- Introducción
Toca celebrar un aniversario más de Convivencia. El decimotercero, son muchos años para acumular experiencia, conocimiento e información para interpretar los acontecimientos económicos y sociales de Cuba. Pues bien, hace 13 años no se hablaba del ordenamiento monetario y cambiario. Ni por asomo. Las dos monedas, el CUC y el CUP, funcionaban, si bien, Raúl Castro había mostrado los primeros intentos de reformas económicas.
Trece años después, no creo equivocarme al afirmar que el ordenamiento monetario y cambiario es un asunto de máxima relevancia para las autoridades y la gente, en general, y por ello ha ocupado recientemente al Jefe de la Comisión Permanente para la Implementación de los Lineamientos, Marino Murillo, así como al viceprimer ministro y ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil. Los dos han compartido durante varios días el programa Mesa Redonda[1].
Las autoridades se han embarcado en este proceso, dándole un carácter interdisciplinario y transversal, que incluye varias actuaciones: la unificación monetaria y cambiaria, propiamente dichas, la eliminación de los subsidios excesivos y gratuidades indebidas, así como la transformación de los ingresos (salarios). Podrían haber desarrollado el proceso de otra forma, pero se han lanzado a una aventura no exenta de complejidades apostando por la presunta integralidad del proceso.
A diferencia de su hermano, Raúl Castro Ruz otorgó a este asunto una relevancia destacada. Conviene recordar sus palabras en la clausura del décimo periodo ordinario de sesiones del Parlamento, en diciembre de 2017 cuando afirmaba que “aunque la eliminación de la dualidad monetaria y cambiaria por sí misma no solucionará mágicamente todos los problemas acumulados en la economía cubana, constituye el proceso más determinante para avanzar en la actualización del modelo económico cubano por el impacto que tendrá en todas las esferas del quehacer económico y social de la nación. Sin resolver eso, es difícil avanzar correctamente”.
Las autoridades han señalado que el proceso seguido ha requerido trabajar con cuidado y rigor técnico en cada una de las propuestas, y, a tal fin han funcionado 14 subgrupos de trabajo, con la participación de más de 200 representantes de diferentes organismos y del ámbito académico. También se han consultado experiencias internacionales.
La intervención en Mesa Redonda tuvo como objetivo informar sobre ideas iniciales del proceso de ordenamiento monetario, destacando al mismo tiempo su necesidad al tiempo que implica, también, riesgos. Sí, ciertamente muchos riesgos.
Este trabajo explora algunas de las características del proceso, tal y como fue expuesto por las autoridades y formula una presentación crítica de un ordenamiento monetario alternativo, con menos Estado y más Mercado. El enfoque es el propio de la planificación estratégica que exige para determinar el objetivo central un conocimiento de las fuerzas del entorno que afectan al proceso (amenazas y oportunidades) y de los aspectos internos del mismo (debilidades y fortalezas). Pues bien, usando el descriptor de ordenamiento monetario facilitado por los dirigentes castristas, como referencia del análisis, este trabajo mostrará que de oportunidades y fortalezas, hay poco que hablar, y sin embargo, existen evidencias suficientes de riesgos (amenazas) y sobre todo, de muchas debilidades que pueden hacer naufragar el barco, incluso antes de zarpar. De todo ello, se pasa revista en este trabajo.
- ¿Por qué el ordenamiento? ¿Por qué ahora?
Las autoridades sostienen que el ordenamiento monetario se debe a que Cuba enfrenta un entorno monetario muy difícil, que impide que la economía funcione de manera natural, y eso exige una conducción administrativa de la misma. En realidad es al revés. La conducción administrativa de la economía, una de sus principales debilidades, y que depende del modelo social comunista que imposibilita el funcionamiento natural de la economía, es la que lleva a un entorno monetario muy difícil. Si esa “conducción” centralista e intervencionista no existiera (lo que supondría eliminar uno de los principales riesgos que afectan a la economía) lo más probable es que no se produjeran los problemas planteados.
Precisamente, algunos de estos problemas (debilidades en la terminología del análisis estratégico) necesariamente están relacionados con el modelo económico imperante en Cuba.
En primer lugar, las deformaciones observadas en la formación de los precios, que no permiten que lleguen a los productores señales claras de mercado tienen su origen en el modelo económico, que no permite al mercado asignar libremente recursos y en su lugar, establece imperativamente un “ministerio de precios”, único en el mundo.
