Todo por un peso en El Cristo de La Habana

Por Karina Gálvez

El Cristo de La Habana.

El Cristo de La Habana.

Llegamos y nos miramos. Solo un pasaje solitario donde una vez compartimos con amigos unos helados, refrescos y cervezas. Dicen que hace tiempo es así pero uno no va todos los días a un lugar como ese.

De todas maneras, a lo mejor es mejor que no sea un lugar de mucho comercio. Como Cristo expulsó a los mercaderes abusadores y tramposos que comerciaban con asuntos de fe… y somos el país de los absurdos extremos, alguien pensó que eso significaba que los que fueran a admirar la imponente escultura de mármol de Gilma Madera, no debían “entretenerse” en tomar helados que otros comerciaban a precios altos. A lo mejor se ha convertido en un lugar de recogimiento- pensé. Entonces fui descubriendo el ambiente: árboles- bien, bancos – bien, pero… ¿la escultura casi en ruinas, los mármoles en los bancos de alrededor?, ¿frase donde una revolución humana desafía la acción divina (llamada a veces naturaleza)? No, evidentemente había dejado de ser un lugar para el comercio pero no era para convertirse en uno propio para el recogimiento. No obstante, cuando ya me estaba convenciendo de que todo podía inspirarme una oración, incluso lo poco apropiado del ambiente, y decidí acercarme para tocar y sentir, lo más cerca que puede un humano, su insignificancia ante la grandeza divina, una llamada de atención heló mi sangre y me detuvo en seco:
__ Señora, señora, debe pagar un peso para acercarse…
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