Por Hilda Molina
Dedico este humilde testimonio a mi madre,
Con gratitud y amor infinitos, en su noventa cumpleaños
Mamá,
Gracias por existir,
Gracias por sembrar en mi hijo la luz de tu alma,
Gracias por tu compañía en mis días de tormento y angustias,
Gracias por perdonar mis errores,
Y ayudarme con tu cariño a superarlos,
Gracias, porque allá, junto a mis adorados hijos y nietos, los bendices y los proteges,
Gracias porque eres la persona que más me ha querido,
Gracias por conducirme en mi retorno a Dios.
Nací en el seno de una familia de sólidas raíces católicas. Recibí de mis padres una profunda formación cristiana. Cursé todos mis estudios, hasta concluir el Bachillerato, en un colegio religioso. No obstante, cuando se produjo en Cuba el triunfo de la llamada revolución, las promesas de un país renovado, en el que lograríamos equidad, justicia y respeto a la dignidad y a los derechos de sus ciudadanos, cautivaron mi corazón adolescente. Me incorporé temprana y gradualmente a ese proceso; y al unísono me fui alejando imperceptiblemente de mi religión. Como médico neurocirujano dediqué lo mejor de mi existencia a las Neurociencias y al servicio de mis humildes compatriotas enfermos; pero a pesar de la aparente plenitud de esos años, dos realidades prevalecieron en mi nueva vida:
Mis contradicciones con la evidente incoherencia entre postulados teóricos y accionar, mostrada desde el inicio por el régimen, situación esta que en el curso de los primeros años atribuí erróneamente a problemas individuales, y no a características propias del sistema; y que siempre critiqué frontal y firmemente.
Un inmenso vacío interior que no logré llenar jamás, ni con el entrañable amor que profeso a mi hijo y a mi madre, ni con la entrega absoluta a mi noble profesión. Se trataba de ese doloroso vacío de las almas, que habiendo conocido a Dios, viven alejadas de Él. Y ese vacío era aún más terrible porque no solo me había apartado, sino que además negaba a mi único y verdadero Dios, cada vez que al realizar algún trámite, debía responder por escrito, los humillantes, crueles, y omnipresentes interrogatorios relacionados con mis creencias y prácticas religiosas.
El paso del tiempo propició la maduración de mi personalidad, y me proporcionó un conocimiento más directo sobre la naturaleza real del sistema político imperante en Cuba. Cuando adquirí absoluta conciencia de mi incompatibilidad con la esencia y las acciones gubernamentales, fiel a los dictados de mi conciencia y de mi corazón; y haciendo uso de mis derechos como ser humano, en 1994 me desvinculé total y pacíficamente del gobierno y sus estructuras.
Durante una prolongada y triste etapa de mi vida, abandoné y negué a Dios. Pero ese Dios misericordioso que jamás abandona a sus débiles, imperfectos y falibles hijos, me obsequió un ángel en la persona de mi madre, bendita coraza protectora que me salvó del naufragio, cuando me debatía en las aguas tormentosas de este reino de las tinieblas en que han transformado a mi país.
Mi madre, humilde mujer y ejemplar católica comprometida, ayudó incansablemente a su Iglesia, aún en los momentos más difíciles, a pesar de las presiones a que fue sometida. Educó a mi hijo con esmero y ternura, como hombre de bien, como hombre de fe. Ha luchado y lucha, con una mezcla sagrada de dulzura y coraje, en pos de que su familia mantenga incólumes los principios y valores cristianos en los que fue edificada. A mi madre debo que la institución médica que yo dirigía, haya sido el primer y posiblemente el único hospital de la Cuba comunista donde se ofició la Santa Misa, y se efectuaron otros eventos religiosos, con la participación de pacientes, familiares y trabajadores. A mi madre debo el regreso a la religión que me acunó desde mi llegada al mundo. En aras de lograr tan sublime objetivo, ella utilizó óptimos instrumentos repletos de amor, como la oración, el ejemplo de su invencible virtud, la paciencia, la comprensión, sus palabras inteligentes y oportunas; y contó además con el insuperable apoyo de la Radio Católica Mundial. Así se produjo mi retorno a Dios, de la mano del ángel que es mi madre, algunos años antes de mi renuncia al comunismo cubano.