Una grave debilidad interna que podría ser corregida con el establecimiento del mercado como instrumento central de asignación de recursos del conjunto de la economía. Si este fuera el caso, las señales serían nítidas y solo tendrían lugar las deformaciones producidas por el mercado, que se pueden corregir mediante regulaciones.
En segundo, el salario (déficits salariales acumulados durante mucho tiempo, que han traído consigo la aplicación de medidas que, en su momento, han sido positivas, pero que tienen carácter parcial y no integral) de los cubanos no guarda relación alguna con la productividad del trabajo, y este es otro elemento (debilidad) del modelo social comunista, que aleja los elementos de calidad en el desempeño, motivación, ahorro y demás factores positivos asociados al salario.
En tercero, los problemas de eficiencia en el sistema empresarial que sobre todo, se manifiestan en aquellas empresas que reciben subsidios por su relación con la canasta normada, otro elemento central (debilidad) del modelo. Las empresas más eficientes en Cuba, las privadas, son precisamente las que no reciben subsidios. La eficiencia empresarial depende de la autofinanciación y la solvencia, no de las ayudas del gobierno. Esta sería la opción por la fortaleza empresarial.
En cuarto, los incentivos a los exportadores que, hasta hace poco tiempo, no existían, al encontrarse toda la actividad exportadora en Cuba regulada e intervenida por el Estado, lo que es otro aspecto del modelo social comunista que genera distorsiones (y una notable debilidad sobre todo hacia los mercados internacionales).
En quinto, la responsabilidad de los desequilibrios macroeconómicos en la economía (elevados déficits fiscales, que se han debido aprobar, porque el nivel de transferencia del presupuesto del Estado al sistema empresarial es muy alto y debe ser al revés) que corresponde a las políticas económicas ejecutadas dentro del modelo económico del régimen, ineficaces y en muchos casos, erróneas (debilidad que acompaña a Cuba durante 61 años de fracasos de la política económica).
En sexto, la complejidad de la comparabilidad económica de Cuba con el mundo, que se debe a que Cuba no utiliza los mismos estándares estadísticos para medir sus variables económicas. Solo compara aquello en lo que obtiene, o declara obtener, mejores resultados. Pura propaganda y demagogia, porque los datos no son reales y no se corresponden con la naturaleza objeto de medición.
Por último, todo lo anterior, que está directamente relacionado con la aplicación del modelo social comunista, no hace otra cosa que generar una elevada carga institucional al gobierno que, precisamente, se resiste a ceder parcelas de poder a los agentes privados. Esa carga institucional es una debilidad peligrosa que obliga al gobierno a prestar atención a cuestiones que no son relevantes para el desarrollo económico y prosperidad de país.
Declaran las autoridades que el entramado institucional que ha generado la dualidad monetaria no se puede resolver en un corto tiempo, por sus efectos en las personas. Falso. La dualidad monetaria se resuelve con una sencilla decisión administrativa que no debe entrañar problemas de aplicación en la sociedad cubana. Es falso que la unificación monetaria exija terapias de choque, o que provoque altos índices de desempleo. Simplemente, es una operación técnicamente sencilla que consiste en eliminar el papel circulante de una moneda y dejar la otra. No se debe engañar a la población presentando unos efectos potencialmente adversos, que no tienen por qué ocurrir.
Lo único a destacar es que durante una década las autoridades han estado trabajando en una operación sencilla, que no presenta grandes complejidades y además, resultado de los congresos seis y siete del partido único. Es difícil entender por qué no implementaron la unificación monetaria con anterioridad, aprovechando momentos económicos mucho más estables que el actual. Lanzar ahora dicho proceso, a toda velocidad y dentro del ordenamiento monetario, es mucho más arriesgado y por ello, no está plenamente justificado.
Porque precisamente este es uno de los puntos más controvertidos, ya que los dirigentes cubanos están proponiendo la ejecución de este proceso en un escenario de grave crisis económica crisis mundial, agudizada por la pandemia de la COVID-19. Las amenazas que gravitan sobre la economía mundial, los riesgos asociados a la toma de decisiones, son mucho más elevados que en cualquier período de tiempo anterior.
