Por Karina Gálvez
Parece que al fin se aproximan los cambios en Cuba y muchos nos preguntamos qué hacer para que el cambio sea lo mejor posible. Es un hecho que la mayoría de los cubanos lleva más de cuarenta años sin experimentar cambios esenciales dentro del país y, además del temor normal a los cambios, tiene un “plus” de inseguridades que lo paralizan y que provocan reacciones, a primera vista, indiferentes o desidiosas.
Pero los cubanos hemos demostrado que no somos nada indiferentes ni nos dejamos llevar por la desidia. Aún en los momentos más difíciles, en el peor momento del desierto, hemos sabido aprovechar con creatividad y empeño los oasis que el gobierno se ha visto en la necesidad de ofrecer. Que conste que cuando hablo de los cubanos no me refiero al Estado o el gobierno cubanos, sino a la nación cubana, no me refiero a los que no supieron aprovechar ni dejaron que otros aprovecháramos la ayuda del CAME, o de Venezuela, o de la Unión Europea, o de un mundo que se abrió a Cuba después de la visita de Juan Pablo II en 1998; me refiero a los que hemos sabido aprovechar la apertura al trabajo por cuenta propia o las oportunidades del mercado en divisas, o las remesas familiares, o los viajes al exterior por misión o colaboración y hemos hecho que en Cuba, se conozca el mundo tal cual es y no como nos lo presentan, que se encuentre en el mercado negro lo que no podría encontrarse en el mercado estatal o que rueden los automóviles de hace 50 años con las condiciones de un auto moderno.
Teniendo en cuenta que un verdadero cambio esencial en Cuba, implica un protagonismo de la nación en él, es importante que las inseguridades sean mínimas, las que por naturaleza son inherentes a la vida misma (que no puede ser plenamente vivida sin riesgos), que se manifiestan con más ímpetu en los procesos de cambio, y que el ambiente, que sí debe ser garantizado por las autoridades, sea cada vez más propicio para impulsar y estimular la creatividad y la laboriosidad de los cubanos.
En el artículo del número pasado de Convivencia “Un 7,5 de crecimiento económico impalpable”, yo mencionaba algunas medidas que podrían hacer que se notara la voluntad de cambiar verdaderamente de un crecimiento económico que solo se notaba en las cifras a un crecimiento económico palpable en las mesas y en los bolsillos de la gente. Hoy quisiera compartir con ustedes, algunas condiciones que creo que deben acompañar los cambios para que la nación cubana se aliste lo antes posible a participar con todo su ser en ellos.
1. Seguridades legales para negociar, trabajar.
Es verdad que los cubanos somos emprendedores y solo necesitamos una brecha por donde escabullir nuestra creatividad y empeño pero también es cierto que desde hace muchos años sufrimos la falta de seguridad legal. Lo que hoy se permite por ley, mañana se convierte en una prohibición de hecho, algunas veces sin siquiera cambiar la ley (por decreto ley o por resolución). Sería normal que ante la perspectiva de un cambio en el ámbito económico, nos mostremos recelosos y escépticos y lo asumamos como si fuera solo por un tiempo.
Esto podría retrasar el efecto del cambio. Los que quieren dedicarse a su proyecto, no lo hacen hasta que pase un tiempo. No se atreven a dejar sus “seguridades”(trabajos estatales por un salario insuficiente) para cambiar sin que se sienta medianamente seguro de que el cambio es sostenible y no está sometido a la voluntad o los deseos de una persona o un grupo de personas. Para esto necesitamos:
– leyes sin ambigüedades, figuras delictivas bien delimitadas y una instancia a la cual reclamar en caso de violación por parte de los que velan por el cumplimiento de la ley
– fácil acceso a la información, que garantice plenamente el conocimiento de la ley.
2. Seguridades monetarias: doble moneda, salarios justos, salario mínimo, créditos.
Es necesario que sean mínimas las desigualdades generadas por los cambios de tipo económico. Hasta el momento, las desigualdades son generadas por causas injustas: tener o no familia en el extranjero, pensar igual que el gobierno o estar dispuesto a “representar el papel”, trabajar en el turismo o en el Ministerio del Interior. Si se producen los cambios que esperamos, las diferencias serán de otro tipo, pero dolerán igual si son causadas por falta de oportunidades para algunos. Esto se paliaría con:
– la eliminación de la doble moneda
– la exigencia del pago de salarios justos y el establecimiento de un salario mínimo
– así como la concesión de créditos y préstamos que igualen las posibilidades de los cubanos de Cuba y los de la diáspora, de los que han tenido hasta ahora más oportunidades con las de los que no han podido ni recibir remesas, ni viajar al extranjero, ni ocupar altos cargos en las corporaciones, etc.
3. Seguridades a largo plazo: seguros de vida, seguridad social, proyectos futuros.
Los humanos siempre pensamos en el futuro y no podemos desprendernos de la necesidad de tenerlo mínimamente asegurado. El no saber de proyectos futuros mediatos nos hace titubear y comportarnos con recelo, con reservas. Por otra parte, saber que el desamparo no es el futuro, también es importante para condicionar nuestra actuación ante un cambio económico y social que, aún cuando se produzca de forma gradual, dará un vuelco a la forma de vida de hace 50 años. ¿Qué ayudaría?
– Crear los adecuados mecanismos de protección social estatales.
– Facilitar la aparición de mecanismos privados y de la sociedad civil.
– Establecer las bases para que el funcionamiento de cada mecanismo esté en dependencia directa con el esfuerzo personal en aras del bien particular y del bien común.
– Hablar más de proyectos que de medidas, compartirlos con los implicados en ellos, discutirlos y someterlos a discusiones.
Todo esto pudiera dar a los protagonistas del cambio, un respaldo que les permitirá actuar más libre y los obligará a actuar más responsablemente.
4. Seguridades de inserción en la economía mundial con el respeto debido a la soberanía nacional.
No queremos los cubanos ayudas que creen dependencias infantiles. Ya crecimos y se nos ha frenado el desarrollo como nación, y en el momento en que parece que volvemos a la vida normal del mundo, con ignorancias y atrasos, no necesitamos que nos vuelvan a frenar, haciendo por nosotros lo que nos corresponde. Recibiremos toda la ayuda que se nos brinde con respeto y agradecimiento. Pero ayudaría que la comunidad internacional continúe siendo tan respetuosa de las decisiones del gobierno cubano, sea cual sea este, como ha sido hasta ahora.
En este mundo globalizado y de economías abiertas, no queremos que Cuba continúe aislada, queremos intercambiar con el mundo, negociar con el mundo, vivir en el mundo. Es muy importante para nosotros la ayuda internacional en un primer momento, pero una ayuda encaminada a que los cubanos podamos en el menor plazo posible, transformar las relaciones de ayuda por las de intercambio.
Estamos conscientes de la imposibilidad de que los cambios, de que cualquier cambio, sea en un ambiente seguro y sin riesgos, tampoco sin costos. Se trata de asegurar aquellas cuestiones que pueden asegurarse, hasta donde pueden asegurarse, para que la incertidumbre sea mínima y no frene los cambios. Lo que frena a los cubanos no es el riesgo, eso lo sabemos bien. Tampoco es su capacidad de sacrifico o de recuperación, eso está probado en la historia de esta nación. Por eso creo que una buena fórmula en un primer momento, es: cambios graduales, pero profundos; máximo de riesgo pero con mínimo de incertidumbre; máximo de oportunidades, pero para todos; máxima protección pero nada de paternalismo; máximo de ayuda internacional pero durante el menor tiempo posible.