Había especial interés por conocer la información de la reunión de balance anual del Ministerio de Economía y Planificación, a cargo del ministro Gil, con la presencia de Marrero. Ello es fácil de entender, sabiendo que las estadísticas oficiales en Cuba llevan un retraso notable, lo que obliga a analizar la coyuntura escuchando los mensajes ministeriales.
En la reunión, celebrada en plena campaña de las elecciones del domingo 26 de marzo, hubo una nutrida participación de altos cargos y dirigentes comunistas, como Joel Queipo, del departamento económico productivo del partido, la ministra de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños, la ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó y el ministro-presidente del Banco Central de Cuba, Joaquín Alonso Vázquez.
De este cónclave de la cúpula dirigente de la economía cubana se pueden obtener varias conclusiones.
Primera, el convencimiento de que la economía crecerá en 2023, pese a que no hay indicadores, ni externos, ni internos, que lo justifiquen. En concreto, en el sector exterior se proyecta por los principales organismos internacionales una desaceleración del crecimiento de la economía mundial debido a la elevada inflación, el incremento de las tasas de interés y la reducción de las inversiones. En tales condiciones, ¿Cómo se espera crecer en la economía cubana? Las perspectivas de la CEPAL para América Latina apuntan a un crecimiento de su PIB en el orden del 1,3% para 2023 la mitad del alcanzado en 2022. El panorama internacional no solo presenta riesgos adversos, sino que “las proyecciones indican que el freno del crecimiento económico mundial podría afectar significativamente los precios de los productos básicos, lo que socavaría las actividades económicas de los países exportadores”.
Esta circunstancia podría afectar a algunos de los principales rubros de la economía cubana como el níquel o el tabaco. Por otra parte, un mayor endurecimiento de las condiciones financieras mundiales también podría generar tensiones en economías vulnerables, como Cuba, en sectores en los que existen grandes esperanzas, como el turismo. Las tensiones en los mercados financieros van a exigir el cumplimiento puntual de los compromisos de deuda. Para Cuba, la barra libre llegó a su fin.
¿Y qué hace el régimen ante este escenario? Pues lo mismo de siempre. Culpar al bloqueo económico, comercial y financiero que impone Estados Unidos, a lo que añaden ahora, el aumento de precio de los insumos importados, la insuficiente recuperación de los ingresos en divisas potenciando las actividades motrices generadoras de exportaciones. Los cálculos no salen ni pueden salir. En realidad, para obtener divisas de forma urgente la receta práctica se llama productividad y competitividad, una asignatura pendiente para el régimen cubano. Nada que ver con enunciados vacíos de contenido como “el establecimiento de prioridades alineadas a la situación objetiva y la necesaria complementariedad de los actores económicos”. Eso ya se da por hecho.
Segunda, en la reunión, el ministro Gil destacó la recuperación más dinámica del turismo y de otros sectores productivos dentro de los factores que sitúan al país en una mejor situación para una mayor rapidez en la recuperación de su economía. Pero esta afirmación, que es la misma que el año anterior, entraña no pocos riesgos, y puede acabar no siendo cierta, sobre todo el turismo, que ha comenzado el año muy por debajo de los niveles de 2019, último año normal antes de la pandemia.
Las dificultades del turismo en Cuba llevaron a que el primer ministro Marrero pidiera, en la reunión de balance del ministerio del ramo, que las cosas se hagan de forma diferente, en una clara demostración que no saben por dónde mejorar los resultados, en tanto que otros destinos del Caribe, como República Dominicana ya están por encima de 2019.
Gil se muestra realista al reconocer factores negativos internos que afectaron el desempeño económico en el 2022, como la dolarización parcial en las relaciones entre las empresas y de estas con el sector no estatal; la inflación minorista; el acceso centralizado a las divisas de sectores exportadores; la inserción efectiva de los nuevos actores económicos; y los resultados negativos del sistema empresarial estatal con más de 400 empresas con pérdidas. Cuestiones para las que ninguna de las medidas adoptadas han dado resultado en línea con lo esperado. Cuestiones que exigen una política económica distinta, integral e integrada, porque los problemas han alcanzado tal grado de complejidad que no se pueden resolver con soluciones parciales.
En tercer lugar, quizás por ello, Marrero reconoció “la compleja situación económica que atraviesa el país para lograr la recuperación y el desarrollo”. Este enunciado lo acompañó de su mensaje repetitivo de “hacer las cosas diferentes”. ¿Para qué? ¿Para qué repriman y encarcelen a quien se salga de la unanimidad de lo establecido?
Marrero señaló que existe una claridad total en cuanto a la problemática de la economía, pero que la respuesta es: ¿cómo salir de la actual situación sin cambiar el modelo político y económico que es intocable. De ese modo, confirmó la situación de crisis e incapacidad de su gobierno en materia de asuntos económicos, cuando la solución está clara y pasa por un giro de 180º. De nada sirve un supuesto consenso sobre cómo se tienen, se pueden, hacer cosas, y el ejemplo más evidente del desconcierto es pensar que todo lleva a conseguir un mayor volumen de divisas. Esa no es la única vía para superar la crisis.