De modo que el ordenamiento monetario cubano se va a producir en el peor escenario posible y por ello, es muy probable que acabe, provocando graves tensiones en la economía que finalmente no se podrá determinar si son consecuencia del proceso de ordenamiento en cuestión, de las debilidades de la misma, o de un deterioro de las condiciones del entorno general. Las amenazas y riesgos que gravan al proceso son muy superiores a las oportunidades, de las que apenas pueden existir referencias parciales y limitadas.
Además, y esto es lo realmente importante. No es cierto, como dice el gobierno, que resulte impostergable desde el punto de vista macroeconómico y microeconómico, la necesidad de adoptar acciones profundas para avanzar en la actualización del modelo económico. Y mucho menos, un proceso de unificación monetaria y cambiaria, acompañado de reformas de precios y salarios.
La actualización del modelo ha acabado siendo una operación de estética, una apuesta por la continuidad e incluso, refuerzo, del modelo social comunista cubano. Proyectar al futuro sus estructuras es lo fácil y es lo que han elegido las autoridades. Un país no debe funcionar con dos monedas, por hechos históricos constatados de soberanía económica. Las autoridades comunistas han querido vincular la unificación a otros procesos más complejos que se pretenden relacionar con la denominada actualización del modelo. Ese no es el camino. Lo verán pronto.
- ¿Puede avanzar la economía sin ordenamiento monetario? Las características del proceso
En ese sentido, es una gran falsedad la afirmación de que no es posible seguir avanzando en las transformaciones de la economía, si no se realiza el ordenamiento monetario (Murillo) ya que la economía ha estado evolucionando durante más de un lustro manteniéndose las dos monedas en funcionamiento, y seguro podría continuar de la misma forma, ya que las dificultades a las que aluden las autoridades, tienen su origen en un marco distinto al monetario.
Es cierto que los cambios que se han producido tienen un carácter limitado y no alteran sustancialmente el modelo económico, pero es innegable que la economía cubana ha cambiado, y la demostración más evidente es ese 30% de empleo privado que existe en la actualidad. Un porcentaje insignificante, e inferior al que existe en otros países, pero es que hace una década era prácticamente cero.
Visto desde esta perspectiva, el proceso de ordenamiento se antoja más como el resultado de las presiones ejercidas por grupos de poder económico de dentro de la Isla o inversores internacionales, que como una decisión encaminada a mejorar las condiciones de vida de la población. Una vez más, las autoridades no dicen toda la verdad. Hay quien piensa que detrás de este proceso se encuentra la presión del conglomerado de empresas del ejército y seguridad del estado vinculados al sector abierto de la economía con intereses en el turismo, la logística y las finanzas, y un grupo de inversores extranjeros británicos. ¿Qué hay de verdad en ello? Se verá.
El proceso de ordenamiento que han diseñado las autoridades comunistas se ha organizado en torno a cuatro acciones de política económica, a saber, unificación monetaria y cambiaria, cambios en subsidios y gratuidades, y ajuste de salarios e ingreso.
Podrían haber acometido solamente la unificación monetaria, por ejemplo, y olvidarse del resto de acciones o dejarlas para más adelante. Acometer un proceso de cierta complejidad con tantas aristas interrelacionadas entre sí, puede resultar comprometido y acabar dando resultados peores que los esperados, incluso en una economía de planificación e intervención central que presume de poder de control y decisión sobre el conjunto de los agentes económicos que operan en la misma.
Es fácil concluir que la simultaneidad en las cuatro acciones que se definen, y el hecho de que se aborden al mismo tiempo, no va a garantizar, como dice el gobierno, el objetivo de lograr la integralidad requerida para el proceso. Básicamente, porque se trata de acciones que guardan alguna relación entre sí (algunas de ellas, como la unificación monetaria y cambiaria, pero que se podrían haber realizado de forma secuencial) en tanto que otras, como la transformación de subsidios o el aumento de salarios tienen poco que ver con lo monetario y se encuentran más relacionadas con el ámbito técnico productivo de la economía.
De modo que uno de los objetivos planteados en el ordenamiento, que es lograr que todos los asalariados, después de este proceso, queden en mejores condiciones de las que están ahora, tal vez no se consiga a causa de la devaluación de la moneda, el CUP, que han anunciado las autoridades, una vez se produzca la unificación monetaria.
