La crisis continúa en Cuba, mientras que la gente cada vez acumula menos esperanzas y más desesperación ante los impactos de esta y las escasas opciones que se vislumbran para lograr un futuro mejor para todos los cubanos. Ante tal tragedia, el gobierno se aferra a lo que podríamos llamar sus posturas fundamentales de enfrentamiento a las crisis: 1. Frenar los cambios estructurales del sistema, tanto como sea posible, 2. Culpar a falsos enemigos internos y externos, viejos y nuevos, y por último, 3. Potenciar la represión por todos los medios, contra todos los ciudadanos y con un alto calibre.
De manera particular existe un tipo de ciudadano que está sufriendo las consecuencias de la represión y está siendo tildado de enemigo y generador de problemas, cuando en realidad podría estar generando las soluciones que necesitamos en Cuba y que el gobierno ha demostrado ser incapaz de proveer. Me refiero a los emprendedores, al señor que la pasada semana fue denunciado en el noticiero estelar por tener una minifábrica de quesos en la provincia de Artemisa, o al que producía piensos para los cerdos y que también fue denunciado en este espacio unos meses atrás, también resulta emblemático el ejemplo del llamado rey de la cebolla. Todos estos son emprendedores que han sido víctimas de la represión en los últimos meses, han perdido sus negocios, han sido sancionados de distintas maneras, han sido exhibidos en televisión nacional como enemigos, malos cubanos, acaparadores y otros epítetos descalificadores y deshumanizantes. Lo que es peor, estos emprendedores y otros que han sufrido la misma situación, han dejado -no por opción personal- de ofrecer sus productos al pueblo o a otros negocios, han dejado de ofertar sus productos en el mercado, alimentando así la crónica situación de escasez existente en el país.
Muchos cubanos, manipulados por la forma en la que a menudo se presentan los hechos en los medios oficiales y por las campañas propagandísticas que desarrolla el gobierno en todos los ambientes, se confunden o no logran percatarse sobre la verdad de los hechos, y a menudo juzgan sin pruebas, como malas personas a estos emprendedores que el gobierno busca descalificar a toda costa y presentar como enemigos. Ante tal situación, me gustaría resaltar algunas ideas que pudieran ser de utilidad para una reflexión más profunda y comprometida respecto a un tema tan importante.
- Se debe juzgar la actitud y no a la persona, se debe presumir la inocencia hasta tanto no se pruebe la culpabilidad, y se debe respetar la dignidad de los involucrados, así como su privacidad y otros derechos humanos. Si de verdad nos interesa el bien de Cuba y de los cubanos, hemos de detenernos con mirada crítica en estos aspectos claves ante cada campaña que se genera en los medios oficiales y ante cada caso que se denuncia por las autoridades. No deberíamos aceptar que otros cubanos sean tratados como malos, enemigos de la Patria, o que sean descalificados, ni que se violente su privacidad o no se presuma su inocencia. Si no podemos alzar la voz frente a estas injusticias, al menos deberíamos (por respeto a los involucrados) no hacernos eco de las campañas que difaman, enjuician, desprestigian, y en fin, atentan contra la dignidad de las personas.
- Los casos de personas emprendedoras, como los mencionados anteriormente, no son casos de personas que estén sentados en sus casas sin trabajar, ni de personas que estén robando a otros, o cometiendo otros crímenes. Son cubanos resilientes, emprendedores, perseverantes, ingeniosos, inteligentes, entre muchas otras características que son necesarias para desarrollar negocios como esos en las condiciones de la economía cubana. Es cierto que cometen ilegalidades, es cierto que no todo es perfectamente justificable y que existe corrupción en algunos de los casos, pero también es cierto que eso es generado por las leyes cubanas, por las instituciones, por unas reglas del juego absurdas, obsoletas y que van contra la naturaleza humana y el desarrollo económico. De este modo, no justifico los actos de corrupción, sino que señalo como verdadero problema, y que debe ser enfrentado de inmediato, el marco institucional que coloca a esos emprendedores en posiciones de vulnerabilidad y que los “obliga” e incentiva a acudir a ciertos grados de corrupción. El problema no son los emprendedores, ni sus negocios, el problema son las instituciones que los regulan.
- Por último, en un momento tan crítico como el presente, donde la escasez de alimentos es un grave problema, y donde el gobierno no cuenta con recursos para echar a andar la economía, todo esfuerzo debería ser premiado y no reprimido. Toda persona que produzca algo, que comercialice algo, que genere valor agregado a productos y servicios muy necesarios en estas circunstancias, debería ser premiada, mostrada en la televisión como caso de éxito y ejemplo a seguir por tantos otros cubanos. No digo que no existan ciertas sanciones frente a la corrupción, eso es bueno y necesario, pero también es importante premiar con legislaciones más flexibles, con acceso a insumos o mercados mayoristas, con derechos de propiedad, con facilidades para producir y distribuir, entre muchas otras acciones que generarían incentivos y no frustración en el sector emprendedor.
Una vez más, me gustaría terminar invitando a los cubanos a que pensemos bien las cosas antes de juzgar a personas que están trabajando y que quieren producir riqueza para ellos y para el país, que no cedamos pasivamente ante la propaganda oficial, y que no hagamos el juego a las injusticias y violaciones a la dignidad de las personas que por estos días están de moda y que se exhiben frecuentemente en los medios oficiales. La crisis que enfrentamos, demanda cambios profundos y verdaderos, asumidos por las autoridades pero también por los ciudadanos de forma independiente, ¡este puede ser uno de ellos!
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.