UN MAGNÍFICO DÍA PARA EL BLUES

 

Foto tomada de Internet.
  • A los emigrantes olvidados,
  • porque ellos también son la Nación.
  • La abuela de Argelia no conoció el Blues,
  • no pudo vibrar bajo sus notas ni siquiera
  • en los últimos añosde su vida.

 

  • Igual que a muchos más,
  • el trabajo duro le arrancó
  • la belleza del rostro y deformó sus manos
  • cuando solo era una niña endeble en un pueblo insignificante
  • emergido en un recodo del caribe.

 

  • El día en que murió en casa de un extraño,
  • gravitó sobre aquellas memorias de la infancia
  • en las que lanzaba piedras al mar
  • y las olas repetían: blues, blues
  • mientras sus sueños detrás del mangle,
  • parecía una eternidad.

 

  • En esa época
  • sus manos ya conocían el carbón
  • y el olor agridulce de la madera
  • sobre los hornos,
  • donde le hicieron el amor
  • por primera vez
  • como a un animal, a los doce años.

 

  • Sus últimas palabras fueron
  • en su idioma natal
  • dedicadas a su padre,
  • cuyos huesos descansaban en aquel pedazo de su niñez
  • del que no podía recordar el nombre:
  • ­Te he visto venir antes
  • en mis sueños,
  • pero estas manos ya no tiemblan,
  • unas manos deformes no pueden
  • enfrentarse a la belleza
  • ni al amor por supuesto,
  • nadie la entendió.

 

EL MAR NO ES UNA PALABRA

  • A Y. que se la tragó el mundo
  • por algún sitio de Europa, pero todavía lo recuerda.
  • Hacia la playa donde alguna vez
  • ocultamos la inocencia,
  • volvimos con estas muchachas
  • desde el viejo rompeolas.

 

  • Como botones en flor
  • ellas se abren
  • sin decir una palabra.

 

  • Es octubre, las hojas serpentean sobre el andén
  • y el olor de la estación se nos adhiere como el polen
  • mientras un cono de luz
  • dentro del agua destruye
  • el ámbar de la adolescencia.

 

  • Esa tarde violeta del año 1992
  • fue el preludio de un amor
  • que luego colmaría nuestros ojos,
  • yo lo sabía al menos
  • por eso algo intenté decir,
  • solo para olvidar
  • la dulce monotonía del océano
  • pero detrás pasan los grandes barcos
  • (estos se marchan para Odessa)
  • como bestias, y una de ellas preguntó:
  • ¿Que produce ese ruido ahí detrás,
  •  porqué es tan sutil tan insolente?
  • ¿Ese de ahí?
  • es solo el mar,
  • le dije y más allá
  • otra vez el mar.

 


  • Fidel Gómez Güell (Cienfuegos, 1986).
  • Licenciado en Estudios Socioculturales por la Universidad de Cienfuegos.
  • Escritor, antropólogo cultural e investigador visitante de Cuido60.
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