La inflación, de no ser controlada, puede acabar creando graves problemas a la economía, a la moneda única recién establecida y a las políticas públicas del gobierno cubano, casi siempre orientadas al aumento continuo de los gastos públicos. Pero la posibilidad de aumentar los salarios no guarda relación con la política monetaria y este es uno de los errores conceptuales más graves del ordenamiento: pretender conseguir objetivos monetarios con instrumentos que pertenecen a otros ámbitos de la economía.
Pero conviene volver al principio. La dualidad monetaria en Cuba, principal objetivo a abordar con el ordenamiento, tuvo su aparición cuando determinadas situaciones que afectaron al sistema productivo, impidieron que la moneda nacional conservase las funciones del dinero. Eso fue lo que ocurrió a partir de 1994 cuando el CUP se llegó a cambiar por casi 160 x dólar. La entrada en funcionamiento del CUC en 2004 obedeció a la urgencia de evitar la completa dolarización de la economía.
A partir de dicho año, la coexistencia de CUC y CUP generó la dualidad monetaria, establecida por medio de una decisión política que tenía como objetivo acabar con la circulación del dólar en la Isla y recaudar divisas procedentes de las remesas. En estos últimos años, CUC y CUP cumplieron las funciones clásicas del dinero, como medio de pago, unidad de cuenta y reserva de valor, si bien es cierto que en los más recientes, el CUC ha entrado en un declive inesperado provocado por su falta de respaldo a la entrada de dólares y los mensajes del gobierno relativos a su supresión. Curiosamente, en ese proceso de declive el CUC ha arrastrado al CUP.
Desde el inicio de la dualidad monetaria, el régimen fijó una dualidad cambiaria para el CUC y el CUP, con dos tasas de cambio para la misma moneda. En concreto para el CUC, que era la única referida a las divisas internacionales. Y así, a través de una decisión política se fijó una tasa de cambio en el circuito de las entidades (mayorista) con la equivalencia, 1 CUP=1 CUC y 1 CUC=1 dólar (actualmente con asignación central), en tanto que en el circuito de las personas naturales (minorista) la tasa era de 25 CUP=1 CUC y 1 CUC=1 dólar.
Si la unificación monetaria pretende lograr que solo exista el CUP como moneda de curso legal, con todas las funciones del dinero, en Cuba, la cambiaria tiene como objetivo lograr que el CUP se relacione con las divisas internacionales, algo que tenía prohibido por la presencia intermedia del CUC. El problema es que las autoridades comunistas quieren matar dos pájaros de un tiro, y en realidad, después de tantos años, un ejercicio basado en menos integralidad y algo más de parsimonia y sentido común habría sido más recomendable para afrontar este proceso.
Para la unificación monetaria se establece un periodo de tiempo para que el Estado pueda recoger el circulante, en este caso el CUC a los cambios antes descritos. Las personas tendrán un plazo para realizar el cambio. Durante el mismo, las personas podrán ir a las tiendas y adquirir los productos que necesiten pagando en CUC, pero el vuelto de esa compra se efectuará en CUP, como se viene produciendo desde el pasado año en la gestión de ventas de algunos establecimientos comerciales y de esta forma, también se irá retirando CUC que queda en manos de la gente.
Igualmente, las autoridades confirman que durante el cambio de moneda se respetará el tipo de cambio vigente antes de la medida. Las personas podrán realizar los canjes por el mismo tipo de cambio actual (24 CUP). En el caso del sector empresarial, las cuentas en CUC se convertirán en CUP, 1×1, manteniendo su valor actual. Insisto, si solo se tratase de un proceso de unificación monetaria poco más cabría añadir al proceso, pero la cambiaria que se pretende implementar en el ordenamiento monetario, es la que intranquiliza a la gente.
Las autoridades se han encargado de alarmar a los cubanos y de crear incertidumbre y ansiedad para muchos con el mensaje de que la unificación cambiaria no será un proceso dilatado e implicará una devaluación alta.
Una devaluación que se aplicará al CUP cuando quede como única moneda de curso legal. Tras el anuncio, lo lógico es que mucha gente con depósitos en CUC tengan una clara preocupación por lo que pueda valer, no ese depósito que obviamente cambiarán a la tasa de 24×1 o similar, sino a la pérdida consecuente de valor del depósito convertido en CUP cuando se decida la unificación cambiaria y el tipo de cambio del CUP con el dólar experimente la devaluación que anuncian las autoridades.
