No soy un fotográfo, siento demasiado respeto por ese oficio tan técnico y lleno de reglas de las que apenas conozco los nombres. Soy alguien con sensibilidad para captar escenas que me parecen interesantes y la habilidad de saber usar la “complicada” cámara del teléfono para capturar el instante.
Luego me valgo mucho del software para procesar esas imágenes, saturarlas o desaturarlas, quitar y poner, manipularlas hasta el extremo de volverlas prácticamente ilustraciones… No me gustan las reproducciones de la realidad a menos que sea una realidad tan inquietante o surrealista que parezca una ficción.
Soy un hombre abrumado por el paso vertiginoso del tiempo y no tengo tiempo para formarme ni definir un estilo de nada; no es diferente en el apartado de los píxeles, por eso inmediatamente que agarro o construyo una imagen que me gusta la edito en un dos por tres en el mismo teléfono, o en la computadora si requiero una producción más elaborada. El paso siguiente es deshacerme de la foto colgándola en Facebook o Instagram.
En este tiempo que vivimos, donde a cada segundo se toman miles de fotografías, no tiene ningún sentido pagarnos de algo que seguramente no es mejor que nada que no se haya hecho hace un minuto, o hace un siglo.
Yerandy Pérez Aguilar (Pinar del Río, 1990).
Tiene publicado el poemario “bitácora de un paria” (Editorial Primigenios, 2021).
Textos suyos aparecen reseñados en revistas cubanas y extranjeras, así como en las antologías “La casa por la ventana” (Proyecto Arte Cuba, 2012), “Bicentenario de Gertrudis Gómez de Avellaneda” (Sevilla, 2014), “Catalejo II” (Ediciones Loynaz, 2018) y “Las piedras clamarán” (Ediciones La Luz, 2021).