El primer ministro reconoció que la situación es muy compleja “porque se han ido acumulando problemas de años anteriores” de ahí que reconociera que su gobierno es responsable de esa inacción, a lo que luego añade, como siempre, el bloqueo recrudecido por parte de Estados Unidos. O de forma particular, al referirse a las inversiones extranjeras, que considera necesarias, pero que se tienen que lograr con crédito interno y externo, reconociendo que eso es muy difícil. En vez de asumir el fracaso del modelo de inversiones extranjeras, se dedica a cuestionar la inclusión de Cuba en la lista de patrocinadores del terrorismo.
En cuarto lugar, Marrero se refirió a un supuesto programa de estabilización macroeconómica que dicen tener en marcha y que calificó como la clave de todos estos asuntos y dijo al respecto que “hay que revisar los mecanismos para la asignación de divisas. Mientras sigamos manteniendo los actuales esquemas no vamos a lograr que la empresa estatal sea el principal actor económico. Vemos precios abusivos y la inflación. Decimos que para que haya más ofertas hacen falta divisas y volvemos al mismo círculo”. Es el reconocimiento del fracaso del tipo de cambio fijo para el peso introducido con la tarea ordenamiento. Hasta que no se equilibren el mercado interno y el externo, la economía cubana irá como un barco a la deriva.
Durante la mencionada reunión, Gil introdujo las principales prioridades económicas del país para este año, en el marco del informe sobre las proyecciones de trabajo para 2023.
Entre ellas se encuentran:
“avanzar en la estabilización macroeconómica del país; conducir la implementación del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030 y los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución; consolidar la restructuración del mecanismo de asignación de divisas de la economía y consolidar el proceso de descentralización de competencias a los territorios”.
En esencia los mismos objetivos que se repiten de año en año, que siguen sin alcanzar los resultados buscados, cada vez más difíciles de identificar. Además, dijo que era necesario “avanzar en la transformación integral de la empresa estatal socialista; conducir el proceso de creación de nuevos actores económicos y su inserción efectiva en la economía cubana; alcanzar una gestión eficiente del proceso inversionista; dinamizar los procesos de investigación en función de las prioridades y objetivos del año”. Un ejemplo más de la desconfianza del régimen en los actores privados a los que se pretende someter a control y poner a disposición del aparato estatal.
Y apuntó que “igualmente se requiere avanzar en la eficiencia del servicio de informatización de nuestros procesos y asegurar un desempeño organizacional de acuerdo con las transformaciones en la conducción de la economía y la nueva estructura del organismo”. Unas veces hablan de informatización, otras de digitalización, pero al final la situación comparativa de Cuba con respecto a otros países, en lo que afecta a las nuevas tecnologías, es muy deficiente.
El ministro de economía cubano señaló que estas prioridades “responden al contexto económico nacional e internacional, marcado por el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de los Estados Unidos, el encarecimiento de los insumos que importa el país, la insuficiente recuperación de los ingresos en divisas y la necesidad de potenciar las actividades motrices generadoras de exportaciones”. Siempre es fácil culpar al embargo de los problemas internos, pero esta no es la solución.
En particular, el ministro de economía dedicó especial atención al programa de estabilización macroeconómica que dicen haber implementado con el objetivo de restaurar los equilibrios macro de la economía cubana, a fin de garantizar un entorno favorable que propicie el crecimiento económico, el desarrollo y el proceso de construcción socialista.
La cuestión es ¿qué instrumentos, medidas y políticas sostienen este enfoque hacia la estabilización? Con una inflación anual del 44,5% en febrero, la economía estancada en términos reales, el déficit y el endeudamiento públicos fuera de control y la moneda debilitada cayendo en picado en su cotización informal, los márgenes de la política económica son limitados, casi inexistentes.
Gil insistió en que “la estabilización macroeconómica es una condición necesaria para el crecimiento económico del país, que enfrenta los desafíos de la pandemia, el bloqueo de Estados Unidos y la crisis mundial”, pero decir solo que busca restaurar los equilibrios de la economía cubana, “a través de un cambio esencial en la gestión y la coordinación entre el plan, el presupuesto y la programación monetaria” no contribuye a generar confianza y credibilidad en la economía.
La implementación del programa de estabilización, del que hay dudas, exige mucho más que el desarrollo de la gobernabilidad macroeconómica.
El papel otorgado a ese comité de coordinación no parece estar claro, a pesar de la urgencia del momento y de que el tiempo se echa encima. Así que mientras se ocupan en definir los roles y funciones de los organismos relacionados a las políticas macroeconómicas para fortalecer el uso de los instrumentos existentes para la regulación, se pierde un tiempo precioso para transformar la economía y sacarla del círculo vicioso en que se encuentra.