Las dificultades que mucha gente está teniendo para convertir sus depósitos en CUC en MLC, ya sea euros o dólares, tiene su origen en ese sálvese quien pueda que han creado los dirigentes con sus mensajes contradictorios. El cambio del dólar con el CUC en los mercados informales de La Habana anda cerca de 1×1,4 y las previsiones es que aumente mucho más. Conviene recordar que el dólar y el CUC se cambiaban a la paridad, salvo la comisión que cobraba el gobierno. Los dueños de depósitos en CUC podrán cambiar a la tasa oficial y recoger CUP, cuando se produzca la unificación monetaria, e incluso, ir cambiando desde ya mismo. Pero el temor es qué valor tendrá el CUP con respecto al dólar, de lo que las autoridades no han informado. Tan solo que será una devaluación alta. ¿Por qué no se informa cuál será el tipo de cambio central del CUP con el dólar, y se establece una banda de fluctuación? ¿Por qué se oculta este importante indicador que ayudaría a mucha gente a tomar decisiones informadas?
- Los efectos de la devaluación del CUP
Una devaluación del CUP que, según las autoridades, tiene como objetivo buscar competitividad, supondrá más inflación. Las autoridades asumen que ello puede suponer un cierto nivel de presión para el sector empresarial, que tendrá que hacer frente a los efectos de la devaluación, sobre todo, por los procesos relacionados con la importación y fijación de precios mayoristas y su correlato de inflación de costes.
A tenor de la frase anterior parece evidente que se está enfocando mal el proceso inflacionista posterior a la devaluación. El gobierno asume, por ejemplo, que todos los precios mayoristas en Cuba van a subir en correlación con el incremento que tendrán los productos importados. Pero esto es solo parcialmente cierto.
Por un lado, las empresas que incorporen en sus procesos productivos un alto volumen de productos y servicios importados, sufrirán de forma intensa los aumentos de precios de importación. Pero las empresas que utilizan pocos bienes importados y que pueden recurrir a la oferta nacional competitiva, se pueden ver alejadas de esa presión de costes y vender más e incluso hacerlo a mejores precios, ganando dinero.
Tengo la impresión que los dirigentes no han previsto esta circunstancia y como viene siendo habitual van a aplicar políticas homogéneas para todos. De hecho, estiman que el crecimiento de los precios mayoristas, resultado de la devaluación, también estará influenciado por la reforma salarial que se llevará a cabo en el país como parte del ordenamiento monetario. Es decir, sin que nada de esto venga a cuento, alguien ha decidido que se tienen que aumentar los salarios, bajo el supuesto erróneo que la devaluación del CUP será inflacionista per se.
Y este es otro error derivado de tratar a todo el mundo por igual. Porque no todas las empresas podrán incorporar a sus costos la subida de los salarios. Si devaluar la moneda genera inflación (vía bienes importados), al proponer un aumento de los salarios, la inflación inicial podrá acelerarse, y superar las estimaciones iniciales derivadas del nuevo tipo de cambio. Si las empresas se ven obligadas a incrementar los salarios, adiós a la competitividad buscada con la devaluación, y vuelta a empezar, salvo que en condiciones mucho peores que en la partida.
El lío que se ha organizado el gobierno, ofreciendo la elevación salarial, se debe a que este proceso de ordenamiento ha sido acometido en una situación de la economía que nada tiene que ver con los efectos buscados. Es conveniente tener en cuenta que la devaluación de una moneda es una medida que se adopta en una economía cuando, como consecuencia de un largo e intenso proceso de inflación, los salarios son muy elevados y el país carece de competitividad exterior.
En Cuba, con salarios de 40 dólares al mes, es evidente que el problema de la falta de competitividad no es debido a los salarios, sino a otros factores distintos. No ha existido una elevada inflación acumulada en los últimos años. Por lo tanto, implementar una devaluación en una economía de bajos salarios, con baja inflación, es un grave error de política económica, cuyas consecuencias pueden ser nefastas sobre todo si el gobierno adopta un aumento de salarios para contrarrestar la inflación derivada de la devaluación.
