EL RUN RUN DE LA UNIFICACIÓN MONETARIA

Foto de Yoandy Izquierdo Toledo.

Anda un run run por ahí de que este es el año de la eliminación de la doble moneda en Cuba. Es un run run, porque solo se ha dicho oficialmente que se debe eliminar:

“Debo reconocer que este asunto nos ha tomado demasiado tiempo y no puede dilatarse más su solución.” (Raúl Castro. Discurso de clausura de la Asamblea Nacional del Poder Popular).

También ha asegurado Marino Murillo, Ministro de Economía, que es un proceso muy complejo. Por lo tanto no tenemos nada seguro. Es un run run.

Como sabemos que muchas cosas se han anunciado en Cuba con runrunes, las expectativas son diversas, propias de la incertidumbre ante un cambio de moneda. La gente se pregunta si disminuirá  nuestro poder adquisitivo, si subirán los salarios, si circulará el dólar, si aumentará el desabastecimiento, si aumentarán los precios, si es mejor cambiar todo en CUP o en dólares americanos. Muchas inquietudes que se suman a las ya acumuladas por los cubanos durante décadas.

No se trata exactamente de un cambio de moneda. Es la desaparición de una moneda que surgió para aliviar la situación financiera de los años noventa, en que el peso cubano (CUP), se devaluó significativamente. La doble moneda nos ha molestado durante mucho tiempo. Los consumidores hemos tenido que adaptar nuestras finanzas a los requerimientos de los diferentes mercados: en divisas (llamamos así al CUC por su paridad cambiaria con el dólar) o en moneda nacional (CUP). Perdemos doblemente al cambiar dólares por CUC y luego tener que cambiarlos por CUP para determinados mercados. Las empresas estatales deben llevar doble contabilidad y a pesar del beneficio que reporta trabajar con una tasa cambiaria de uno por uno, cuando para la población es de uno por 25, han sido cada vez más ineficientes. 

¿Por qué, entonces, no parecemos contentos con el anuncio de que por fin se eliminará la doble moneda?

Es cierto que será difícil resguardarnos de las dificultades que tendremos que enfrentar ante la unificación monetaria. En una especie de círculo vicioso: la idea de que desaparecerá una moneda nos hace pensar que tenemos que deshacernos de todo lo que tengamos en efectivo en CUC lo más rápidamente posible. Ya esa expectativa ha devaluado en la práctica el CUC. Los trabajadores por cuenta propia lo aceptan con desagrado, aún a la tasa de 1 por 24, algunos ya solo lo aceptan por 22 CUP, con el objetivo sabio de tener un margen de maniobra si comienza a bajar la tasa cambiaria. La desesperación por invertir o gastar el CUC, provoca la necesidad de comprar y acaparar, el acaparamiento aumenta la escasez y podría subir la inflación, mayores precios disminuyen nuestro poder adquisitivo, lo cual podría aliviarse con aumentos de salarios, pero que generarían más circulante en un ambiente de escasez, por tanto más inflación. Por otra parte, las empresas estatales deben enfrentar una nueva situación financiera que significará para algunas (se reconozca o no) la quiebra, con el desempleo que esto conlleva.

Pero esta no es una situación nueva. Escasez, aumento de precios, pérdida del poder adquisitivo aún con aumento de salarios. Los ciudadanos, como siempre tendremos que enfrentar el recrudecimiento de la crisis en nuestras economías. Invertir sería la mejor opción, pero con las actuales restricciones, es difícil encontrar la manera de hacerlo. Acaparar no resolverá nuestras necesidades eternamente. Convertir nuestro dinero en divisas (dólares americanos) es otra buena opción que podría ayudarnos a paliar los efectos de la eliminación de la dualidad monetaria, pero la tasa cambiaria dependerá de muchos factores que no podemos controlar: situación del embargo norteamericano, proceso de restablecimiento de las relaciones entre Cuba y EE.UU., turismo norteamericano en la Isla, necesidad del gobierno cubano, etc.

Quien sí puede y tiene la responsabilidad mayor de hacer lo posible por que los efectos de esta medida sean lo menos costosos posibles, es el gobierno cubano. La repetición en el discurso de que nadie quedará desamparado debe abarcar a aquellos sectores de la población que, legalmente han acumulado importantes sumas de dinero: quien ha vendido una propiedad, quien ha triunfado en el trabajo por cuenta propia, quien ha cumplido una misión o colaboración en otros países, quien ha recibido una herencia. 

No desamparar no debe referirse únicamente a la asistencia a los menos favorecidos, sino también en la protección de los que con su esfuerzo, han logrado la independencia con relación a las gratuidades y los subsidios. Los que no necesitan subsidios ni asistencia, sino leyes que los amparen. 

Es inevitable la eliminación de la doble moneda. Ya llevamos demasiado tiempo con ella. Lo que sí es posible es no dejar de avanzar en los cambios que Cuba necesita.