De hecho, edl ministros de economía afirmó que ese supuesto programa de estabilización, “también impacta en el sistema de planificación, en el que se reformulará el sistema de asignación de divisas, aumentando su eficacia y sintonía microeconómica”. La negativa a implementar un modelo de tipo de cambio que ponga fin a la fijeza establecida en la tarea ordenamiento, no hace otra cosa que introducir más ineficiencia en la gestión de divisas entre los distintos sectores. Por ejemplo, entre el turismo y el agropecuario, lo que ha llevado al Primer ministro a plantear que existan tierras específicamente destinadas para producir alimentos para los hoteles. En la misma línea, el anuncio de nuevos esquemas de autofinanciamiento de entidades exportadoras la definición de los gastos en función de las prioridades vuelve a manifestar la injerencia absoluta en el funcionamiento de la economía.
Por último, el ministro resaltó la necesidad de “crear mecanismos de control sobre el uso de la moneda libremente convertible, para jerarquizar la importancia de sus destinos”. La experiencia de las tiendas en MLC que se planteó en su momento como puntual y limitada en el tiempo, parece haberse consolidado y el régimen anda buscando fórmulas que permitan interconectar la distribución de la circulación mercantil entre un 70% en pesos y otro 30% en MLC y divisas. Otro fracaso de la tarea ordenamiento: la unificación de la moneda nacional no solo no se ha logrado, sino que ahora es peor que antes.
La mencionada reunión de balance dedicó igualmente, un apartado al análisis de la empresa estatal socialista (EES), de la que se pretende su transformación integral, sin aclarar muy bien qué quiere decir esto, y “lograr su desempeño efectivo como actor principal en la producción de bienes y servicios”. Y aquí viene lo sorprendente: Para conseguir estos objetivos, sin duda importantes, el régimen se limita a anunciar dos actuaciones en 2023: iniciar su clasificación y presentar una propuesta de una nueva ley. Burocracia y más pérdida de tiempo.
Al parecer, esa clasificación de las EES reconocida como tarea importante por el régimen, se va a basar “en una tipología definida que determinará su mecanismo económico, modelo de gestión y gobernabilidad” es decir, el régimen cubano busca para sus empresas una clasificación alejada de los estándares internacionales estadísticos, que va dirigida a evitar la comparativa de las empresas cubanas con las del resto del mundo. Mal asunto porque con ello se pierde un elemento de análisis que influye en la confianza y credibilidad de la economía.
También se anunció la realización de “la revisión de las normas vigentes en los organismos globales y de rama relacionados con el funcionamiento de las EES”. Con estos planteamientos, las empresas estatales no van a superar la grave crisis de insolvencia que mantiene a más de 400 en números rojos, desde que la tarea ordenamiento entró en vigor.
En cuanto a la nueva ley de empresa parece que su objetivo será “lograr un desempeño efectivo de las EES como principal actor en la producción de bienes y servicios”, lo que no deja de ser inocente ya que el funcionamiento eficiente de una empresa no depende de la publicación de una ley sino de una adecuada aplicación de factores de producción con una determinada tecnología para satisfacer necesidades del mercado. Con una ley se pueden abordar los asuntos relativos a regulación, reestructuración y redimensionamiento del sistema empresarial, y poco más.
El ministro Gil consideró que “las empresas estatales son un elemento clave del plan de desarrollo económico y social de Cuba hasta 2030 y los lineamientos del Partido y la Revolución para 2021-2026” y señaló que “2023, es importante para avanzar en las transformaciones de mayor envergadura de la empresa estatal socialista, en función de lograr su real y necesario estremecimiento”.
Finalmente, el ministro dedicó un pequeño apartado del balance a valorar los dos años de existencia de los nuevos actores económicos, desde la aprobación de las normativas que regulan la creación y funcionamiento de estos nuevos agentes. Y en este punto, señaló que “a partir del análisis de los principales resultados, deficiencias y trabas” (sin mencionar cuáles son) ha llegado el momento de “proponer las modificaciones necesarias, en aras de lograr su inserción efectiva en la economía y beneficios palpables para la población”.
Y aquí viene lo más significativo, ya que esa inserción efectiva de los nuevos actores en la economía se pretende lograr por medio de una implementación efectiva del sistema de control especialmente diseñado para ellos. Dicho de otro modo, quién no se porte bien y no responda a las directrices del régimen, no podrá jugar.
El ministro dedicó especial atención al papel de los entes controladores, organismos y territorios en este proceso y dijo que se trabaja, además, “en la propuesta de Instituto para la atención, coordinación y control de los actores económicos”. Otro instrumento burocrático más.
El ministro afirmó que 2023 será mejor que 2022, pero una vez más insistió en que “nada va a caer del cielo” y pidió realizar una evaluación crítica de “por qué no hemos avanzado más y qué tenemos que hacer diferente para alcanzar mejores resultados”. El ministro poniéndose en el lugar de los ciudadanos, en vez de asumir la dirección de los asuntos económicos. ¿Alguien entiende algo?
- Elías M. Amor Bravo.
- Analista cubano y especialista en formación profesional y empresarial.
Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales. Máster en gestión pública directiva. - Director de la Fundación Servicio Valenciano de Empleo. Director general de formación y cualificación profesional. Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia.
- Reside en Valencia, España.