Por eso, es sorprendente que las autoridades se entretengan más con cuestiones que carecen de relevancia, como el tiempo que tarda el incremento de los precios mayoristas en reflejarse en los minoristas, cifrándolo entre seis y 12 meses. Este no es, en absoluto, el principal problema o resultado del proceso. Lo que está claro es que, tras la devaluación, muchas empresas deberán incrementar sus precios porque si no lo hacen perderán dinero y entrarán en crisis.
De hecho, el principal problema de las autoridades será ¿cómo lograr que el crecimiento de los precios no sea mayor al diseño de la subida de los salarios? Ah, pero ¿es que piensan que eso se puede conseguir tras una devaluación? Por lo que se ve, creen que un proceso de ajuste de la economía de mercado se puede controlar con los torpes y rudos instrumentos de la planificación central comunista. Grave error. La inflación de precios, procedente de la devaluación, hará acto de presencia, y se alimentará después con los aumentos salariales del gobierno.
- El control de la inflación sin Mercado
Todo ello va a generar en la economía cubana, si no se adoptan las medidas necesarias, lo que se conoce como “espiral de precios” que llevará a practicar “precios topados”, con su secuela de escasez y ausencia de productos de consumo. No es posible diseñar ninguna inflación, ni por encima ni por debajo de la realidad. El Mercado es mucho más eficiente que el Estado a la hora de regular los precios y trasmitir señales a los agentes económicos.
Si los comunistas cubanos no quieren sacar provecho de los efectos automáticos de precios y mercados, será por razones inconfesables. Este proceso de ordenamiento monetario sería mucho mejor ejecutado por medio de decisiones libres de oferta y demanda, que por la intervención estatal.
Las autoridades calculan que habrá un grupo de empresas que tendrán que hacer un esfuerzo de eficiencia para soportar el proceso de devaluación. Sin embargo, asumen que otras, de antemano, se sabe que no podrán realizar ese esfuerzo y podrían tener pérdidas, al menos durante el primer año. En ningún caso, las autoridades se han detenido a considerar aquellas empresas que salen con ventaja en este proceso, a saber, las exportadoras, orientadas al mercado internacional y que procesan operaciones en divisas por medio de transacciones, operaciones de logística y comercio exterior e inversiones extranjeras. A partir de esta descripción se sabe bien qué sector es el que saldrá beneficiado de este ordenamiento monetario, y el que habrá presionado para que se ejecute en un momento, además, muy complicado no exento de riesgos.
Por el contrario, el gobierno comunista cree que será necesario lo que denominan una estrategia para «calzar» monetariamente a las empresas no tan eficientes. Otra vez, de vuelta a las andadas, promover subsidios a las pérdidas de estas empresas que probablemente acabarían cerrando, es la solución prevista por el gobierno. El gasto público asociado a estos subsidios se explica por el objetivo de evitar el cierre de las empresas, y con ello, frenar situaciones de desempleo o que no se suministren a la población servicios básicos y de primera necesidad que generan esas empresas.
Es cierto que tras una devaluación hay empresas que no pueden resistir y acaban por desaparecer, pero en las economías de mercado libre, cuando este proceso está en marcha, surgen oportunidades para el nacimiento de otras empresas que aprovechan la coyuntura de una mejor competitividad exterior, bien para ocupar el espacio que dejan las que quiebran por ineficientes o incluso para suministrar bienes y servicios que no se pueden comprar en el exterior por los precios más elevados tras la devaluación. Las autoridades comunistas son incapaces de contemplar este proceso de “destrucción creadora” en palabras de Schumpeter, porque cuestionan el mercado como instrumento de asignación eficiente de recursos y se cierran en banda a lo que tienen.
De modo que en vez de liberalizar la creación de empresas por cubanos, los comunistas diseñan un programa de ayuda desde el gobierno, con eventuales compromisos de ir reduciendo los subsidios conforme la empresa va ganando en competitividad. Falso, estas pérdidas no se reducen, suelen ir a más, y el agujero que dejan en las cuentas públicas acaba siendo mucho mayor que al principio.
Otra de las quimeras del gobierno como consecuencia de la devaluación está en lo que han denominado “teoría de corrección de precios relativos”, un concepto desconocido en los manuales clásicos de economía, pero que los dirigentes cubanos atribuyen a que las materias primas nacionales lleguen a ser para la industria cubana más baratas que aquellas que se importan, lo cual estimularía esos encadenamientos productivos tan necesarios.
