Religión y sociedad – Breve síntesis de la Primera Exhortación Apostólica del Papa Francisco Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio)

Por Yadián Alba Carreño
 
Papa Francisco. Foto tomada de Internet.

Papa Francisco. Foto tomada de Internet.

 
Luego de la toma de posesión del Papa Francisco como servidor y pastor de la iglesia Católica, un nuevo fresco sopla en el Vaticano. Su estilo peculiar de ejercer el ministerio petrino junto a la empatía que han suscitado sus gestos y mensajes, no solo ha conmovido a gran parte de la humanidad, sino que hablan del advenimiento de una nueva etapa en la barca de Pedro, guiada por el Espíritu Santo.
A menos de un año de celebrar su primer aniversario como Obispo de Roma, el Santo Padre ofrece su Primera Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, dando inicio a la misma con las siguientes palabras: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.
El documento eclesial constituye en sí mismo todo un programa de pontificado puesto que a lo largo de los puntos que lo conforman, el Sumo Pontífice habla de su visión de la Iglesia y del mundo, profundizando en las ideas que ha anunciado en estos últimos meses.
Francisco invita a recuperar la frescura original del Evangelio, encontrando nuevos caminos y métodos creativos. Refiriéndose a los retos del mundo contemporáneo, el Papa critica el sistema económico actual, al que denomina injusto en su raíz. A las comunidades cristianas les advierte el peligro de caer en envidia o en celos dentro del pueblo de Dios y en las distintas comunidades.
Subraya la necesidad de hacer crecer la responsabilidad de los laicos, mantenidos al margen de las decisiones a raíz de un excesivo clericalismo. Apunta sobre el rol pastoral de la mujer, afirmando que todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Sobre la escasez de vocaciones en algunos lugares, Su Santidad alerta que no se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones.
Quiero poner a su disposición algunas ideas esenciales de la Exhortación Apostólica con el ánimo de suscitar el enriquecedor debate que propicie la reflexión de las temáticas abordadas:
–          Hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida.
 
–          La Iglesia en salida es una iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces, es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad.
 
–          Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos.
 
–          Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos mutuamente a llevar las cargas. Gálatas 6,2).
 
–          Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional sin preocuparnos de la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de San Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe nunca es cómoda e individualista, siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra.
 
–          A veces, sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor, pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo.
 
El Vicario de Cristo en la tierra, infunde valentía e invita a mirar hacia adelante no obstante el momento de crisis, haciendo una vez más de la cruz y de la resurrección de Cristo, la insignia de la victoria.
Oremos sin desfallecer, para que Dios Padre nos conceda la gracia de ser fieles a nuestra vocación cristiana y corresponsables con el sucesor de Pedro hoy, aquí y ahora. La Iglesia que peregrina en Cuba precisa de fieles colaboradores que sirvan al pueblo de Dios y a la Patria con generosidad y entrega. El Papa solo no puede impregnar de Cristo a la humanidad si todos y cada uno, desde nuestra vocación específica, no esparcimos la semilla del Evangelio en los diferentes ambientes donde convivimos.
Gracias, Santo Padre, por tu testimonio de entrega a Dios y por tu modo de proceder, que contagia y apasiona a quienes tenemos sed de Cristo Jesús.
Yadián Alba Carreño (Cárdenas, 1981).
Laico católico. Licenciado en Terapia Física y Rehabilitación.
Reside y trabaja en Cárdenas, Matanzas.
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