Un análisis económico de nuestros últimos sesenta años

Por José Gabriel Barrenechea Chávez
Variables productivos.
Hace ya algún tiempo en un artículo del periódico Granma se criticaba la Constitución de 1901, entre otras muchas razones porque no le daba a la mujer cubana el derecho al voto sin tener en cuenta el articulista, un alto funcionario del gobierno, por cierto, que para esa fecha ninguna otra constitución del mundo, (al menos a escala nacional) le garantizaba tal derecho a las féminas.
Y es que la falta de un amplio sentido histórico nos lleva necesariamente a los peores errores de criterio. No debe, por tanto, asombrarnos que algunos individuos, y a veces hasta venerables instituciones, piensen y escriban semejantes despropósitos.
Comprender el pasado, sin apasionamientos desmedidos o ideas preconcebidas, es vital para constituirnos un futuro mejor, tal ha sido nuestra divisa al escribir este artículo.
Para ello recontextualizar cifras, valores y hechos, que le permitan al cubano de a pie, ese que no ha dejado la Isla y que en los últimos cincuenta años no ha tenido otras fuentes de información que las del gobierno, formarse un criterio. Y para que no lo haga retraerse con suspicacia lo de más allá de nuestras fronteras, a la vez que para que pueda comprobar la veracidad de los datos que ponemos a su consideración, hemos cuidado de no usar más que lo que nuestras autoridades (revolucionarias) hayan publicado o autorizado (su circulación). El Granma, Juventud Rebelde, libros de nuestras editoriales, la enciclopedia Encarta, instalada en nuestras computadoras escolares.
En general, este trabajo no tiene como objeto molestar a nadie ni a nada. En todo caso debe verse como una respuesta a la invitación que se nos ha hecho desde las más altas esferas a debatir con franqueza nuestros problemas económicos, reafirmada no hace mucho por el diario Juventud Rebelde, en su edición del 10 de Agosto de 2009.
Es cierto que no es un estudio académico, pero nadie negará que existen cuestiones que interesan a toda la ciudadanía, y que en consecuencia conllevan un abierto debate público. Y no solo porque sean cuestión de derechos, sino por simple utilidad. Muchas veces el ciudadano común, sin currículo de ninguna especie, tiene respuestas más realistas a problemas que se nos presentan como sociedad, que los más relevantes doctores, o los más experimentados estadistas.
Producto Interno Bruto (PIB), o ingreso percápitas.
Decirnos, como en “La Revolución Cubana. Premisas Económicas y Sociales” de Orlando Valdés García, que el percápita del ingreso nacional era de 162 pesos en 1952, así sin más ni más, sin tan siquiera comentarnos de paso la equivalencia de nuestro peso con el dólar por ese entonces, es no jugar limpio. Fuera de contexto, sin datos de otros países que permitan establecer una comparación, para sujetos que poco o nada han escuchado de la natural tendencia del dinero a perder su valor, semejante cifra suena cual contundente afirmación de nuestra extrema pobreza para el último año, del último de nuestros gobiernos democráticos.
¿Mas es en verdad así?
En el año 1970, en medio del esfuerzo decisivo que sacaría a nuestra patria del subdesarrollo, “La Zafra de los 10 Millones”, se publicó por Ciencias Sociales un pequeño pero sustancioso libro “Países pobres, Países ricos”, del belga L.I Zunmeman. De este hemos tomado los datos que junto al valor citado para Cuba nos han servido para elaborar las dos tablas siguientes:
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Lo primero que advertirá el que observe estas tablas es que no es lo mismo el dólar de 1952 que el de la actualidad lo segundo, que en un mundo que más de la mitad de la población, concentrada en África Subsahariana, Asia Suboriental y Lejano Oriente, incluyendo a China subsistía con menos 110 dólares como promedio, el ingreso percápita cubano triplicaba esa cantidad. Pero hay más, en aquellos años superábamos a países como Japón, España e Italia, que hoy tan detrás nos han dejado en la carrera del desarrollo y de donde al presente recibimos, en lugar de los famélicos inmigrantes del pasado, turistas arrogantes.
De hecho, en el referido año 1952 nos superaban EE.UU., Canadá, Europa Noroccidental, Australia y Nueva Zelandia, y por un margen la U.R.S.S. y tres de sus satélites, RDA, Polonia y Checoslovaquia. En América Latina solo se nos iban delante Argentina, Venezuela, aunque no por mucho.
No era nuestra posición de las primeras pero tampoco de las últimas, o incluso de las del medio. Corríamos un poco más acá con bastante aire. Pero para remontar nuestra posición, sin embargo se imponía superar tres problemas básicos que lastraban nuestro desarrollo.