Sorprenden las expectativas depositadas por las autoridades comunistas en esta corrección de los precios relativos, al que califican como el efecto más grande que se estaría creando. Pero sin explicar cuál es su origen o en qué sectores se puede producir. Pensar solo en las materias primas para la alteración de precios relativos es no tener en cuenta que es en el ámbito de los servicios, sobre todo profesionales, donde la economía cubana puede sacar más provecho de las modificaciones cambiarias, y ahí el recurso a las materias primas es lo menos importante.
Los dirigentes reconocen que estas medidas no son la varita mágica que lo cambiará todo, aunque están convencidos de que se pueden crear las condiciones para que en el sistema empresarial haya una reacción positiva de los productores, y se apoye la política del país de exportar más y sustituir importaciones. Para conseguir que la oferta aumente y compense las importaciones, se requieren decisiones relevantes asociadas a la estructura productiva y la libertad de creación de empresas. Todo ello, si se pretende realmente que el Mercado empiece a dar señales diferentes a la economía.
En suma, este es el efecto más grande que se espera, una corrección de los precios relativos, un incremento de los salarios y mayor motivación para trabajar, aunque no sucederá de un día para otro. Lo peor de todo es que no sucederá.
¿Por qué decimos esto? Porque no hace falta ser un gran economista para avisar que la inflación se lo comerá todo. Superará los indicadores de la planificación central del Estado y el gobierno deberá adoptar drásticas políticas de precios topados que vaciarán los mercados de oferta nacional generando escasez a unos niveles sin precedentes. Las protestas sociales serán muy grandes, por la frustración de la gente.
La solución para lo que viene tampoco se encuentra en establecer controles de precios sobre un grupo reducido de productos, que se consideran transversales a la economía y a los que se piensa mantener con precios centralizados, como, por ejemplo, el precio del combustible. El gobierno quiere igualmente que otros precios minoristas relacionados con el consumo de la población se mantengan centralizados, y para ello, se anuncian gigantescos subsidios que presionarán el presupuesto estatal.
Incluso la canasta familiar normada, de la que ya se han anunciado planes para su eliminación, se mantendrá para hacer frente al escenario que se anticipa, con algunos productos con precios centralizados y otros también subsidiados, como la leche para los niños de 0 a 7 años. También tendrán costos únicos, pero sin subsidios, aunque se mantendrán dentro de la libreta de abastecimiento como mecanismo de distribución, para garantizar que lleguen a todas las personas.
Es evidente que los dirigentes echan mano de todo lo que tienen a su alcance para enfrentarse al tsunami de la inflación (precios topados, precios centralizados y controlados, canasta familiar normada), sobre todo porque entran en un terreno desconocido, el de la libertad económica y no se fían de lo que están haciendo. Pero sobre todo, temen el estallido social provocado por una espiral de inflación descontrolada. En las actuales condiciones de la economía cubana no es factible aumentar la oferta de manera rápidamente, y esta sería la solución a los problemas, pero ello exige ir más allá de la “actualización” del modelo económico.
Finalmente, un aspecto curioso del ordenamiento monetario, que seguramente no llegará a implementarse, tiene que ver con los salarios. Se prevé una reforma salarial como medio de hacer frente a la inflación provocada por la devaluación del CUP. Increíble, pero cierto. Aumento de salarios como respuesta a una inflación derivada de precios de importación más elevados.
Desplegar una devaluación del CUP para mejorar su competitividad y promover incrementos salariales al mismo tiempo es absurdo y carece de lógica económica. Además, el procedimiento utilizado por los planificadores para abordar las cuestiones salariales, es un cántico a la intervención del Estado en la economía por cuanto ni presta atención a las reglas básicas de productividad del trabajo. Es decir, han calculado una canasta de referencia de bienes y servicios, que es distinta de la canasta básica normada (una canasta más) para convertirla en punto de referencia para fijar el salario mínimo. A partir de ahí, la escala salarial según los 32 grupos que contiene. En el primer grupo de salario mínimo hay en el sector estatal 29.000 personas, de los casi tres millones que laboran.
