
Hace unos días escuché el fragmento de un versículo que me hizo pensar mucho la posición desde la que se recibe un mensaje o desde el cual se emite. En específico me refiero a ese que dice, ‘rueguen por los que los maltratan”.
El verbo en este caso es rogar, que tiene sinónimo el pedir, el solicitar. Siempre que se ruega a alguien, ese alguien tiene algo de lo que yo u otra persona carecemos. Por ello, se tiene que partir del punto que ese ente al que rogamos tiene una posición ventajosa y superior. En el caso de los cristianos, le pedimos a Dios, pero en otras religiones, puede que sea a otra entidad, en el caso de los materialistas que no conocen a Dios, supongo que pedirán a ese organismo que ellos consideran superior, capaz de solucionar sus problemas.
Otro elemento importante del verbo es su modo. El texto original no fue en idioma español, por lo que siempre en las traducciones se pierde algo del sentido original. Pero si bien para un creyente, la palabra de Dios es un mandato, creo que, leyendo otras partes de este párrafo de San Pablo, más bien se trata de un consejo o una sugerencia.
Hay tres elementos que se infieren del texto, pero no se expresan gráficamente. Uno es al que se le sugiere la acción, es decir, a mí, el yo, el que lea el mensaje. Y esa persona que recibe el consejo tiene un contacto, un conocido, un influyente, uno con poder, del que carece ese otro que va a recibir el beneficio. El segundo elemento no escrito es lo que se ruega, pide o solicita. Es de suponer que se pida algo bueno, positivo, constructivo, necesario para el beneficiario. Y digo se supone, porque es lo lógico. Si el mal que se desea a otros viene a la larga sobre uno, y si se pide a alguien superior, lo más aconsejable es no pedir barrabasadas. El tercer elemento es el mal trato, un trato no merecido, injusto, abusivo.
La otra persona en el mensaje es el maltratador. El que maltrata, humilla, abusa, golpea, lastima, se siente que es superior, está respaldado por alguien fuerte, y por ello tiene poder. Partiendo de esa base, utiliza su fuerza física, intelectual y recursos para maltratar. Pero es obvio que esa persona no conoce al que tiene el poder superior, el que lo puede dotar de eso que él carece.
Cuando había leído esa frase antes había pensado que se trataba de rogar desde abajo, desde el consuelo de recibir un maltrato en silencio y pasivamente. Esta vez no lo vi así. Tampoco se trata de permitir injusticias, lo justo es que cada cual tendrá que enfrentar las consecuencias de sus actos y su comportamiento.
Pero eso que se sugiere, se aconseja o se manda es muy difícil, al menos para mí. En ocasiones las malas acciones me hacen hervir la sangre, y logra sacar lo peor de mí. No es agradable admitirlo, pero es la realidad. En esos momentos habla mi frustración, mi rabia, mi enojo, pero no hablo yo. El rogar por el maltratador implica estar en control, en madurez, y eso solo es posible estando cercano a ese ser superior con el que se puede vencer todo, Dios. La única superioridad o ventaja duradera se puede lograr en comunión con el altísimo. Es entonces que se puede decir, no soy parte de tu odio, no me puedes arrastrar a tu pantano, me separo de ti, no dependo de ti, no me maniatas con tus acciones.
En la isla de Cuba existen muchos maltratos e injusticias, de muchos que no toman en cuenta el cierre de ese párrafo de San Pablo, trata a otros como quieres ser tratado. Esos abusadores agazapados en una ideología actúan en beneficio propio. Pero todo cambia, eso es una certeza comprobada por la historia.
Deseo rogar por los maltratadores y los que hacen posible el maltrato al pueblo de Cuba. Mi deseo es que comprendan cuanto antes su error y lo enmienden, porque un día, que está muy cercano, tendrán que comparecer ante la justicia.
- Estela Teresita Delgado Rosales (la Habana, 1956).
- Graduada como traductora e interprete en la Universidad de La Habana en 1984. Graduada del Klessheim Institute de Austria en la especialidad de Turismo. Autora de tres libros: Almas escondi- das, 2009, La revolución de Castro al desnudo, 2023 (segunda edición) y Crónica de un aldabonazo, 2024.