reconstruir el país y finalmente afianzar la nación cubana sobre estos dos cimientos medulares.
Este año, el 19 de febrero cae lunes y no he podido librarme de la memoria de un hecho que quedó marcado a fuego en mi alma. Un día como hoy, pero del año 1986, hace 38 años, tuve el honor de ser electo para hacer el Discurso de homenaje de los delegados al ENEC (Encuentro Nacional Eclesial Cubano) al Padre Félix Varela en el Aula Magna de la Universidad de La Habana donde descansan sus restos. Uno de los días más importantes e inolvidables de mi vida. Era la primera vez, después de 1960, que la Iglesia salía de sus templos a un acto conmemorativo y social. Los delegados hicimos, el miércoles 19 de febrero de 1986, una Visita-Peregrinación al Aula Magna de la Universidad de La Habana para honrar al Padre Varela y venerar sus restos que “descansan y convocan” desde allí a todos los cubanos. Por la vigencia y la urgencia de recuperar las enseñanzas y el ejemplo del Venerable Padre Félix Varela es que pongo a su consideración estas palabras:
Discurso de Dagoberto Valdés Hernández, laico católico de la Diócesis de Pinar del Río, miembro de la presidencia colegiada del ENEC, pronunciadas ante el cenotafio que guarda los restos del Padre Félix Varela en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, a nombre de los delegados del ENEC, el 19 de febrero de 1986.
Eminentísimo Sr. Cardenal Eduardo Pironio,
Sr. Rector de la Universidad de La Habana,
Autoridades Universitarias,
Señores Obispos,
Delegados e invitados al Encuentro Nacional Eclesial Cubano:
Para honrar a un hombre entero hemos venido aquí. Para aprender de él. Para seguir sus pasos. Ese hombre es un sacerdote cubano: el Padre Félix Varela, cuyos restos reposan y convocan desde esta Aula Magna de la Universidad de La Habana. A él acudimos hoy los católicos cubanos, como signo de los caminos que buscamos recorrer para cumplir nuestra misión de servicio en el presente y en el futuro de nuestra Patria.
Las puertas de esta alta Casa de Estudios, cuya significativa historia todos conocemos y apreciamos, se han abierto para brindarnos la acogida franca y cordial que ahora agradecemos; en primer lugar, al Dr. Fernando Rojas, Rector de este Centro y a las demás autoridades universitarias que con tanta diligencia han hecho posible que pudiera realizarse este gesto de tanta significación para nosotros. Y como si el gesto no fuera suficientemente elocuente acompañémoslo de una palabra que quisiéramos compartir con todos.
Varela es puente, punto de referencia, camino de unidad para los diversos sectores de nuestro pueblo. Hombres como él derriban barreras, abren puertas, construyen, serena y audazmente, el edificio de la sociedad. Hombres como él, desde los mismos albores de nuestra nacionalidad, convocan a la forja del futuro a todos cuantos quieran, con un amor entrañable a la Patria, y aún desde diversas concepciones del mundo, ponerse al servicio de la vida misma para abrir nuevas perspectivas a los hombres y vislumbrar renovados horizontes para nuestra sociedad. Por eso nos alegra, nos conmueve y compromete, que los restos de un sacerdote, de un hombre de Iglesia, descansen y sean honrados en esta Universidad. Es porque Varela pertenece a la Patria, a la cultura de nuestro pueblo y es justo que lo encontremos aquí donde se forja a los hombres para la vida, para la cultura, para el servicio cualificado a nuestro pueblo y desde aquí los hijos de Cuba podamos encontrar en él inspiración, rumbo y enseñanzas.
En efecto, en el Padre Varela, encontramos y admiramos al insigne filósofo, al educador eminente que lleva a cabo una audaz y renovadora reforma de la enseñanza, dejando atrás la memorización escolástica e introduciendo el método inductivo en todo aprendizaje. En Varela encontramos al hombre que introduce en Cuba laboratorios de Física y Química para que la investigación acompañara a la educación y los hombres encontraran en la ciencia un instrumento certero para el conocimiento y dominio de la naturaleza. Y para que los avances de la ciencia no deshumanizaran al hombre, ni sus logros se revistieran en su contra, Varela fue formador de conciencias hasta tal punto que con razón dijo Luz que “fue el primero que nos enseñó en pensar”, logrando integrar así, ciencia y conciencia, síntesis capaz de asegurar que la exploración de los campos insospechados de la ciencia desemboquen siempre en la conservación y promoción de la vida para un mayor desarrollo de la humanidad.