El método elegido establece que el salario tiene que respaldar el consumo del obrero y de la familia, y por ende, el salario mínimo tiene que ser un poco más alto que la canasta de referencia. A partir de los estudios realizados, se sabe que la composición de los núcleos familiares en Cuba es estadísticamente de tres personas y, de ellos, dos trabajan como media. Puede darse el caso de que en ese núcleo de tres personas, de los dos que trabajan, quizá alguno gane el salario mínimo, pero el otro puede tener retribuciones de cuatro o cinco veces ese salario mínimo, por lo cual pueden cubrirse los gastos de la familia.
No obstante, cuando esto no suceda, y esas dos personas perciban la cantidad mínima y no puedan llegar al valor de la canasta de bienes y servicios para cada una, intervendrá entonces la seguridad social para compensar la diferencia. La intención será subsidiar a esas personas y no a todos los productos, bajo el principio de que en este proceso nadie quedará desamparado. Es decir, con independencia del trabajo realizado, su calidad, cualificación o motivación, los cubanos recibirán un salario subsidiado que se estipula por el Estado. Más de lo mismo, y nada de libertad económica.
Incluso, las autoridades han previsto que el fondo de salario en el país aumente en 4,9 veces, mientras que el destinado a la seguridad social lo hará en 5 veces. Mientras tanto, los precios en el sector estatal tienen previsto aumentos muy por debajo de esos valores. Si la dinámica de crecimiento del salario es más alta que la del aumento de precios, entonces los trabajadores del Estado estarán en una mejor posición. Ese es otro de los objetivos del ordenamiento, pero a tenor de lo que se avecina, no parece que este vaya a ser el resultado. Creo que la reforma salarial no llegará a buen puerto, y lo más probable es que se acabe descolgando por otra vía.
Las autoridades atribuyen a la reforma salarial el objetivo de lograr una mejor distribución de las riquezas, porque en la práctica no se han creado nuevas ganancias. En este proceso de subsidiar el salario, también consideran necesario eliminar subsidios y gratuidades indebidas, sin predeterminar cuáles, y el anuncio de que siempre se protegerán a niños y embarazadas, ciudadanos imposibilitados de trabajar o servicios de alto consumo nacional, como la electricidad.
- Conclusiones
Estamos ante el ordenamiento monetario, un elenco de actuaciones de las que dos, la unificación monetaria y cambiaria del CUP parecen mejor encaminadas que el resto de las actuaciones sobre salarios y gratuidades o subsidios. El gobierno cubano asume la devaluación del CUP por motivos de competitividad, en un escenario económico interno y externo altamente complejo, pero no anuncia el tipo de cambio final con el dólar, y una banda de fluctuación para que los agentes económicos puedan tomar decisiones informadas.
La devaluación traerá consigo aumentos de precios que no se podrán controlar con los instrumentos del gobierno basados en precios topados, controlados, centrales, canasta normada, etc. A partir de ahí, si se produce una subida de salarios puede acarrear una peligrosa espiral inflacionista que dañe profundamente la actividad económica interna.
La unificación monetaria es un proceso simple que tan solo los mensajes contradictorios del gobierno están generando incertidumbre y ansiedad en amplios sectores de la población. El problema está cuando el CUP quede abierto ante el resto de divisas internacionales poniendo de relieve las circunstancias específicas de la economía cubana respecto al resto de países del mundo y sus monedas. Nada será igual tras la devaluación, cuya intencionalidad política tiene mucho que ver con los intereses hoteleros y la inversión extranjera. Los receptores de remesas verán incrementado su poder de compra y el gobierno mantendrá la vergüenza que suponen las tiendas en MLC donde los ciudadanos de un país no pueden pagar con la moneda de curso legal, pero ¿hasta cuándo será eso posible? Si los cubanos tienen acceso directo a los mercados de cambios, podrán tener dólares y usarlos libremente, pero otros podrán obtener ganancias comprando en dólares en las tiendas en MLC y vendiendo en CUP a la gente que no tiene acceso al dólar.
- [1] Los días 1 y 14 de octubre la Mesa Redonda ha abordado estos temas.
- Elias M. Amor Bravo.
- Analista cubano y especialista en formación profesional y empresarial.
- Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales.
- Máster en gestión pública directiva.
- Director de la Fundación Servicio Valenciano de Empleo.
- Director general de formación y cualificación profesional.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia.
- Reside en Valencia, España.