Unos amigos me comentaron su preocupación por un video mostrado a sus hijos en la escuela sobre la diversidad de preferencia sexual, mostrando expresiones amorosas entre homosexuales, suicidio provocado por bulling, con el objetivo, según los profesores, de educar en contra de la homofobia.
Y es justa su preocupación, porque una cosa es educar en la diversidad sexual y otra muy distinta hacer consumir a estudiantes de 13 y 14 años, audiovisuales que normalmente están clasificados para mayores de 16.
En estos momentos, es prioridad para la enseñanza escolar, sin escatimar en medios cualesquiera, eliminar siglos de machismo y de educación homofóbica, no solo por parte de la escuela, sino de toda la sociedad. Aceptar la diversidad en la preferencia sexual se ha utilizado, por una parte, como una muestra de avance en la mentalidad oficial, y por otra, como una conquista. Y, aunque es cierto que el actual Proyecto de Constitución no cambia en esencia, la falta de democracia en Cuba, se busca cierto margen de apoyo popular para que esta aceptación sea plasmada en la Constitución.
¿Cómo acelerar el proceso de educación popular para el respeto a la diversidad de preferencias sexuales, en un país donde predomina la cultura machista, y en su oposición, el feminismo?
Es muy difícil, pero lo sería menos si la escuela en Cuba educara para la diversidad en todos sus órdenes.
La dificultad para educar en el respeto a la diversidad de preferencia sexual tiene una base en la falta de educación para la diversidad y la pluralidad.
¿Cómo convencer de que la diversidad debe ser aceptada y respetada, a un joven que escucha que la unidad de la nación depende de que todos pensemos igual, de que tengamos un partido único o de que todos pertenezcamos a la mismas organizaciones? ¿Cómo convencer a un joven que solo sabe de votaciones unánimes, de que ser distinto no es malo? ¿Cómo decir que la diferencia debe ser respetada, a jóvenes que no pueden llevar el cabello como quieren porque les dicen que la uniformidad en el vestir y en el lucir es lo que hace bien a la escuela? ¿Cómo pretender que lo jóvenes no discriminen por sexo o preferencia sexual si, por reglamento, los varones no pueden llevar aretes o pelo largo a la escuela y sí las hembras? ¿Cómo educar para el respeto a la diversidad si han llamado la atención a padres, porque sus hijos visten con ropa y zapatos muy costosos y eso los hace diferenciarse de los demás (evidentemente con un criterio de valoración muy alta para el aspecto personal)? ¿Cómo educar para la pluralidad con sobrados ejemplos de jóvenes expulsados de universidades o impedidos de estudiar una carrera por su falta de “integralidad” o “incondicionalidad”? Si no se puede ser distinto en el pensar y en el hablar, es difícil que sea aceptado quien sea distinto en cualquier aspecto de la vida.
La diversidad es una realidad humana. El mundo es plural y eso es bueno. Pero es muy difícil transmitir lo necesario del respeto a la diversidad sexual en medio de un ambiente de intolerancia con la diversidad de pensamiento y de comportamiento.
No basta con que la educación sea laica. Es necesario que sea plural y diversa. De manera que los padres puedan escoger la educación que quieren brindar a sus hijos. Es su derecho tal y como es su responsabilidad.
En el otro extremo, una sociedad mal educada en la diversidad y la pluralidad, tiende también a confundir el derecho a ser diferente, con permiso para hacer lo que se quiere sin pensar en los demás o el bien común.
Expresar la diversidad necesita de libertades. Educar para la diversidad necesita de respeto a la misma en todas sus manifestaciones. Esto debe estar plasmado en la Constitución de cualquier país democrático.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.