Comienza el año 2024. Transcurre la primera semana y todavía estamos en tiempo de felicitaciones, de reencuentros con los que no vimos en Navidad o fin de año y desear lo mejor para los próximos 365 días. Inicia un año que viene con la cicatriz de un 2023 de separación, tristeza y crisis sobre crisis. No será fácil superar esas consecuencias negativas que heredamos, o que venimos heredando por décadas. Corresponde a cada persona hacer un esfuerzo, algunos dirán que sobrehumano, para como se dice en el lenguaje popular “entrarle con todo”.
Las celebraciones típicas de esta fecha han estado marcadas por signos visibles que difieren de otros tantos años: el silencio en las calles y casas, la oscuridad exterior e interior, reflejada en ese propio silencio cuando cae la tarde, en lugar de aquel jolgorio de las fiestas, el brillo y la alegría. Esta tristeza crece con la escasez en la mesa porque lo poco que hay es caro y no está al alcance de todos los bolsillos.
Por otra parte, entre las huellas más notables que nos dejó 2023 están las consecuencias derivadas de la emigración. Miles de familias se acercaron a la mesa de Nochebuena, y de estas fechas, con muchas sillas vacías. Entre los ausentes hay padres, madres, hijos, abuelos, tíos, se han separado matrimonios y familias enteras. Al final, y por mucho que se le endilgue a los gobiernos foráneos la causa, el problema de raíz es cubano. Llegará un día en que la emigración no sea una decisión forzada pero, entretanto, son los móviles políticos, económicos y sociales en busca de una vida mejor, solos o reunificados, los que incitan a huir. Prevalecen ante una situación nacional que, en lugar de alentar al pueblo, anuncia más restricciones y caos.
Con profundo dolor escuchaba entre los múltiples mensajes de felicitación una frase que denota todo el grado de decepción en el futuro de Cuba. Desgraciadamente, el proyecto de Nación, no se vislumbra que sea enrumbado hacia nuevos horizontes que dignifiquen la vida. Entonces fue muy popular en esas jornadas aquello de: “te deseo lo mejor para este año, lo que más esperas, lo que necesitas”. Y después, por si no quedaba evidente, la aclaración de que se refería a la llegada del “parole humanitario”. Es doloroso que un ciudadano que quiere echar raíces en su país, tenga que buscar la solución a sus problemas en tierras extranjeras. Es poco educativo enseñar a exigir a un gobierno extranjero si el proceso va más o menos lento, cuando el largo proceso revolucionario cubano no concluye y los pocos frutos temporales que ha dado han salido bastante amargos. Es un daño contra la esperanza, la ilusión y el bienestar del pueblo, recibir de regalo por las fiestas más esperadas del año, un paquete de medidas que auguran una vida peor para el tiempo venidero. Es inhumano pedir más resistencia, sobre todo cuando no hay creyentes ni convencidos en el proyecto que ha demostrado no ser efectivo y se recicla, pero no cambia ni progresa.
Ante todas estas vicisitudes, sabidas, compartidas y sufridas por todos queda un consuelo, que para muchos podría ser consuelo de tontos; pero que ayuda, no a resistir, sino para los que usamos un lenguaje menos de contingencia y de guerra, a ser resilientes.
Lo primero es dar gracias por la vida, que aun en medio de la adversidad nos convoca a no tirar la toalla, a sacar fuerzas a veces de dónde no las hay, para seguir adelante. Gracias por la vida nueva que se da cada vez que se apuesta por la procreación y se dice no al aborto. Gracias por la vida que en medio de la agitación, el sinsabor cotidiano y las flaquezas humanas mantiene viva la fe y atisba un rayito de esperanza.
Debemos disfrutar, de la forma en que cada uno de nosotros entienda mejor, los pequeños triunfos, las pequeñas metas alcanzadas. Ellas, a fin de cuentas, son el combustible para el camino, la energía que podemos reservar para los días más grises. Y también ¿por qué no? agradezcamos las lágrimas que fueron derramadas el año que pasó. Ellas nos hicieron más fuertes, nos mostraron la sensibilidad humana y la capacidad de sobreponernos a la tormenta y convertir la lágrima en sonrisa. También contemos positivamente las veces que, hasta estando abatidos, fuimos capaces de consolar y tender la mano amiga a quien estaba peor que nosotros.
Es motivo de felicitación saberse labradores de nuestros propios destinos, decisores de nuestro estado de ánimo e inteligencia emocional para aguantar el temporal, responsables conscientes de todos los buenos actos realizados. Y también de los malos, de los que sacamos experiencias necesarias para no tropezar de nuevo con la misma piedra.
En fin, sin conformismos derrotistas, ni aspiraciones inalcanzables, demos gracias por el 2023 y demos la bienvenida a un nuevo año donde podamos sumar triunfos y no vicisitudes.
¡Que la justicia, la paz y la anhelada libertad lleguen a Cuba! No dejemos pasar la oportunidad de otro año para trabajar en el camino que conduce a lo que tanto anhelamos. Esa será una solución más efectiva que la estampida que desmigaja al país y siembra la tristeza en el alma cansada de la nación cubana.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.