Hemos escuchado a algunos trabajadores estatales decir: ” ellos hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo”. Esta frase da la idea de la falta de seriedad que estos trabajadores dan a su labor, y de lo insuficientes salarios que se pagan en las empresas estatales. En estos momentos, esa realidad es como el origen del huevo y la gallina: no se sabe cuál es primero. Los empleados estatales trabajan mal o poco, justificando esta actitud con los bajos salarios percibidos.
Recibir un salario por debajo de lo justo es explotación. Pero, ¿cuánto es lo justo si el trabajo realizado es de baja calidad y menos del que se contrató? La explotación originada por los bajos salarios se difumina en una realidad de poco trabajo y falta de responsabilidad; donde no se respetan los horarios o se respetan solo como tiempo de permanencia en el centro de trabajo, aún cuando no se esté trabajando.
En el sector privado la situación es diferente. Los salarios que se perciben están en el orden de cinco veces el salario en una empresa estatal. Pero si alguien piensa que eso resuelve el problema de la explotación del trabajador, se equivoca.
No hay vacaciones pagadas para los empleados del sector no estatal. No hay descansos instituidos o licencias por enfermedad o maternidad. No hay jornadas de trabajo de 8 horas o defensa de los derechos ante los dueños. Los contratos no tienen el suficiente valor legal y en ocasiones ni existen, aunque la ley lo estipula.
Claro que siempre hay personas que rompen la generalidad: personas que trabajan con responsabilidad independientemente del salario que perciben y trabajadores por cuenta propia que respetan a sus empleados, independientemente de lo dispuestos que estén los mismos a aceptar maltratos. Pero no son ellos los que provocan este análisis.
Evidentemente, la fuerza laboral en Cuba, prefiere mejor salario aunque tenga menos prestaciones, porque la demanda es mayor que la oferta en el mercado del cuentapropismo. No obstante, hay personas que prefieren el sector estatal para trabajar debido, sobre todo, a la seguridad que ofrece y también a la falta de exigencia que les permite trabajar cómodos.
No es inteligente caer en la trampa de creer que los bajos salarios son propios de las empresas estatales y que el irrespeto a los derechos laborales es propio de empresas privadas. Los derechos laborales deben ser garantizados por cualquier sistema social, independientemente del tipo de propiedad en que se trabaje. Y la exigencia de productividad y calidad debe notarse en cualquier empresa, estatal, privada, cooperativa.
Lo que debemos procurar en Cuba es que, junto con el afán por no dejar entrar a los negocios privados la mediocridad y la falta de responsabilidad ante el trabajo, se respeten los derechos laborales y no se conviertan los salarios ventajosos en una especie de “patente de corso”, para maltratar a los empleados.
Cuidemos la justicia social en lo que tenemos de mercado, mientras esperamos que el Estado se haga las aperturas necesarias para que este aumente, porque ha demostrado su eficiencia y porque es un derecho de los ciudadanos poner en práctica su iniciativa personal. Esperando además que en el sector estatal, mejoren los salarios y entonces pueda exigirse de verdad un aumento de la productividad y la calidad.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.