Desde hace más de seis meses, mi madre se encuentra junto a nuestra amada familia en Argentina, pero como siempre, ella me acompaña. En estos momentos, cuando 10000 kilómetros nos separan físicamente, la recuerdo dulcificando y purificando mis angustias en aquellos años tenebrosos. La recuerdo orando constantemente a Dios, a la Santísima Virgen, y a los Santos de su devoción, incluso mientras realizaba con excelencia las tareas domésticas. La recuerdo prodigando el bien a todos, sin excepción, sin límites. Recuerdo cómo doblegaba el sufrimiento que la inundaba, y con su sonrisa de niña, me informaba sobre las obras de la Iglesia en el ámbito universal; sobre los viajes de Su Santidad Juan Pablo II, sus mensajes y homilías. La recuerdo comentándome con alegría, las cotidianas y gratificantes vivencias de su inagotable desempeño como católica.
Recuerdo a mi madre hablándome por primera vez, en 1992, de la Radio Católica Mundial. Me explicaba entonces que esta maravillosa obra había sido fundada por una monjita llamada Madre Angélica, perteneciente a una orden de clausura; que trasmitía para casi todo el orbe; y que sus magníficos programas eran de extraordinario valor para los seres humanos en general, creyentes y no creyentes. Recuerdo a mi madre, una de las primeras misioneras de la Radio Católica Mundial en Cuba, trabajando tesoneramente con vistas a que esta emisora se conociera ampliamente en el país. La recuerdo sintonizándola en su viejo radio soviético a través de la onda corta, e invitándome a acompañarla cuando escuchaba la Santa Misa, el Santo Rosario; programas de excelencia como “Lo Mejor de la Madre Angélica”, las prédicas del Padre Pedro Núñez, “Criterios” con Alejandro Bermúdez; eventos pontificios, conferencias, actualizaciones sobre el movimiento Pro-Vida, noticieros, festivales y muchos más. Recuerdo el brillo de sus ojos cuando juntas disfrutábamos de esos liberadores, edificantes y curativos mensajes de amor, esperanza, paz y verdad, que tanto alivio aportaban a mi alma; y que mitigaban los pesares y frustraciones de aquellos aciagos días llenos de tensión, conflictos, intrigas, incomprensiones y decepciones.
Así se produjo, con humildad y gratitud, mi retorno a Dios, a mi Iglesia, de la mano de mi madre y de la Radio Católica Mundial. Porque “la conversión es mucho más que un arrepentimiento o una clara conciencia de lo mal hecho; es emprender un nuevo camino, sin dejar de ser uno mismo, bajo la misericordia de Dios”. Porque “Dios sin cesar ilumina a los que en pos de la luz, tratan de caminar hacia el amanecer”. Porque “Dios no sólo perdona los pecados, sino que una vez perdonados, los olvida; es decir, los perdona del todo”.
Y qué es la Radio Católica Mundial? Se trata no solamente de una emisora de radio. Es en realidad, la Red Global Católica EWTN (Eternal Word Television Network), el complejo de medios de difusión religiosos más grande del mundo, integrado por: la cadena de televisión por cable EWTN, la Radio Católica Mundial (WEWN), y una página Web. Trasmite una excelente y variada programación, durante las 24 horas del día, actualmente disponible en más de 85 millones de hogares de 110 países y 16 territorios. Surgió por Inspiración Divina, en Alabama, Estados Unidos, en el año 1981. Una sencilla monjita, la universalmente querida y respetada Madre Angélica, Abadesa de la orden Clarisas Pobres de la Adoración Perpetua, mientras oraba ante el Santísimo, recibió de Dios la ingente misión de crear y desarrollar esta sagrada obra.
