Soy un sacerdote, no un político: creo en Dios y en el poder de los sin poder

Palabras de aceptación del Premio Geremek del P. José Conrado Rodríguez Alegre
P. José Conrado Rodríguez Alegre en el recibimiento del Premio Geremek

P. José Conrado Rodríguez Alegre en el recibimiento del Premio Geremek
Excelentísimo Señor Vladolav Sikorski Ministro de Relaciones Exteriores de Polonia
Excelentísimo Señor Presidente Lech Walesa
Excelentísima Secretaria de Estado Madeleine Albright
Excelentísima Señora Hilary Clinton, Secretaria de Estado de Estados Unidos
Distinguidos miembros de la Familia Geremek
Distinguido Profesor Staf
Queridísimo, Eminentísimo y Reverendísimo Cardenal Stanislaw Dziwisz, Arzobispo de esta ciudad de Cracovia
Señores ministros, señores delegados de esta reunión de la comunidad de democracias, diputados, representantes, amigos todos.
En una revista concebida para entretener, ilustrar y educar a los niños, José Martí, el Apóstol de la independencia de Cuba, expresó en sencillas palabras una verdad muy profunda: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado y a pensar y hablar sin hipocresía”. Al vincular la libertad con el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, Martí descubrió a sus tiernos lectores el vínculo tan estrecho que existe entre la libertad y el compromiso de lograr una vida justa, honrada. Expresó con otras palabras lo que Jesús, el Señor, había señalado en el Evangelio: “No solo de pan vive el hombre”. Hay una dimensión ética en este ser honrado que nos recuerda que estamos llamados no solo a sobrevivir o simplemente a vivir, sino a vivir bien inspirados en la búsqueda de los valores y ejercitando la propia responsabilidad.
En mi trabajo de grado para la licenciatura en Filosofía: “Utopías” 1988, traté de fundamentar una plataforma de diálogo entre todos los cubanos a partir de nuestra propia cultura e historia, reflejada en el ajiaco, plato tradicional de la cocina criolla que reúne todas las carnes y viandas en el cual cada cual aporta desde su propia consistencia e identidad. Es la unidad que se logra no con la desaparición de las identidades propias sino integrándolas en una nueva realidad diversa, divertida y sabrosa.
Diez años después en mi trabajo de grado para la licenciatura en Periodismo: “El fenómeno de la disidencia en los países totalitarios y pos totalitarios” ,1999, estudiando a cuatro autores en cuatro momentos y en cuatro países diferentes: Polonia, 1953, Selav Miloch: “El pensamiento cautivo”, Rumania, 1962, Constantín Noika: “Rogad por el hermano Alejandro”, Checoeslovaquia, 1988, Václav Havel : “El poder de los sin poder” y en la década de los noventas, Cuba, Eliseo Alberto Diego: “Informe contra mí mismo”.
Al analizar estas cuatro obras descubría la debilidad que caracteriza a todo poder, de manera especial al más absoluto que ha conocido la historia, la del poder totalitario, y se me revelaba la esencia del poder de los sin poder que radica en decir la verdad y vivir en la verdad, como ha dicho el ministro de Relaciones Exteriores de Lituania. Pensar y hablar sin hipocresía, como les escribía Martí a los niños en La Edad de Oro. La bendita tierra polaca que tantos hombres y mujeres grandes ha dado al mundo y que si ustedes me permiten yo quisiera resumir en un solo nombre, el de nuestro querido y recordado Juan Pablo II, el más universal y entrañable hijo de esta Polonia Semper Fidelis, comenzó el proceso de desmontaje de ese poder, al parecer imbatible y sin fisuras del totalitarismo comunista, su ejemplo iluminó y despertó a otros pueblos y alcanzó incluso a aquel que fue el pionero y resultaba el paradigma por excelencia de todo el sistema: La Unión Soviética.
La unión de los intelectuales y los trabajadores, de los profesionales y las amas de casa, de los hombres y de las mujeres, de los jóvenes y de los viejos, logró lo que parecía imposible.
Me conmueve profundamente recibir este premio que lleva el nombre de un gran luchador por la libertad y la democracia, Vranislav Geremek, en esta admirada y querida tierra polaca, en esta gloriosa ciudad de Cracovia, a la sombra del Castillo de Wawel y de la Catedral Metropolitana, permítanme recibirla a nombre del pueblo cubano, de los prisioneros de conciencia, de las Damas de Blanco, de todos los cubanos, los que viven en la Isla y los que residen fuera de ella, pero la llevan sembrada en lo profundo de su corazón .