1.- La subordinación de la economía a las clases políticas y sus intereses.
2.- La falta de recursos energéticos propios y baratos.
3.- La persistencia del azúcar como eje de nuestra economía cuando ya hacía mucho la misma había dejado de ser el producto universal de intercambio económico, como lo fue en su momento, a fines del XVIII e inicios del XIX.
¿Pero se superaron los mismos con los nuevos aires a partir de 1959?
Nada responderá con mayor efectividad a esta pregunta que una comparación entre la posición de nuestro ingreso percápita en la época más citada, y el PIB percápita del presente, usando como es lógico los mismos países de la tabla II. Puede hacerse ya que aunque en rigor ambas magnitudes, PIB e Ingreso, no miden exactamente lo mismo, la diferencia es solo ligera. Además, y es lo fundamental, como ya antes dijimos, no compararemos valores de un período con el otro, sino las correlaciones, las posiciones de los mismos en cada uno en específico.
Debido a la ausencia de valores creíbles para nuestro PIB en la actualidad, se nos dificulta hacer una comparación entre las dos épocas. El valor de $200 dólares percápita, presentado por el Ministro de Economía José Luis Rodríguez a la Asamblea Nacional, el 21 de diciembre de 2002, se basa en la existencia de servicios que solo se brindan nominalmente para una gran parte de la población, transporte, higienización urbana, agua corriente y potable, en los precios que otros como en los de la salud y educación tienen en EE.UU., donde son mucho más caros que en ninguna otra parte del mundo, tal como nos demostró Michael Moore en su multipremiado “Zicko”, y en cifras evidentemente muy infladas del consumo de alimentos, que increíblemente no son similares a las de 1989, como se nos dice en el referido informe, sino que incluso las superan, acercándose a los valores del mejor año en nuestra historia en este aspecto, 1986. Pero además, tampoco se restó a los cálculos que originaron esa cifra la creciente descapitalización del país.
Posteriormente a la presentación de la misma, se hicieron malabares con el precio de un litro de leche subvencionado, pero para nada se consideró la desaparición de industrias, el empeoramiento de nuestros caminos y acueductos, o de los graduados de todos los niveles de enseñanza.
Sin embargo, aún con semejante dificultad se puede intentar un cálculo aproximativo. Considerando por un lado que existen relaciones entre el consumo de corriente y el PIB percápitas, lo que nos aproximaría a China y sus 1490 dólares, y a la vez, el aún algo mayor desarrollo en Cuba de los servicios que en ese “milagro económico”, junto a toda otra serie de factores que sería fatigoso enumerar en un trabajo de esta naturaleza, creemos que para Cuba esa cifra es algo mayor que la de Bielorrusia, situándose alrededor de los 3 000 dólares percápita. Y con ese valor, con el que estamos seguros no muchos estarán de acuerdo por considerarlo demasiado largo, unido a lo que para los demás países nos brinda la Enciclopedia Encarta 2006, referido al año 2004, podemos armar la tabla siguiente:
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No hay mucho que decir, del lugar 4 en la Tabla II, al 11 en esta III.
Pero quizás nada nos evidenciará más este retroceso, que una comparación entre nuestros valores correspondientes y la media mundial de los mismos para cada uno de los momentos históricos antes tenidos en cuenta.
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Se nos podría argumentar que retrocesos semejantes, o peores, han experimentado la gran mayoría de los países latinoamericanos en especial el caso de Argentina, del 1,3 al 0,5 pero la diferencia radica en que en ningún otro de ellos se renuncio a tantas cosas entre los derechos civiles básicos, con el objetivo de lograr sacar al país del subdesarrollo económico, en que sí no estábamos todavía metidos de lleno, la no superación de los problemas básicos antes mencionados, en un mundo en que algunas regiones despegaban a velocidades de vértigo, terminaría hundiéndonos.
Energía Eléctrica:
En 1963 se elaboró en la entonces Checoslovaquia, por el Instituto de Cartografía, el “Atlas Geográfico Mundial de Bolsillo”, en el que tantos cubanos nacidos en esa década, y a inicios de la siguiente, aprendimos los rudimentos de la Geografía. De allí hemos tomado los datos que nos sirvieron para elaborar la siguiente tabla:
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Como en el mencionado Atlas no se especifica si en cuanto a Cuba los datos corresponden al período 59-60, o a otro año posterior, hemos preferido utilizar otros que están fuera de toda duda, los del informe rendido por el primer Secretario Dr. Fidel Castro al Primer Congreso del Partido.
