Lunes de Dagoberto
Los sucesos del barrio de San Isidro y la noche de vigilia frente al Ministerio de Cultura, como todo acontecer histórico, nos sugieren lecciones y aprendizajes. El espíritu de esa velada del día y la noche del 27 de noviembre de 2020 con más de 500 cubanos y cubanas en armonía y paz, me trajeron a la mente unas palabras telúricas de José Martí que resumen su obra y pareciera que describen lo que sucedió esa noche en La Habana:
“Aquí velábamos; aquí aguardábamos; aquí anticipábamos; aquí ordenábamos nuestras fuerzas; aquí nos ganábamos los corazones; aquí recogíamos y fundíamos y sublimábamos, y atraíamos para el bien de todos, el alma que se desmigajaba en el país. Con el dolor de toda la patria padecemos, y para el bien de toda la patria edificamos, y no queremos revolución de exclusiones ni de banderías… Razón y corazón nos llevan juntos. Ni nos ofuscamos, ni nos acobardamos. Ni compelemos, ni excluimos. ¿Qué es la mejor libertad sino el deber de emplearla en bien de los que tienen menos libertad que nosotros? ¿Para qué es la fe, sino para enardecer a los que no la tienen? Es cierto que las primeras señales de los pueblos nacientes, no las saben discernir, ni las saben obedecer, sino las almas republicanas. Y esto hacemos aquí, y labramos aquí sin alarde un porvenir en que quepamos todos” (José Martí. Discurso del 10 de octubre de 1891).
Eso fue lo que aprecié en lo vivido por más de medio millar de personas libremente convocadas, y pacíficamente reunidas, que nos regalaron como esas “primeras señales” que a veces no sabemos discernir ni obedecer. Y que son primeras en el presente pero, como en el discurso de Martí, recogen todo lo vivido antes en la historia de la nación y prefiguran el porvenir. Creo que allí se veló, se aguardó, se anticipó el futuro de nuestra Patria. Allí se recogió, se contribuyó a fundir el alma cubana desmigajada por tantas razones y sinrazones. Se ha usado un hashtag que dice “Cuba duele” y se hizo una vigilia sin exclusiones ni banderías, sin compeler, ni ofuscarse, sin alarde, en la que razón y corazón engendraron la paz.
Esos 500 cubanos convirtieron en multitud las diversas señales de un pueblo sufriente y renaciente que hace años, meses, días, vienen creyendo en la fuerza de lo pequeño, en la eficacia de la semilla. Fue una eclosión de lo sembrado por tantos a lo largo de décadas. Esa Cuba nueva en la que quepamos todos que solo la saben discernir y obedecer las almas republicanas. La fecha en que Martí pronunció estas proféticas palabras unía todas las luchas pasadas por la conmemoración del 10 de octubre, con la obra de anticipación del futuro que se concretaría en 1895 con el comienzo de la contienda que nos llevaría a la independencia. Unir no dividir. Fundir en el amor lo que desmigaja la descalificación.
Unir pasado y futuro en un presente incluyente. Encontrar el equilibrio entre aguardar y anticipar, entre ni acobardarse ni ofuscarse. Encontrar un lenguaje y unas actitudes que ni compelan ni excluyan. Así lo dice Martí, así lo vivió. Así fue su apostolado. Así fundó, recogiendo el legado de Varela, la república “con todos y para el bien de todos”, sobre la base de eso que el Apóstol llamó la “fórmula del amor triunfante”. Solo con el amor se triunfa.
Quiero compartir lo que para mí fueron algunas de las señales de esa fórmula de amor sereno, pacífico, dialogante y exigente en esa noche de vigilia y esperanza:
- La convocatoria para encontrarse frente al Ministerio de Cultura fue libre, espontánea y abierta a todos. Eso es señal de libertad de reunión y de expresión.
- El ambiente logrado y mantenido hasta el final fue de serenidad y paz. Sin estridencias ni exaltaciones. Solo convivencia, aplausos, poesía, cantos y testimonios respetuosos. Así son los métodos cívicos y pacíficos.
- Lograron ponerse de acuerdo y redactar unas cuantas demandas, no muchas, no todas, las más urgentes: la libertad de los presos y en huelga, la libertad de expresión y de creación, el cese del hostigamiento, entre otras. Ese es el método de la democracia participativa.
- Lograron elegir a 30 representantes distribuyéndolos por manifestaciones del arte, la literatura, la prensa independiente, legitimando con su elección a los que participaron en el diálogo con las autoridades. Ese es el método de la democracia representativa.
- Lograron escoger a una vocera, joven, espontánea, que aceptaba rectificaciones, aclaraciones e incluso repetir ante la prensa las demandas y los nombres. Ese es el método de la transparencia.
- Lograron, sobre todo, que abrieran la institución gubernamental y fueran reconocidos como interlocutores válidos, vieja demanda de la sociedad civil cubana. Ese es el germen de convivencia social que seguimos demandando: reconocer al diferente.
