Henry Constantín
…tan gastados, que ni del sol los reflejos reflejan, dice La Loca de Variedades Galiano hablando de los espejos de un baño, con su lentísima pelvis desnuda y semimaquillada, casi al principio de la obra de teatro cubana más grotesca, más intencionadamente repulsiva de cuantas he visto.
Tres personajes horribles, paranoicos, dan vueltas por el escenario de la sala-teatro El Ciervo Encantado, como si anduvieran por la céntrica y habanera Galiano. Una mujer –que se orina atronadoramente en primer plano para indicar el inicio de la representación- hala algo así como una carretilla, luego La Loca –con una especie de ducha-lámpara- discursea sin fin sobre baños públicos y otros asuntos del ambiente callejero, y por último El Buzo empuja su tanque de basura erizado de cuchillos por dentro y en el que nos recomienda, insistentemente, meternos.
Y LA GUERRA QUE ACABÓ CON TODO ESTO, ¿CUÁL FUE?
La Loca
El texto, el ambiente y algo de los decorados anuncian una obra enfrascada en mostrar, con feos pero muy reales matices, el inframundo marginal de un rincón habanero, que puede ser de cualquier otra ciudad cubana. El carro de desperdicios que empuja El Buzo –el personaje más impactante- dice por una de sus caras Aquí no se rinde nadie cojone y por la otra –que solo vemos al final de su monólogo- tiene una copia del misterioso y abundantísimo grafiti capitalino de El sexto -¿congreso?, me pregunto yo- y la estrellita de cinco puntas. Los personajes apenas visten con sogas o latas –que no los visten- y hablan desde rostrosen donde el maquillaje apuntala expresiones profundamente repulsivas.
La banda sonora mezcla canciones románticas en español de los ’70 con el ruido callejero típico de la populosa Galiano. Los actores –Mariela Brito, Eduardo Martínez y Lorelis Amores- espantan –y eso está bien- con sus caracterizaciones, aunque aburre el recurso de la saliva colgando y es ya bastante socorrido en el teatro el de orinar al principio –Yailene Sierra en La ramera respetuosa, de Carlos Díaz. Pero todavía bien, hasta aquí.
Sin embargo, la obra aleja al público usando el seguro recurso del aburrimiento, que evitan solo porque la puesta en escena y los textos suelen ser contundentes. Cada parlamento y acción se ejecuta con interminable lentitud, casi palabra a palabra, mientras que el guion está estructurado antiaristotélicamente: no hay sucesión de peripecias, no hay conflictos visibles, y la obra se reduce a los discursos de ambos personajes. Eso es muy atrevido para los realizadores, pero abruma al espectador cautivo en la sala.
ME ASUSTA EL FINAL QUE TENDRÁ TODO ESTO
La Loca
y el público, que la escucha y se remueve en los asientos, recuerda que con la muerte de Wilfredo Soto hay cierto olorcillo sirio o yemení en el ambiente. Si es una premonición o un recuerdo, no queda claro, pero ella admite que ha visto muchas tumbas.
(El Ciervo Encantado, el grupo de teatro habanero más sostenidamente atrevido en su visión de la realidad cubana, está dirigido por Nelda Castillo –autora de la adaptación y la puesta de Variedades Galiano– y radica en 5ta y D, Vedado, en el mismo parque donde las autoridades nuestras celebran su día de la represión a los derechos humanos cada 10 de diciembre, contra los disidentes que allí logran reunirse. El Ciervo Encantado es el autor de otra obra actualísima que sí es excelente: Visiones de la Cubanosofía.)
Y El Buzo, desde su cajón encuchillado, mira fijamente al público; chasqueando la lengua y señalando con el dedo, dice, casi al final:
USTEDES NACIERON PARA VENCER, ASÍ QUE ARRIBA, QUE ESTE ES EL MOMENTO