Lunes de Dagoberto
Hace unos días un amigo puso en su perfil de Facebook una frase que viene como anillo al dedo para lo que estamos viviendo los cubanos y otras muchas naciones: “el respeto es la llave que abre todas las puertas”, dice el cartel. Hoy quiero detenerme en esta actitud que debiera ser el cimiento sobre el que levantemos el complejo edificio de la convivencia entre cubanos, en la Isla y en la Diáspora.
La semana pasada reflexionábamos sobre la violencia y la muerte como enfermedades terminales de la sociedad. El respeto es el primer tratamiento para esos males. Como decía Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. He aquí una fórmula primaria y eficaz para la convivencia cívica: respeto más derecho, edifica paz.
El respeto: Actitud que modera nuestras relaciones humanas, que limita nuestros excesos en el trato con los demás, antídoto que rompe la cadena de la violencia que engendra más violencia, mínimo indispensable para que los demás te respeten. Es inconcebible pero cierto, incoherente con un discurso a favor de la paz, las constantes descalificaciones entre cubanos en los medios de prensa y redes sociales. El uso de un lenguaje de trinchera, ofensivo, crispado, difamador, sin presentar pruebas, ni mediar juicio imparcial, que no ayuda a resolver los problemas ni a construir unidad en la diversidad. Ese tipo de lenguaje debería ser penado por ley.
El derecho: Es verdad que el respeto es la llave, el primer paso, pero se queda corto. Quien respeta puede quedar pasivo o aislado, en un inxilio amurallado para no implicarse en nada. No basta respetarse en las relaciones interpersonales, que ya es mucho, se necesita además observar las normas del derecho natural aquel que está inscrito en el corazón y la conciencia que nos distinguen como seres humanos. Es esa sensación de transgresión, de culpabilidad, que nos queda una vez que hemos saltado la frontera del respeto y la justicia. Lo justo es lo que sea más humano, lo que nos humaniza y confraterniza. Pero no basta el derecho natural, es necesaria la norma escrita, el derecho positivo, que formula lo que inspira el derecho natural, lo objetiviza, lo pone al alcance de todos. Se podría parafrasear a Juárez diciendo el respeto a los derechos humanos es la paz.
La paz: Que no es pasividad, ni dejar hacer, ni relativismo complaciente, ni adaptación forzada por la represión. La represión represa las injusticias y los muros de las presas no aguantan para siempre cualquier presión. No se puede estirar la liga de la paciencia del pueblo. No se resuelven los problemas con amenazas, denuncias, represiones, multas y encarcelamientos. Eso acalla pero no aclara. Eso es mordaza pero no convence. Eso acumula rencores, odios, venganzas, reacciones desproporcionadas que un día explotan – Dios no lo permita, ni nosotros tampoco- y ese destape caótico e imparable es responsabilidad de todos los cubanos.
En fin, paz no es tranquilidad ciudadana. La paz no es el silencio del miedo. La paz no es aguante de injusticias en el subsuelo de la sociedad. No hay paz sin justicia. Dice el salmo “La justicia y la paz se besan”.
Si queremos evitar la violencia debemos observar estrictamente el respeto de los ciudadanos a la legítima autoridad y el respeto irrestricto de los agentes de la autoridad y el orden para cada ciudadano. No solo para el bueno y disciplinado sino para aquellos que llevan dentro el desacato y la violencia. El “ojo por ojo” no fomenta el orden. El palo no produce la tranquilidad, solo la reduce. Por un tiempo. Lo que de verdad, produce orden y convivencia pacífica es el respeto a los derechos de los ciudadanos, la observancia por parte de los ciudadanos de sus deberes cívicos y el arbitraje de las instituciones de justicia que deben ser independientes del poder. No se puede ser juez y parte. La policía, ni en Cuba ni en Estados Unidos, ni en ningún lugar, puede tomar la justicia por su mano.
Todos los ciudadanos deberíamos exigirnos guardar respeto por los demás y exigir con la ley a los demás que se nos respete. La violación del respeto al derecho ajeno comienza por las agresiones verbales, escritas, puestas en las redes. Comienza, como la carcoma, por un casi invisible orificio en los horcones de la convivencia. Muerde y destruye por dentro, imperceptiblemente y el día que vamos a sentarnos en la butaca del derecho, se derrumba el asiento de la justicia y de la paz porque dejamos irresponsablemente que ese irrespeto carcomiera las relaciones interpersonales, sociales e internacionales.
El gran triunfo de los cambios graduales, ordenados, pacíficos y negociados en muchos países ha dependido de la voluntad de respeto, de diálogo auténtico, del ceder y exigir, del saber aprender de los errores de los otros, de desterrar de la sociedad el irrespeto verbal, mediático, político, jurídico y cívico. Cuba necesita cambiar, pero todos los cubanos, Isla y Diáspora, seremos responsables de:
- Evitar que los cambios desemboquen en violencia y muerte. Todos somos responsables. Pero somos más responsables cuanto más poder de decisión tengamos.
- Sembrar respeto y educar para la paz, una paz activa, comprometida, justa, humana.
- Dotarnos de un marco jurídico que prohíba y destierre, castigue y eduque, a todo el que viole el respeto, la negociación y la paz. Sea simple ciudadano, sea autoridad.
- Demostrar con hecho fehacientes (que den fe) de la voluntad de las autoridades de no abusar del poder de las instituciones y la voluntad de los ciudadanos de protestar y exigir por los canales, con el lenguaje y con el respeto que abre todas las puertas.
Esto no se puede lograr sin que los que tienen las llaves las usen para abrir y no para encerrar, las usen para construir consensos y no para cavar trincheras. Ya lo dijimos en un editorial de la antigua Vitral: “Quien cierra la puerta al cambio, abre la puerta a la violencia”
Luego, es verdad que el respeto es la llave que abre todas las puertas, con tal que no tengas trancas que lo impidan. Cuba necesita más llaves y menos trancas, más respeto y menos descalificaciones, más diálogo y menos represión, más apertura y menos inmovilismo. Más renovación de lo bueno que hay en cada cubano y menos continuidad con lo malo que hemos hecho.
Que todos usemos la llave del respeto para empezar a abrir.
Hasta el próximo lunes si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.