- Lograron, al parecer, dialogar con respeto, durante más de dos horas, sin romper ni el contenido, ni la actitud, ni el modo. En parte acordaron, en parte discreparon, en parte dejaron para otra sesión de diálogo lo que parecía bloquear el presente. Este es el método de diálogo y negociación gradual y ordenada.
- Lograron reunir a tres Vicepresidentes: de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y el viceministro de Cultura de Cuba.
- Lograron culminar la sesión, salir con lo acordado y rendir cuenta de los acuerdos alcanzados a los que los habían elegido y a los que debían informar, como deben hacer los representantes electos, todo en la misma entrada del organismo oficial. Ese es el método de la “accountability” o rendición de cuentas a los electores.
- Lograron conseguir garantías de que la vigilia terminara pacíficamente como había comenzado y transcurrido, y la multitud pudiera retirarse ordenada y serenamente. Esto es lo que distingue la civilización de la barbarie.
Pero sobre todo lograron encender la esperanza en medio de la noche, convertir al centinela en pueblo, convertir la semilla en fruto. Hacer latir el corazón y la razón de Cuba de una forma nueva. Allí latía toda el alma de Cuba. Allí se demostró que el diálogo pacífico, ordenado, gradual y eficaz, es posible entre cubanos.
Es verdad que no estaban todos, pero todos eligieron libremente a sus representantes. Es verdad que no se consiguió todo, pero en ninguna negociación o diálogo se consigue todo y menos en una sola sesión. Es verdad que podrían estar autoridades de más alto nivel, pero hubo autoridades de tres instituciones oficiales, lo que equivale a un reconocimiento de esos representantes de la sociedad civil independiente como interlocutores válidos. En ningún proceso se consigue todo en el primer momento, y a veces ni en el último. Pero lo importante es que pudieron lograrlo. Digo igualmente: pudimos porque yo también me sentí representado si aquellos los eligieron libre y responsablemente. Eso es la democracia representativa que legitima a los elegidos y los obliga a rendir cuentas. Un ejercicio, un primer intento de diálogo que se ha logrado con sus limitaciones y faltas de entrenamiento, pero así son los procesos. Y a veces, esperando el final no disfrutamos el proceso.
Algo se encendió en la noche de Cuba, venía ya prendiéndose, viene de largas décadas de lucha pacífica, viene de los primeros que entregaron sus vidas, viene de los que después la siguieron entregando, viene de los opositores históricos y de los disidentes más jóvenes, viene como recogiendo en una sola noche todo el hondón de Cuba, todo lo que la Nación ha sufrido, vivido, logrado, durante estos 60 años en busca de la libertad. Allí no podían estar todos, pero nos sentimos presentes. Unos desde la eternidad, otros desde allende los mares, otros a través de las redes. No fue la primera vez ni será la última. Como en una de esas secuencias, poéticas y oníricas, de Fernando Pérez, vislumbré durante esa larga y luminosa noche, una comunión entre el pasado y el futuro, como en interminable peregrinar, en medio de gentes jóvenes, sus herederos, presentí ver pasar por allí cantando, aplaudiendo, rezando, proponiendo, a tantos mártires, a tantas iniciativas, a tantos opositores, a tantos periodistas independientes, a tantos artistas, economistas, filósofos, sacerdotes, monjas, pastores, laicos comprometidos, ateos, agnósticos, obreros, campesinos, gente humilde, valiente y honesta como la de San Isidro. Vi allí a todos los que en la Isla y en la Diáspora (Exilio, Camarioca, Mariel, balseros, los que atravesaron las selvas y los que murieron en el mar, los de toda ideología justa y pacífica), vi a todos, de todas las generaciones. ¿Fue solo un sueño lo que me pareció ver o en verdad estaban allí, como cimientos, como iniciadores, como fundamento, como inspiradores, unidos a estas nuevas generaciones como lo soñó y lo logró Martí: juntos el tronco añoso y los pinos nuevos?
No lo hemos conseguido aún, pero algo está naciendo, algo se mueve en Cuba y si ese algo se parece a lo que sucedió frente al Ministerio de Cultura, yo me apunto entre los que queremos que Cuba sea plural, inclusiva, democrática, pacífica, próspera y feliz. Felices aquellos que lograron encender otra luz de esperanza. ¿Qué vio Cuba en esa madrugada? He tratado de decir con mis palabras lo que yo observé e interpreté. Pero hace años rezo un bellísimo Himno de Vísperas en la Liturgia de las Horas del tiempo de resurrección, y que creo que lo expresa mucho mejor de lo que yo pudiera contarlo. Cuba resucita y resucitará en cada uno de los que el centinela vio que “todas esas criaturas eran todas buenas”. Se los dejo para, si lo desean, lo disfruten, lo mediten y lo compartan como un canto de esperanza en medio de esta larga noche:
¿Qué ves en la noche,
dinos centinela?
Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.
Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.
Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.
Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos,
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas!
Yo soy de los que creo que Cuba resucita.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.