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¿Qué podrían haber respondido los defensores a ultranza de los caminos que terminó asumiendo la Revolución, si gracias a alguna máquina del tiempo hubieran ido a parar del presente al año 1960, (y allí se hubieran encontrado a los opositores de entonces, adueñados de esa réplica infaltable hoy día en sus arsenales teóricos ). A saber: ¿Pero …por qué querer compararnos con las naciones ricas…” Nosotros debemos compararnos con nuestros hermanos latinoamericanos, de África, de Asia…”
Lo cierto es que entre nuestros hermanos latinoamericanos solo nos superaban Argentina y Venezuela de la que por desgracia, carecemos de los datos exactos. Entre africanos y asiáticos, nadie, y esto no lo olvidemos, cuando se habla de una nación que cargaba un pesado lastre a su desarrollo, el que con más fuerza se imponía resolver la carencia de energías propias y baratas. De hecho, si se comparan atentamente las tablas II y V, se verá que naciones como Italia y España, a las que como ya vimos superábamos en el ingreso, llegaban hasta doblarnos en la cantidad de energía percápita con lo que aunque partían de atrás en la carrera del desarrollo, lo hacían con una mejor base.
¿Se resolvería este vital desequilibrio en los años que siguieron?
No, por el contrario.
A los nacidos en las décadas de los sesenta y setenta, y en menor medida en los ochenta y noventa, se nos ha martillado más de una vez en el mismo logro de la Revolución, que hasta multiplicó la cantidad de energía eléctrica que producía el país en 1958. ¿Mas, fuimos acaso los únicos que crecimos tanto?
Para la siguiente tabla, que esperamos ayude a responder la pregunta anterior, nos hemos servido de la Enciclopedia Encarta, en su versión 2006.
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No nos resulta muy difícil imaginar algunos de los pensamientos que pasarían por las mentes de los jerarcas del PRI, ante su derrota electoral del 2001, si por acaso tuvieren el mismo elevado criterio de su extraordinario papel en la historia de su país, que otros han mostrado. ¡De nunca menos que de malagradecidos vituperarían al pueblo mexicano, ciego ante el hecho de que ellos lograran hacer crecer la generación de energía eléctrica en 22 veces, en el mismo período de tiempo que su revolución vecina, la cubana, lo consiguiera tan solo en menos de….!!
Porque, admitámoslo, la tristísima realidad es que en el período revolucionario nuestra capacidad de generar electricidad ha aumentado solo en mayor medida que en algunos países industrializados, y esto, más que nada, porque en dichas naciones desde hace mucho, desde la década del setenta y la primera crisis petrolera, más que la producción, ha crecido la eficiencia en el consumo de la electricidad. Se aplica allí, lo que nosotros recién descubrimos en el 2006: el uso de tecnologías menos gastadoras y contaminantes, no reducido, por cierto; el cambio de bombillos incandescentes por ahorradores, o la entrega de cocinas y refrigeradores más “eficientes”, a lo que en nuestra rimbombancia habitual hemos llamado “Revolución Energética”.
La comparación de los percápitas, por su parte, inhabilita el cuestionamiento que desde la realidad de los muy diferentes aumentos poblacionales experimentados por los países en estudio, se le podría hacer a lo planteado anteriormente. Se puede ver que también el que menos creció en dicho período fue el cubano, al menos entre los países latinoamericanos, aunque estaban a un nivel comparable al nuestro en el período 1958-60. De hecho pasamos del tercer lugar al noveno de dichos países, y lo peor, seguimos retrocediendo.
Podría, por último, caber la duda de si ese menor aumento nuestro es debido a que a partir de 1990, con la derrota soviética en la Guerra Fría, nuestra economía se vio envuelta en condiciones “extraordinarias”, “especiales”.
Para demostrar que no es así, usaremos los datos que pueden encontrarse en la Revista Bohemia, correspondiente al 26 de enero de 1979.
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Es ya evidente que para 1975 naciones que en el 59 nos seguían, y no de cerca, ya nos habían alcanzado, México y Brasil, en específico, empuñándonos del tercero al quinto puesto. Naciones que, por cierto, no tenían asegurada, la venta de sus producciones básicas a precios “justos”, en un mercado como el soviético “que nos compraría toda el azúcar que produjéramos”, como informó el primer ministro, Dr. Fidel Castro, en su intervención ante las cámaras de televisión para informar el fracaso de la Zafra de los Diez Millones, el 20 de Marzo de 1970.
