Ella es de lo mejor que tenemos por casa, aunque por estos días parece vivir en otro planeta. Es agradable, divertida, hermosa y sueña con cambiar su vida a través de otros ojos que no son los propios.
Mira alrededor y compara su vida, se queda embotellada en la idea de salir corriendo a ningún lugar. Habla una y otra vez de la misma cosa, no lo puede evitar, retumba en su cabeza el pensamiento de necesidad de cambio y miedo, haciéndola sentir endeble, quebrada, desierta y cansada de todo. ¡Encuéntrate a ti misma!, le dice alguien, dibuja la silueta de tu meditación, actúa en consecuencia, respira, deja que tu ser fluya como dulce brisa en el mar y despoja la angustia que te habita.
Ella cree que no puede conseguirlo, ¡pero! es muy pronto para decidir, siempre he escuchado que el tiempo lo cura todo, es muy cierto, solo tienes que permitirte y dejar que las estaciones cambien, aunque por momentos parezca imposible que el corazón libere las penas, este se renueva y continúa.
Ponerse en el lugar de otros resulta una tarea difícil, sobre todo cuando los sentimientos que revolotean son amor y dolor. Entender, percibir y escoltar a otros seres en procesos dolorosos no es tan fácil, pero si es muy humano.
Ella se llena de gozo con mi compañía, mi calma, mi oído y mi amor.