Una experiencia aterradora

Viernes de Rosalia

Mejor no enfermarse y no caer en un hospital. La situación actual que presenta el sector de la salud cubana es caótica, más aun con la agravada situación de la pandemia. Hace unos días viví junto a mi padre una terrible experiencia en el hospital Abel Santamaría de la provincia de Pinar del Río.

Mi padre se presentó en la noche en la consulta de otorrino del hospital debido a un cuerpo extraño que se atoró en su esófago, impidiendo el paso de cualquier alimento y saliva por dicho conducto. La solución al problema era realizar una endoscopia con anestesia general en el salón. Acto seguido de firmar el consentimiento pasamos a la sala de urgencias, la cual estaba bastante llena, para ser atendida en el horario nocturno por dos enfermeras, no tenía una silla para sentarme.

Se realizaron los análisis pertinentes, de los cuales el técnico de laboratorio debió repetir uno que al parecer olvidó y cuando pregunté, se limitó a responder que había que volverlo a hacer sin más en un tono grosero, mientras se limpiaba la sangre que le salpicó en el dedo con un algodón que un segundo después puso en el pinchazo del paciente. Mientras esperábamos, llegaron dos casos de urgencia, los cuales debieron atender antes debido a su gravedad en el único salón que estaba funcionando en un hospital provincial, que también está atendiendo a los pacientes correspondientes del otro hospital, León Cuervo Rubio, el cual actualmente está recibiendo a los casos de COVID-19.

El segundo caso de urgencia que atendieron según nos informaron los médicos fue muy complicado y estuvo en el salón desde las 3.00 am hasta casi las 9.00 am. Al terminar con ese caso iban a atender a mi padre que estaba esperando sin poder tragar ni su propia saliva desde las 10.00 pm del día anterior. Al ver que la mañana avanzaba y no nos llamaban salí a preguntar una vez más a la doctora a cargo del caso, y me informó que aun no llamaban del salón. Más tarde me informó que no tenían ropa esterilizada para entrar al salón pues se había agotado, la estaban lavando, no podía creer lo que escuchaba. Al seguir pasando el tiempo fui personalmente al salón a preguntar y la jefa de salón me explicó que su personal estaba en toda la disposición de ayudar, pero estaban esperando la ropa.

Fui a quejarme a Atención a la población del Hospital donde expresé mi preocupación con la seria y crítica situación que presenta el hospital en todos los sentidos. Desde que haya un solo salón disponible cuando habían varios pacientes, no solo mi padre esperando atención, y hablo de un paciente con apendicitis y otro con una obstrucción intestinal que se encontraban allí desde la misma hora que mi padre, y también esperaban. Además, me quejé de la falta de material y medicamentos, de higiene, de seriedad y ética por una parte del personal médico. Tomaron nota a mis inquietudes y quedaron en darme respuesta, la cual aún pasados varios días no recibí, al menos me sirvió para que me informaran, a ratos, de cómo iba el lavado de la ropa, la cual no estuvo disponible hasta las 12.20 del medio día que pudieron atender a mi papá. Las camillas en los pasillos con los pacientes y un enfermero durante el día, el cual llegó de muy buen humor, y a la hora ya no se podía mirar su cara, en parte lo entiendo.

Ahora mismo todos son problemas, pero que no haya ni condiciones para la atención de salud nos deja a la intemperie totalmente. Esto no es nada comparado a lo que escucho de boca de muchos, y a lo que se está viviendo. Se ve de todo, como hay médicos desconectados de su trabajo, así como otros atentos y afectados por la situación que enfrentan al tener que dar la cara a los pacientes y escuchar las inquietudes y desesperaciones de estos, los cuales están al límite ante este caos.

Que Dios nos ayude.

 


  • Rosalia Viñas Lazo (Pinar del Río, 1989).
  • Miembro del Consejo de Dirección del CEC.

 

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