Quiero rendir un especial tributo al pueblo sencillo, a los que menos tienen, que son muchas veces los que más dan, a los más duramente afectados por la escasez, por las carencias de la vida cotidiana, lo hago citando las palabras de un conocido teólogo latinoamericano: En la decisión primaria de vivir y dar vida, se hace presente una como santidad primordial: Algo hay en esas víctimas que quieren vivir que fascina, subyuga, humaniza, desvela el misterio.
El anhelo de vivir y sobrevivir en medio de grandes sufrimientos, la decisión y los trabajos para lograrlo con creatividad sin límites, con fortaleza, con constancia, desafiando innumerables dificultades y obstáculos, es lo que llamamos santidad primordial. Ellos, pobres y víctimas, mujeres sobre todo con sus hijos, aún en medio de la catástrofe y en el imposible día a día viven insignemente y ponen en práctica la llamada de Dios a vivir y a dar vida a otros.
En todas las iglesias que he visitado en estos dos días en Polonia, y no son pocas, he encontrado siempre dos grandes retratos , al lado del recordado Papa Juan Pablo ll el de un humilde sacerdote: Gerek Popielusko. El antiguo gobierno comunista de Polonia acusaba al padre Popielusko de meterse en política, así como la extrema derecha salvadoreña acusó a Mons. Oscar Arnulfo Romero o el colonialismo español, en el siglo XlX acusó y condenó a muerte a nuestro querido padre Félix Varela, el hombre que nos enseñó a pensar como cubanos.
Estos tres egregios sacerdotes fueron hombres del pueblo y para el pueblo, hombres de Dios para el pueblo, hombres del pueblo ante su Dios, intercediendo, luchando y defendiendo a los más pobres, a los más desfavorecidos. No eran políticos, eran sacerdotes.
El día 4 de Diciembre del 2007, cuando las tropas de asalto de las Brigadas de Acción Rápida apoyadas por la policía y el Ministerio del Interior, más de doscientos, asaltaron mi iglesia parroquial de Santa Teresita para reprimir a una veintena de personas, la mayoría de ellos mujeres y niños, que iban a participar en la misa de Santa Bárbara y pedir allí por la libertad de tres disidentes orientales, sus familiares, que habían sido detenidos en La Habana, yo pensé: Se han perdido siete años de trabajo pastoral, después de este acto de violencia brutal nadie querrá que lo vean entrar en esta iglesia. Para mi asombro, ese mismo día, una hora después de sucedidos los hechos, nuestro Arzobispo presidía la santa misa en una iglesia llena de fieles.
Una Misionera de La Caridad de la Madre Teresa de Calcuta me dio la explicación. Me contó que estaba reunida en la comunidad más lejana y pobre de las que constituyen mi parroquia con un grupo de madres de familia. En medio de la reunión les llegó la noticia de que estaban asaltando nuestra iglesia. La hermanita notó que las señoras hablaban y cuchicheaban entre ellas y les preguntó qué pasaba. Ellas le dijeron: Hermana, nuestra iglesia está en problemas, en este momento debemos estar cerca de nuestro padrecito y de los demás hermanos, nos vamos para allá. Y buscando algunas a sus hijos, otras a sus nietos se fueron para el templo, estuvieron en misa.
En nombre de esa iglesia que sufre, lucha, reza y espera en Cuba también recibo este premio, en verdad no soy más que uno entre tantos.
Cada ser humano y cada generación humana tienen el derecho a soñar sus propios sueños, a cantar sus propios cantos.
Cuando se le impone a todo un pueblo durante cincuenta años un único sueño, por hermoso que este parezca, ese sueño se convierte en pesadilla y acaba aplastando la creatividad, coartando la libertad y sumiendo a las personas y a la sociedad toda en la tristeza y la desesperanza.
Por eso una vez más en mi vida quiero evocar aquí el sueño martiano, el verdadero sueño que podríamos soñar y construir todos los cubanos, él lo expresaba con estas palabras: “Una Patria con todos y para el bien de todos.”
Ese lema, ese programa, sigue conservando su actualidad como sueño a compartir y su carácter de utopía por realizar.
Muchas gracias.
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