Han transcurrido 27 años desde aquellos milagrosos días, y lo que parecía un proyecto irrealizable, se ha convertido en esta monumental red, que mediante el lenguaje oral, el escrito, y las imágenes, penetra en la profundidad del corazón humano, no sólo para curar las almas enfermas, sino también como profilaxis contra los numerosos y multiformes agentes de exterminio espiritual, que proliferan en estos tiempos de barbarie globalizada. Madre Angélica y sus colaboradores, iluminados por el Espíritu Santo, han utilizado en tan trascendente labor, un incomparable arsenal de benditos recursos: la perenne oración de las religiosas de su convento, y de la comunidad de frailes franciscanos fundada por ella; las plegarias de personas de todas las latitudes; el amor, el coraje, la esperanza, el tesón, la fe, la convicción de que para Dios nada es imposible; el apoyo de benefactores de diversas partes del mundo; y el loable quehacer de los grupos de Amigos Misioneros de EWTN, cuyo fructífero trabajo posibilita el acceso a estos medios, desde todas las regiones de sus respectivos países.
Vivimos tiempos oscuros y turbulentos a nivel planetario, generados esencialmente porque la familia, escenario de nuestros primeros encuentros con Dios; y uno de los principales garantes de la moral, la ética y de la higiene y estabilidad de las sociedades, ha sido erosionada en sus cimientos. Perniciosos y caóticos conceptos sobre la institución familiar se diseminan cual plaga letal, socavando su papel como espacio idóneo para la siembra de valores en niños, adolescentes e incluso adultos. En consecuencia, la humanidad va poblándose de hombres desorientados, extraviados, vulnerables, dominados por la angustia existencial; y fácilmente transformables en esclavos de los falsos dioses contemporáneos, y de la violencia, la desesperanza, el egoísmo, y los vicios.
Vivimos tiempos difíciles a nivel mundial, no tanto por la muy publicitada crisis financiera, sino por la más devastadora crisis que conduce a la indigencia espiritual colectiva. No tanto por la recesión económica, sino por la recesión que atrofia las almas; y provoca extinción de la virtud, quiebra del amor, y malversación de las esperanzas. No únicamente por la violencia terrorista, sino por la violencia psicológica y emocional, que mutila millones de vidas cada segundo.
Ante este panorama sombrío e inquietante del presente, que amenaza con comprometer aun más el futuro, se impone la imperiosa necesidad de sembrar en los corazones semillas de fe, de piedad, de decencia, de verdad, de paz, de esperanzas. Se impone la urgente necesidad de que el sufriente y frágil ser humano aprenda a descubrir que tiene alma; y que puede hacerse indestructible cuando lucha en defensa de su alma y de las de sus congéneres. Y es precisamente en este difícil y maravilloso camino, en el que la Red Global Católica EWTN, ha orientado su admirable misión de proyecciones universales, logrando el rescate y dignificación de un número creciente de hombres y mujeres, que hemos aprendido a ser mejores, a ser libres a pesar de las cadenas, a ser felices en medio del infortunio; y a convertir nuestro vacío en plenitud.
De excepcional valor ha resultado y resulta la misión en Cuba de la Radio Católica Mundial. Nuestra nación padece desde hace 50 años, los dolorosos efectos de un sistema totalitario, ateo y marxista, artificialmente injertado y ajeno a su idiosincrasia, estirpe y tradiciones. El todopoderoso gobierno, usando un lenguaje intimidatorio y beligerante, mantiene un permanente estado de crispación social, temor, desesperanza e incertidumbre frente al futuro. Teniendo en cuenta los fracasos históricos de regímenes similares, y la ruina que se ha enseñoreado de esta isla, muchos cubanos y no cubanos piensan que se acerca el final de tan triste período; y se empeñan en la confección de proyectos relacionados con la reconstrucción de nuestra Patria. Sin embargo, cualquier reconstrucción de índole material resultaría inútil, si no priorizamos desde este preciso minuto, la reconstrucción espiritual de nuestro afligido país, el rescate de sus almas expropiadas; y la resurrección de su fe, y sus esperanzas.