Una manera de no desamparar a los ciudadanos, es combinar la eliminación de la doble moneda con otras aperturas en la economía. La devaluación, que lógicamente traerá como consecuencia la eliminación del CUC, solo puede contrarrestarse con un aumento de la productividad, que permita aumentar el respaldo a la moneda y por tanto, mejorar sosteniblemente la situación de la economía nacional y doméstica. La productividad no ha sido posible llevarla a niveles aceptables con estímulos morales o con peticiones de un “mayor esfuerzo” a los trabajadores. Hemos comprobado que, como se refleja en la historia económica de los países, se necesita hacer coincidir la remuneración con los resultados del trabajo, hacer posible la elevación del nivel de vida, crear condiciones de trabajo.

Si Cuba quiere, al mismo tiempo que elimine la doble moneda, aumentar la productividad como respaldo económico, debe hacer aperturas como por ejemplo: 

– Abrir definitivamente y sin restricciones innecesarias el trabajo y la inversión privada y cooperativa de los cubanos de dentro y de fuera de Cuba.

El trabajo privado ha demostrado ser más eficiente que el estatal. Vemos en cualquier lugar de Cuba, la competencia entre un pequeño timbiriche privado y una despampanante empresa estatal, donde el primero sale ganando. Pues es a ese al que hay que apostar. Al que es más rentable y eficiente. Pero ya es hora de profundizar en esto. Terminar la pausa en la que está el trabajo por cuenta propia, para abrir con un mayor ángulo, en el que no se establezcan prohibiciones o restricciones que no sean las estrictamente necesarias para mantener la competencia leal y la igualdad de oportunidades para todos los cubanos.

– Abrir las fronteras a la importación y exportación privadas y cooperativas.

Esta medida contribuiría a aliviar las escaseces y a equilibrar la tasa cambiaria real, ya que influiría en la utilización de la moneda. Con las regulaciones necesarias para el comercio exterior, con los impuestos pertinentes con el mínimo de proteccionismo, evitando al máximo la entrada de sustancias dañinas a la salud o de productos que perjudiquen la sanidad y el medio ambiente, la apertura al comercio internacional, ayudaría a equilibrar la oferta dentro de Cuba, aliviando el proceso inflacionario. El Estado actualmente no consigue los acuerdos necesarios para ello. No ha logrado la credibilidad suficiente para recibir créditos al nivel exigido por la situación económica. A lo mejor lo logren los ciudadanos. Todos nos beneficiaríamos.

– Cambiar la forma de capitalización de aquellas empresas estatales que no logren soportar la verdadera situación financiera, con la realidad de una sola moneda, a la verdadera tasa cambiaria: inversión extranjera o nacional, privada o pública, fusiones, sociedades.

Es una realidad triste pero sería la realidad. Hasta ahora, la doble contabilidad y la privilegiada tasa cambiaria, tergiversa la situación de ineficiencia en que trabajan muchas empresas estatales. La tergiversan incluso para los mismos directivos de la empresa. Es mejor enfrentarla de una vez: hay empresas en quiebra. Es algo normal en una economía, aunque no en la medida que creo que sucederá en Cuba. Entre las opciones está dejar las empresas cerradas, capitalizarlas con inversión extranjera o capitalizarlas con capital cubano. El capital cubano puede ser estatal, pero si esas empresas estatales han llegado al punto en que se encuentran hoy es porque supuestamente el Estado no puede subvencionar las pérdidas acumuladas. Agotemos las posibilidades de que ese capital que necesitamos sea cubano, sin cerrar las puertas a la inversión extranjera. Hay muchos cubanos en el mundo con capacidad económica y buenas intenciones. También existen dentro de Cuba después de las oportunidades que ha brindado el trabajo por cuenta propia, los créditos bancarios (como mecanismo, aunque en cantidades insuficientes), los viajes al exterior, cubanos que pueden invertir en pequeñas empresas, principalmente asociándose para participar en capitales divididos en acciones. Recordemos que las fusiones y las sociedades son una opción socializadora del capital.

Estas aperturas, entre otras, pueden ayudar a vivir la realidad de la unificación monetaria. El gobierno cubano debe abrir el debate, aceptar asesorías, como la ofrecida por la Unión Europea. Pero, sobre todo, pensar antes en la felicidad del pueblo, escucharlo.

La eliminación de la doble moneda, será, a mediano plazo, beneficiosa para nuestra economía: permitirá tener la imagen real y no distorsionada de la contabilidad de las empresas, así como del salario real que percibimos, del nivel de inflación que padecemos y nos evitará cálculos, facilitará la toma de decisiones. No es, ni con mucho, la solución a los problemas de la economía cubana, pero debemos aceptarlo como algo beneficioso, siempre que verdaderamente represente el inicio de una etapa de cambios. El problema no es la eliminación de la doble moneda, sino que hubiera sido necesario establecerla y mantenerla durante tanto tiempo. Y esas condiciones que la provocaron, se mantienen o han empeorado. Esas son las que necesitamos  cambiar.

 


Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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