¿El pasado fue mejor? Para unos sí y para otros no, de acuerdo con el tiempo que nos ha tocado vivir a cada cual. Teniendo en cuenta las ventajas y desventajas que cada cual encontró en cada momento de su vida, especialmente en estas dos etapas: antes de 1959 y después.
El que les escribe este testimonio, ha tenido la suerte de conocer en vivo y en directo ambas etapas. De la etapa actual, que todos compartimos, no tengo que argumentar nada. Todos hemos vivido estos 60 años en Cuba. Cada cual, mirando su vida, la de sus hijos y nietos podrá sacar sus propias conclusiones de este “presente” que dura ya seis décadas y que se le sigue considerando como si el tiempo se hubiera detenido en la década del sesenta y el mundo no hubiera cambiado nada. En Cuba hoy se vive del pasado, de la conmemoración de los difuntos, de los relatos año tras año repetidos, de lo que las nuevas generaciones miran como la prehistoria. Todo es cuestión de perspectiva.
Yo, por mi parte, solo me limitaré a la etapa que recuerdo de mi juventud comparándola con la juventud actual que, por cierto, de lo que voy a testimoniar, solo sabe la versión oficial de una historia contada por una parte, o por lo que sus padres y abuelos le han contado en la intimidad del hogar.
Por otra parte, algunos hablan de que todo tiempo pasado fue mejor. Estas palabras no son aplicables a los países que se han desarrollado con el esfuerzo tanto de sus pueblos como de sus gobernantes, logrando un nivel de progreso y bienestar que disfrutan hoy y que no cambiarían por ningún tiempo pasado.
Sin embargo, por otro lado, es lamentable que en un país sus habitantes digan que su pasado fue mejor que su presente. Claro está, nos referimos a la situación en general, y no en casos y sectores que por razones que no son propias de este testimonio, sufrieron de alguna forma en el pasado.
Me refiero, por ejemplo, a que en Cuba antes de 1959, la solución que encontraban los cubanos para progresar no era abandonar su país, huyendo hacia cualquier lado, de cualquier forma como ahora. Al contrario, Cuba era antes de 1959 un país receptor de migrantes. Ahora es uno de los países del Caribe donde más ciudadanos desean irse, junto con Venezuela, y ambas por las mismas causas de fondo, aunque los contextos y maneras sean diferentes. Salen
de nuestro país, se establecen, trabajan muy duro y a los pocos meses ya están ayudando a sus familias con las anheladas remesas, que son hoy la primera entrada de divisas.
Nostálgicos eran aquellos tiempos donde primaba la calidad en todo o casi todo y era el respeto al pueblo, al cliente, que era siempre bien servido y tenía siempre la razón. Eran tiempos en que no era prohibido pescar langosta ni matar reses que fueran propias. Era un tiempo en que había varios partidos y los de oposición convivían y competían en democracia. Eran tiempos en que viajar era libre y no interrogaban a nadie sobre su viaje, ni antes ni después de regresar a su país, porque todos o casi todos, regresaban porque tenían aquí sus proyectos de progreso personal y familiar.
Por estos días he recordado aquella forma criolla y sencilla, pero con felicidad y alegría. No importaba lo que tuvieras en la mesa de Nochebuena, los que podían, puerco y congrí, que eran casi todos, la casita pintadita, los dulces de almíbar y los buñuelos hechos en casa. Eran días de reunión familiar, no había que llorar por los que estaban lejos, era un país unido y tranquilo.
Yo, personalmente, estoy convencido de que aquel tiempo pasado en Cuba fue mejor que el que ahora estamos sufriendo, pero me da vergüenza decirlo. Quisiera estar equivocado, y sería la primera vez que me gustaría mucho estar equivocado.
Sin embargo, sigo y seguiré pensando que lo normal y deseable es que todo presente debería y tendría que ser siempre mejor que el pasado. Y si muchos no lo percibimos así en Cuba, entonces es que algo anda muy mal en nuestro país. Arreglémoslo.
- Luis Cáceres Piñero (Pinar del Río, 1937).
- Pintor. Reside en Pinar del Río.