EL RESTABLECIMIENTO DE LA SOCIEDAD CIVIL, NECESIDAD INSOSLAYABLE

Martes de Dimas

Si por sociedad civil se entiende un conjunto de aso­ciaciones autónomas, espacios públicos, derechos y li­bertades mediante las cuales los ciudadanos intercam­bian opiniones, toman decisiones y participan en los asuntos políticos, económicos y sociales de su interés sin más autorización que las que emanan de las leyes, entonces tenemos que convenir que esa institución existió en Cuba desde la época colonial, se desarrolló durante la República, desapareció después de 1959 y está en proceso de resurgimiento.

Desde la primera mitad del siglo XIX figuras ilustres como el padre Félix Varela, quien llamó a la Cátedra de Constitución del Seminario San Carlos «cátedra de la libertad, de los derechos del hombre» y se empeñó en la formación de virtudes; José Antonio Saco, que des­de la Revista Bimestre Cubana generó un debate forja­dor de conciencia cívica; Domingo Delmonte, quien al clausurarse ese medio y otros espacios encontró en las tertulias la forma de continuar los debates sin permiso de las autoridades; y José de la Luz y Caballero, quien se consagró a la educación cívica como premisa de los cambios sociales, forjaron los cimientos para la parti­cipación ciudadana. Sobre ese suelo, en 1878, cuando España en cumplimiento de los acuerdos del Pacto del Zanjón concedió a Cuba las libertades de prensa, reu­nión y asociación, brotó la sociedad civil cubana: par­tidos políticos, periódicos, sindicatos, asociaciones de negros, fraternales y de diversa índole.

Con el nacimiento de la República en 1902, la so­ciedad civil, extendida por todo el país, participó en las luchas sindicales, campesinas, estudiantiles y en los debates de la intelectualidad sobre los problemas que aquejaban a la nación a través de la prensa escrita, la radio y la televisión. La importancia de esa sociedad civil fue enarbolada por Fidel Castro en el juicio por el asalto al Cuartel Moncada para brindarle legitimidad a la acción armada de julio de 1953.

La Revolución de 1959 convertida en fuente de dere­cho, en vez de restablecer plenamente la Constitución de 1940, la sustituyó sin consulta popular por la Ley Fundamental del Estado Cubano e inició un proce­so fatal para la sociedad cubana: la concentración de poder, la eliminación de la propiedad privada y el des­montaje de la sociedad civil.

Las organizaciones que lucharon contra el gobier­no de Fulgencio Batista: el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, el Partido Socialista Popular (PSP) y el M-26-7 después del triunfo revolucionario se fundie­ron en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), las que en 1963 conformaron el Partido Unido de la Revolución y en octubre de 1965 tomaron el nom­bre -por segunda vez en nuestra historia- de Partido Comunista de Cuba (PCC). El diverso movimiento ju­venil desapareció para dar paso primero a la Asocia­ción de Jóvenes Rebeldes (AJR) y luego a la UJC. Las asociaciones femeninas de todo tipo se convirtieron en la FMC. Las asociaciones de estudiantes universitarios en la FEU y las de nivel preuniversitario en la Unión de Estudiantes de la Enseñanza Media. El movimiento obrero fue intervenido, mientras la autonomía univer­sitaria, que había sido refrendada en el artículo 53 de la Constitución de 1940, desapareció con la reforma uni­versitaria de 1962.

Las asociaciones de empleadores corrieron la mis­ma suerte. La Asociación de Hacendados de Cuba, la Asociación de Colonos de Cuba, la de Cosecheros de Tabaco y la Asociación Nacional Campesina fueron sustituidas por la Asociación Nacional de Colonos, la que luego pasó a denominarse Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.

La prensa escrita, radial y televisiva, la enorme red de cines, la producción editorial y las instituciones cultura­les quedaron limitadas a la frontera establecida desde el poder con la intervención del jefe de la Revolución en el Congreso de Cultura de 1961, cuando preguntó: «¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolu­cionarios o no revolucionarios?» Y se respondió así mis­mo: «Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución ningún derecho[…]. Y esto no sería ninguna ley de ex­cepción para los artistas y para los escritores. Este es un principio general para todos los ciudadanos».

Las organizaciones que integraron la sociedad civil antes de su desmantelamiento no eran subordinadas al Estado ni a los gobiernos de turno. Eran autónomas, condición ineludible sin la cual no habrían podido desempeñar el papel que tuvieron en la República. La subordinación se concretó con la Constitución de 1976. El artículo 5 refrendó que el Partido Comunista «es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado». En correspondencia, el artículo 53 reconoce la «liber­tad de palabra y de prensa conforme a los fines de la sociedad socialista» y el 62 define que «ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejer­cida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista».

El resurgimiento de la sociedad civil emerge del es­tancamiento y retroceso en la economía, de la genera­lización de la corrupción causada por la insuficiencia de los salarios, del éxodo creciente de los cubanos y del envejecimiento poblacional debido a la diáspora y a la negativa de las cubanas a parir en esas condiciones, al extremo de situar al país ante la disyuntiva de cambiar o estallar por medio de la violencia. Ello demuestra que la crisis estructural en que Cuba está inmersa tiene su primera causa en la ausencia de las libertades funda­mentales, en el desmantelamiento de la sociedad civil autónoma y la ausencia del ciudadano.

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

 

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