El sector privado en Cuba o llamado “cuentapropismo”, sin duda alguna, es uno de los principales actores de cambio en la realidad cubana de los últimos años. Afirmar lo contrario sería cerrar los ojos ante una realidad significativa y creciente. Más allá de los obstáculos y frenos coyunturales que parecieran llevarnos a un retroceso o bloqueo absoluto de su desarrollo, lo que está sucediendo realmente no es más que una manera de distraer y hacer más largo el camino que definitivamente hemos de recorrer.
Cuba atraviesa por un momento en el que precisa de ciudadanos optimistas, esperanzados, que no se sienten a lamentarse de los problemas que presenta la realidad, sino que se lancen adelante para dar lo mejor de sí e intentar mover las cosas -desde lo pequeño- hacia el futuro, hacia el progreso y un Desarrollo Humano Integral. El sector privado que crece y se fortalece en Cuba, junto con algunas dinámicas propias del mismo o que con él han venido surgiendo en la realidad cubana de los últimos años, es uno de los factores que a mi modo de ver deben darnos esperanza e impulsarnos hacia adelante.
Algunos cambios que se han estado produciendo
En los inicios de los años 90s el gobierno cubano, como parte del grupo de reformas creadas para solventar la crisis que comenzaba luego del derrumbe del campo socialista, abre la posibilidad de que algunos cubanos inicien pequeños negocios privados. Junto a la evolución que ha seguido este sector, y a pesar de las altas y bajas, ha traído aparejado un proceso de cambio de mentalidad y en menor medida en las condiciones de vida de un grupo de cubanos que a pesar de ser minoría, no dejan de ser significativos en el contexto actual.
A partir del año 2011 el gobierno adopta también una posición “más abierta” hacia el sector privado, con un discurso que por momentos lo promueve y por momentos parece lanzarse sobre el mismo para destruirlo. Momentos de expansión y momentos como el que vivimos ahora de retrocesos y obstáculos. Sin embargo, los nuevos tiempos, las ansias de cambio de las nuevas generaciones y las presiones que de un lado y otro surgen parecen sugerir que es una realidad que será imposible bloquearla por completo, negarse a ella, o persistir en la idea de que es en suma una realidad negativa.
El sector privado surge en Cuba como “un mal necesario”, pero luego, el tiempo, los cambios en el contexto nacional e internacional, y especialmente la forma en que la gente percibe los pequeños negocios privados han hecho que poco a poco esa visión vaya cambiando hacia una más optimista, más abierta hacia lo nuevo, lo diferente, hasta el punto que hoy son pocos los cubanos de a pie que ven como algo negativo a los negocios privados. Incluso cuando a menudo también se critican las condiciones de trabajo que a veces predominan en este sector, u otras prácticas negativas que de seguro existen, no es común encontrar personas que quieran que se eliminen o repriman negocios como las casas de renta, los restaurantes, bares, cafeterías, talleres de electrónica, etc. A pesar de que a veces los precios no sean los ideales o las condiciones de trabajo las más justas, creo que queda claro para la mayoría de los cubanos que en general alivia nuestra vida cotidiana con servicios de calidad y otros beneficios que no se encuentran en el sector estatal.
Por otro lado, mirar la actitud de las autoridades frente al emergente sector privado permite entender con mayor profundidad la naturaleza del sistema de gobierno imperante en Cuba. ¿Qué piensa la gente cuando se paraliza la entrega de licencias para trabajos privados, y como argumentos se menciona que existen personas con más de un negocio, o que viajan más de treinta veces en poco tiempo? ¿Qué pasa cuando se prohíben los carretilleros que venden frutas y vegetales a menudo imposibles de encontrar en mercados estatales? ¿Qué piensa la gente cuando no se permite a los profesionales ejercer de manera privada, o cuando muchos negocios se ven estimulados a acudir a ilegalidades por falta de un mercado mayorista?
Escucho a mucha gente que constantemente se pregunta estas cosas, y aunque no siempre quiera buscar respuestas verdaderas que vayan a la raíz del problema en cuestión, no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta de que el problema del desabastecimiento en los mercados no son los vendedores ambulantes, o de que los precios altos de los taxis no es culpa de los taxistas, en el fondo creo que cada vez un número mayor de gente se va aclarando estas cuestiones, y esto es posible, principalmente porque nos relacionamos, participamos e incluso sufrimos con este sector y los problemas que trae consigo.
Por último, hay otro cambio que considero importante: existe un porcentaje de la fuerza de trabajo en Cuba que ha estado mejorando sus ingresos y los de sus familias. Este porcentaje a pesar de ser pequeño tiene un impacto significativo en la vida de la gente que de esto se beneficia. Y por otro lado al no trabajar para empresas estatales, las personas van ganando en grados de libertad e independencia respecto al gobierno, muchas veces por el simple hecho de salir o distanciarse de la maquinaria política e ideológica que en cada centro de trabajo estatal se emplea como mecanismo para el control de los trabajadores.
Una oportunidad para apostar por Cuba
Una de las cosas que a mi modo de ver es de gran importancia en relación con el sector privado que poco a poco se va consolidando en Cuba, es que representa -y aún más en el futuro cercano- para muchos jóvenes una oportunidad de realización personal y profesional aquí en Cuba. No es un secreto que para muchos cubanos la opción más accesible es trabajar para el gobierno en alguna empresa o institución estatal, por supuesto, con las condiciones que esto implica y que bien conocemos todos, lo que la mayoría de las veces no se corresponde con las ansias de desarrollo personal, profesional y de progreso económico que todos tenemos. En este sentido, el sector privado ya viene siendo una alternativa para un grupo de cubanos, y con el esfuerzo de todos para promoverlo lo será aún más.
Si bien es cierto que en estos momentos existen limitaciones como la imposibilidad de que los profesionales ejerzan en negocios privados, también es cierto que con las pocas aperturas que hasta este momento hemos tenido ha sido suficiente para que un grupo de cubanos, profesionales o no, ingenien y creen propuestas novedosas en el mundo de los negocios, mejorando sus niveles de ingreso y de satisfacción personal y profesional, encontrando una razón para estar aquí, e incluso influyendo positivamente desde lo pequeño en sus comunidades.
Dentro de las limitaciones existentes, ha sido posible para este sector demostrar sus potencialidades para el futuro, de manera que la pequeña ventana que se ha abierto debe mantenerse abierta, y las demás ventanas y puertas han de abrirse también como resultado de nuestra presión y participación en la generación de ese cambio. Un cambio, que cabe señalar, debe estar enfocado y dirigido hacia la generación de libertades y oportunidades para los cubanos como requisito primero e ineludible.
Existen en el mundo muchas experiencias exitosas que demuestran el valor que puede aportar a la economía y la sociedad en general, un fuerte entramado de pequeñas y medianas empresas bien organizadas. Beneficios que van desde la generación de empleos y la disminución de las desigualdades hasta aportes significativos a la economía en términos de crecimiento y desarrollo económico.
En Cuba no debe quedarnos duda, de que lo que hoy vemos como algo incipiente y aparentemente muy debilitado, se está convirtiendo en este entramado que ya existe en otros países y que tiene resultados positivos probados. El reto en este caso es acompañar, guiar, y presionar para que ese proceso continúe, se profundice y beneficie cada vez a más cubanos, al mismo tiempo que genere beneficios para la economía.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.