Con la implantación del comunismo se inició el lamentable y permanente proceso de aniquilamiento de la familia, una de las instituciones más queridas, protegidas y respetadas en la Cuba pre-1959. En nombre de una ideología irracionalmente sustentada en el odio y la intolerancia, y con el pretexto de edificar la sociedad perfecta, cercenaron las raíces mismas de las estructuras y valores familiares; e intentaron sustituir el amor familiar por un culto ciego al asfixiante estado, provocando un éxodo mantenido de más de dos millones de compatriotas. Los cubanos hemos sido testigos y actores conmocionados, de despiadados enfrentamientos entre padres e hijos, hermanos, esposos y demás familiares, por extraños motivos político-ideológicos y hasta religiosos. Asistimos ciertamente a un genocidio de las familias, que logró sembrar la división en sus entrañas, separarlas, distanciarlas espacialmente, desgarrarlas, aunque no dividirlas definitivamente.
Entre las nocivas estrategias desarrolladas, resaltan también las dirigidas a erradicar a Dios de la nación. No solamente impusieron el ateísmo como política oficial, sino que trataron inútilmente de desterrar a Dios del religioso corazón cubano. Además, los hombres y mujeres que se mantuvieron firmes en su fe y nunca la ocultaron, fueron víctimas en los primeros años, de persecuciones, amenazas, discriminación, humillaciones y otras variantes de represión.
Durante medio siglo, el gobierno de esta isla ha diseñado milimétricamente cómo debemos pensar y sentir sus más de once millones de habitantes; y ha reprimido, calumniado y encarcelado a los que nos decidimos a utilizar nuestros propios cerebros, esos que Dios nos otorga al crearnos libres. Varias generaciones han crecido bajo el dominio de un estado omnipotente y de un absoluto control policial, con limitados contenedores cívicos, morales y religiosos, en un contexto social contaminado por el odio, el oportunismo, la intolerancia y la corrupción. A estas lacras se adicionan en los últimos años, los elevados índices delictivos, las insultantes inequidades socio-económicas, la avidez por lo extranjero, los vicios y la violencia, a pesar de que los apologistas del comunismo cubano prometieron y proclamaron la completa eliminación de todas estas calamidades, mediante la formación del “hombre nuevo”.
Otra de las características distintivas de la Cuba post-1959, es el férreo control gubernamental de los medios de difusión. La prensa es utilizada en función exclusiva de los intereses oficiales. Mediante mensajes subliminales y avalanchas propagandísticas explícitas, desacreditan a los que consideran enemigos; y resaltan hasta la enajenación, las supuestas virtudes del comunismo y sus propias virtudes, empleando potentes métodos de manipulación psicológica, retórica populista; y un discurso frecuentemente agresivo e insultante. Algunos programas televisivos de las décadas más recientes, estimulan la promiscuidad, el libertinaje, la vulgaridad, las obscenidades y la violencia.
La mayoría de los cubanos, prisioneros del régimen y de sus propios temores, han respondido ante tanta ignominia, autoencadenándose física y psicológicamente, cubriéndose de máscaras políticas; y asumiendo una humillante conformidad. Y es que los regímenes totalitarios vitalicios como el vigente en Cuba, según demuestra la historia, secuestran y mutilan las almas; provocan devastación espiritual, ética y moral; despersonalizan las ideas y las conductas; estimulan la simulación; destruyen la autoestima; y por tanto comprometen la salud psíquica de los ciudadanos, engendrando sociedades enfermas. Nuestra sociedad, la cubana, es una sociedad enferma, porque destrozando las familias, quebrantaron su sagrada misión; porque nos robaron el pensamiento, la palabra y la verdad; porque nos oprime un interminable yugo liberticida; porque hemos vivido de espaldas a Dios.