Honramos al promotor de hombres libres y comprometidos con la realidad social que les tocó vivir desde la Cátedra de Constitución del Seminario San Carlos, llamada con razón la Cátedra de la Libertad. Venimos también a honrar en Varela la creciente radicalidad política del hombre que mientras fue diputado a Cortes defendió la autonomía de los países hispanoamericanos y propugnó la abolición de la esclavitud, hasta que las mismas condiciones intransitables de aquella vía, lo llevaron al exilio y al convencimiento profundo y definitivo de que Cuba debía ser tan independiente en lo político como lo era en lo geográfico.
No podemos olvidar tampoco que, al mismo tiempo que exhortaba a los cubanos desde El Habanero a encontrar caminos para la independencia total de la Patria, Varela escoge, allí donde estaba, el camino del servicio a los más pobres como profético adelanto, ya en sí elocuente, de que la independencia que postulaba debía satisfacer no sólo la ruptura con un régimen colonial sino luchar por una liberación más integral, donde las carencias económicas y sociales de los hombres encontrarán eficaz solución, en su misma raíz, junto a la satisfacción de sus necesidades culturales y espirituales.
El P. Varela, primer intelectual revolucionario cubano, marca hasta tal punto la formación de nuestra conciencia nacional y su influencia en el nacimiento de tiempos nuevos para la ciencia, la educación, el periodismo militante, el análisis sociológico; y el compromiso político de las generaciones que le sucedieron es de tal magnitud, que con razón es llamado hoy el Padre de nuestra Cultura. Por eso los católicos cubanos también sentimos, junto con todo nuestro pueblo, el sano orgullo de que la más alta condecoración que otorga nuestro Estado a las personalidades del mundo de la cultura ostente el nombre señero y glorioso del P. Félix Varela.
Permítasenos también decir que para nosotros, un patriota de tal verticalidad y audacia previsora; un hombre que aporta a la naciente cultura nacional tal aliento de incalculable amor a la independencia y a la libertad; un hombre que sirvió a la Patria poniendo una generación en pie para que trabajara por levantar a los que vivían postrados; un hombre de tal estatura moral es también para nosotros, católicos de Cuba, un modelo para aprender de él que la fe que pueda haber en el corazón de un hombre debe llevarlo necesariamente al servicio generoso y desinteresado de su pueblo, debe conducirlo a trabajar por el desarrollo integral de la Patria en las circunstancias históricas concretas en que se encuentra, debe empujarlo, en fin, a vivir para los demás.
Es la audaz y vital síntesis entre los valores del cristianismo y los valores de nuestra propia cultura, siempre mestiza, siempre en gestación y crecimiento, lo que significa la vida de Varela, lo que los católicos venimos a aprender de él y lo que nos llama, en el momento actual a encontrar, desde nuestra propia identidad, nuevos caminos de participación en nuestra sociedad, en nuestra cultura.
En efecto, si a todos los cubanos Varela nos enseñó a pensar, a nosotros los cristianos nos enseña también a creer sin alienación y a vivir en franco y lúcido compromiso con la realidad que nos ha tocado compartir y construir. Por eso estamos convencidos que mientras más profundicemos todos en la vida de Varela, más sólidas y profundas serán las bases sobre las que vamos construyendo la siempre creciente y necesaria unidad de todo nuestro pueblo.
Es necesario, entonces, poner en práctica aquellas palabras de Manuel Bisbé: “Si de veras queremos ser fieles a la memoria de Varela, si queremos honrarlo con ese homenaje que va más allá de las palabras, popularicemos a Varela, pongamos en particular a la juventud en contacto con sus enseñanzas y hagamos de su ideario una reserva espiritual de nuestro pueblo, una fuerza capaz de redimirlo y orientarlo”.
En este momento que es histórico para nosotros, en este solemne lugar donde hemos venido a encontrarnos con nuestros orígenes, junto a los restos vehementes del padre de nuestra nacionalidad, prometámonos ser fieles a estas mismas raíces de autenticidad y cubanía que nos convocan a todos, sin distinción, a ser consecuentes con la hora presente para construir, entre todos, un futuro mejor. Muchas gracias.”
Hoy también es urgente y necesario “ser consecuentes con la hora presente”.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.