Transporte Ferroviario:
En general, en los últimos 50 años en el mundo ha habido una tendencia a la disminución de las redes ferroviarias, como se podrá confirmar en la tabla VIII, elaborada con datos sacados de los ya, en repetidas ocasiones, utilizados “Enciclopedia Encarta”y “Atlas Geográfico Mundial de Bolsillo”.
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Resulta claro que el único de los países de la lista que ha experimentado un aumento significativo, casi de dos veces, ha sido China. Podría decirse lo mismo, o más incluso, del caso norcoreano, aunque aquí no hemos podido obtener los datos de ninguna fuente válida a esta investigación, y en especial de la URSS, entre 1929 y 1965, pero que evidentemente no cae dentro del período en análisis.
Esto no es casual. Tiene que ver con el que en los países comunistas la tendencia planeada al inicio de este epígrafe en realidad no se cumple. En ellos, en los períodos en que se creció, también lo hizo una forma de transporte mucho más acorde con los ideales colectivistas de la sociedad en cuestión, y hasta con su empeño por seguir atadas a lo que mejor supieron hacer sus economías: acero, cientos de millones de toneladas de acero.
Sin embargo, es en un país comunista donde la tendencia a la disminución de las redes ferroviarias llegó a los mayores extremos.
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Es bueno recordar que se habla de la nación que mejor relación tenía, a nivel mundial, entre su área superficial y la longitud total de sus líneas férreas. Si no se cree, puede consultarse al Capitán Enrique Núñez Jiménez en su inolvidable “Geografía de Cuba”, prohibido por el sargento devenido dictador, Fulgencio Batista, nada menos que porque, según él, ese libro se dedicaba a desacreditar el paraíso que será la Cuba de los años cincuenta bajo su “próspero” gobierno. Pero en la primera edición, porque en la segunda, posterior a la Revolución, debió quitarse para dar lugar al parecer a los temas relacionados con la Reforma Agraria. Por cierto, que en esta nueva edición, el total de kilómetros de líneas se redujo hasta 9600, no sabemos si por alguna errata.
¿Pero por qué entonces este alucinante retroceso, en la más centralizada de las economías comunistas, donde se llegó al extremo de estatalizar hasta los puestos de fritas?
En Cuba, por entonces el mayor productor de azúcar del mundo, la caña, en la mayor parte de su recorrido, se transportaba por ferrocarril desde los campos al central. La carreta tirada por bueyes nunca recorría más de 4 kilómetros, y casi nunca llegaba directamente hasta el central, a menos que los cortes no excedieran aquella distancia de este. Para evitarlo, las áreas cañeras estaban cubiertas por una espesa red de líneas férreas, principalmente de vía estrecha, y por numerosos “chuchos” o transbordadores, en donde mediante sencillos mecanismos, se podía pasar y a la vez pasar las cañas desde las carretas hasta los vagones de trenes.
Este sistema, económico en extremo, tenía un defecto fundamental: que si el central carecía de una muy buena administración que organizase óptimamente los cortes de caña y su transporte hasta aquel, se enfrentaba a una disminución incosteable de los rendimientos, ya que como es sabido, la caña comienza a perder azúcares desde el mismo momento en que es cortada.
Antes del 59 abundaban los buenos administradores, cubanos en su gran mayoría que habían heredado el oficio en muchas ocasiones de sus tatarabuelos. Después, sin embargo, la carencia de no ya buenas, sino incluso de regulares administraciones se convirtió, junto a las políticas de pleno empleo que sobrecargaron las plantillas, en graves problemas dentro de la agroindustria azucarera. En consecuencia, durante los sesenta y los setenta, no eran infrecuentes las cañas que se pasaban hasta una semana encima de un vagón de ferrocarril, con la consiguiente pérdida económica.
A tal punto llegaría el problema, que cuando el corte de caña se mecanizó para los ochenta, se prefirió que los camiones siguieran directo desde los campos al central, sin importar las distancias entre ambos. Eran, claro, los años en que los soviéticos nos subvencionaban 100 millones de barriles de petróleo, con lo que hasta los derrochadores camiones ZIL resultaban rentables.
Hoy el resultado de la desferrocalización del país puede verse aquí y allá, en algún callejón inexplicable dado su poco uso, en esos espacios entre dos fincas, que no acabamos de entender porque no colindan, pero también en un corral rústico construido con rieles de lo que en su día fue un transitado camino de hierro, o las bases de una casa, armadas con las traviesas de hormigón de la línea abandonada vecina…
Ejemplos todos de un proceso más general, de incontenible descapitalización de la Isla, que unidos a nuestra escasa producción contemporánea, y al insuperado problema de la energía barata y abundante, nos ensombrecen el futuro.
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