Urgen la reconstrucción de nuestra Patria y su restauración antropológica. Urgen el renacer de la virtud, la revitalización de las esperanzas. Urge poner fin a tanta intolerancia y a tanto dolor maltratado. Es realmente una tarea gigantesca, pero el noble y generoso pueblo de Cuba inició ya este proceso purificador, cuando con un imperecedero pacto de perdón y amor, reconcilió a sus familias divididas; y cuando comenzó el regreso lento y espontáneo a su religiosidad, venciendo numerosos obstáculos.
Estoy convencida de la excepcional importancia de Radio Católica Mundial en la reconstrucción de Cuba; así lo evidencian múltiples experiencias de creyentes y no creyentes en toda la isla; y mi testimonio personal. Con esta convicción, he decidido brindar mi modesto aporte como Amiga Misionera de EWTN, dedicando todos mis humildes esfuerzos a tan noble labor; lo haré en Acción de Gracias al Dios que perdona y no abandona a sus hijos; en homenaje al venerable ejemplo de mi madre, y como obsequio en su 90 cumpleaños; en agradecimiento a Madre Angélica y sus colaboradores; y por amor a mi Patria.
La Red Global Católica EWTN puede enseñarnos a confiar en que el bien terminará siempre por imponerse. Puede enseñarnos el valor de la verdad, de la paz, del perdón, de la bondad. Nos ayudará a curar el odio, la intolerancia, el resentimiento, la envidia. Nos enseñará que mejorando nuestros corazones, podemos mejorar al mundo. Nos ayudará a exorcizar los temores que nos atenazan, a descorrer las cortinas del pesimismo y la inercia; y a asumir, con sosiego y paz, las riendas de nuestras vidas. Puede enseñarnos a defender la libertad propia y a respetar la libertad ajena. Nos enseñará “que no hay servidumbre más vergonzosa que la voluntaria”; y nos “ayudará a emerger de esta atroz experiencia con el espíritu intacto”. En aras de ejecutar esta bella misión con el amor y la responsabilidad que amerita, contamos con un grupo cada vez mayor de Amigos Misioneros de EWTN, dispuestos a centrar nuestro trabajo en tres objetivos fundamentales:
** Informar, orientar y auxiliar a la población cubana, para su acceso a la programación de la Radio Católica Mundial, a través de la onda corta.
** Brindar información sobre los Servicios Online de esta red, aunque los cubanos no tengamos derecho a utilizar Internet desde nuestros hogares.
** Desarrollar las acciones necesarias para que se apruebe oficialmente la entrada en Cuba de la cadena de televisión EWTN. No existen razones lógicas para la no aceptación gubernamental, pues este canal, sembrador de virtudes y valores, ofrece sus servicios gratuitamente, no responde a tendencias políticas; y es un eficaz antídoto contra las miserias morales y espirituales que asolan a la humanidad.
Confiamos en que con la ayuda de Dios y de su Santísima Madre, este amado proyecto se transformará en realidad. Confiamos en la resurrección de nuestra Patria. Sabemos “que la resurrección no es solamente algo que nos espera al otro lado de la muerte; es sencillamente entrar en una mejor vida; es una gracia que Dios da a todo el que la pide y al tiempo sigue luchando por resucitar cada día”. Confiamos en que “todo hombre puede sobrepasar al hombre que es”. Confiamos “en que todos podemos ser personas resucitadas, reverdecidas; y dedicadas a repartir resurrecciones”.
Hilda Molina. (Camagüey, Cuba. 1943)
Graduada en Medicina en la Universidad de La Habana.
Especialista en Neurocirugía y Restauración Neurológica, graduada en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía.
Investigadora titular de la Academia de Ciencias de Cuba.
Fundadora de las Escuelas Cubanas y Latinoamericana de Restauración Neurológica y del Centro Internacional de Restauración Neurológica.
Conferencista en Universidades e Instituciones científicas de EE.UU., Europa y América Latina.
Ex – Diputada al Parlamento Cubano.