Religión y sociedad – ¿Qué nos dice el Papa a los cubanos del destierro?

Por Eduardo Mesa
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Este trabajo, en su versión original, fue presentado en un panel auspiciado por el Comité Organizador de las Semanas Sociales de la Arquidiócesis de Miami, que tuvo lugar en St Brendan Catholic Church el 26 de mayo de 2012.
El tema del panel era analizar los “Retos de la visita Papal a Cuba”. En aras de ese objetivo se formularon las siguientes consideraciones que ahora comparto.

Por Eduardo Mesa

Su Santidad durante su visita a la Isla.

Su Santidad durante su visita a la Isla.

Este trabajo, en su versión original, fue presentado en un panel1 auspiciado por el Comité Organizador de las Semanas Sociales de la Arquidiócesis de Miami, que tuvo lugar en St Brendan Catholic Church el 26 de mayo de 2012. El tema del panel era analizar los “Retos de la visita Papal a Cuba”. En aras de ese objetivo se formularon las siguientes consideraciones que ahora comparto.
Y dijo el Papa:
“Vengo a Cuba como peregrino de la caridad, para confirmar a mis hermanos en la fe y alentarles en la esperanza, que nace de la presencia del amor de Dios en nuestras vidas. Llevo en mi corazón las justas aspiraciones y legítimos deseos de todos los cubanos, donde quiera que se encuentren, sus sufrimientos y alegrías, sus preocupaciones y anhelos más nobles.” (Benedicto XVI, Ceremonia de bienvenida)
Estas palabras del Santo Padre y el discurso de bienvenida pronunciado por el Arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Dionisio García Ibáñez no dejan lugar a dudas de que el mensaje magisterial no estaba dirigido de un modo exclusivo a los cubanos de la Isla. En este contexto resulta muy significativa la peregrinación realizada por cubanos de Miami, así como la Misa oficiada por nuestro arzobispo Mons. Tomas Wenski en la Catedral de La Habana para estos peregrinos y los feligreses de la Catedral.
El propósito inclusivo, evidente en la peregrinación del Santo Padre por el cuatrocientos aniversario del hallazgo de la bendita imagen de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, me anima a señalar los siguientes aspectos o desafíos:
I- El ejercicio de la solidaridad
II- El cultivo de la espiritualidad
III- El camino de la comunión
El orden establecido para esta exposición es meramente formal y no supone la prevalencia de alguno de estos aspectos sobre los otros.
El ejercicio de la solidaridad
“El camino que Cristo propone a la humanidad, y a cada persona y pueblo en particular, en nada la coarta, antes bien, es el factor primero y principal para su auténtico desarrollo. Que la luz del Señor, que ha brillado con fulgor en estos días, no se apague en quienes la han acogido y ayude a todos a estrechar la concordia y a hacer fructificar lo mejor del alma cubana, sus valores más nobles, sobre los que es posible cimentar una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada. Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales. Situación que se ve agravada cuando medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del País pesan negativamente sobre la población.” (Benedicto XVI, Ceremonia de Despedida)
El arzobispo Tomas Wenski ha pedido en reiteradas ocasiones “Esperanza para Cuba” y esta frase del arzobispo se me ha quedado grabada. Es muy difícil, por no decir imposible, alentar cambios donde no hay esperanza y es muy difícil alentar la esperanza sin solidaridad.
Muchas veces me pregunto si soy suficientemente solidario con mi familia y mis hermanos de la Isla. Mas allá del tema del Embargo, que es un asunto donde casi siempre nos empantanamos, prefiero hablar de una solidaridad para el cambio que también puede ser asumida por muchas personas que creen en la factibilidad del Embargo.
Una solidaridad para el cambio, que en la perspectiva de la Iglesia, supera al simple cambio de los poderes establecidos, porque la Iglesia cree en la posibilidad de un cambio más profundo.
¿Nos hemos planteado en el ámbito de la Iglesia, de otras denominaciones cristianas y de la sociedad civil de esta ciudad de Miami la posibilidad de ofrecer a los cubanos que viajan a la Isla una debida formación cívica que los disponga a convertirse en eficaces motivadores del cambio? Es verdad que este desafío supera las posibilidades de estos actores por separado, ¿pero entre todos no se pudiera realizar algún esfuerzo en este sentido?
No tenemos que esperar a que Cuba sea libre para plantearnos el tema de la solidaridad, Cuba llega aquí todos los días. El futuro de la Iglesia en Miami y el futuro de esta comunidad no van a ser ajenos al tipo de acogida y evangelización que seamos capaces de ofrecer a esos compatriotas. Estas personas que tienen una peculiar experiencia de Fe y de Patria son hermanos nuestros y constituyen un sector numeroso y en gran medida desconocido, un sector que tiene y tendrá una creciente influencia en nuestro destino como Nación.
En lo personal me niego a propiciar la desesperación como camino para el cambio. Creo en el camino de la solidaridad y la Esperanza, porque en la Esperanza el hombre sueña su futuro, sienta con sus actos la base de este y abandona el miedo para el bien.
El cultivo de la espiritualidad
Queridos amigos, estoy convencido de que Cuba, en este momento especialmente importante de su historia, está mirando ya al mañana, y para ello se esfuerza por renovar y ensanchar sus horizontes, a lo que cooperará ese inmenso patrimonio de valores espirituales y morales que han ido conformando su identidad más genuina, y que se encuentran esculpidos en la obra y la vida de muchos insignes padres de la patria, como el beato José Olallo y Valdés, el siervo de Dios Félix Varela o el prócer José Martí. La Iglesia, por su parte, ha sabido contribuir diligentemente al cultivo de esos valores mediante su generosa y abnegada misión pastoral, y renueva sus propósitos de seguir trabajando sin descanso por servir mejor a todos los cubanos. (Benedicto XVI, Ceremonia de Bienvenida)
Caminemos a la luz de Cristo, que es el que puede destruir la tiniebla del error. Supliquémosle que, con el valor y la reciedumbre de los santos, lleguemos a dar una respuesta libre, generosa y coherente a Dios, sin miedos ni rencores. (Benedicto XVI Misa de La Habana)
Algo que he venido observando, tanto en mi participación en la Iglesia como en el ámbito de la sociedad civil, es que los cubanos no valoramos suficientemente las cuestiones del espíritu. En mi humilde opinión seguimos arrastrando esa limitación que nos señalaba Jorge Mañach en su “Indagación del Choteo” al señalar que “Por modo general pudiera decirse que el choteo ha tendido a infundir en nuestro pueblo el miedo a todas las formas nobles de distinción, el miedo a ser “demasiado” intelectual, demasiado espiritual, demasiado cortés y hasta demasiado sensato o elegante.”
No sé si hemos superado el miedo a ser demasiado intelectuales, corteses, sensatos o elegantes, ese sería otro tema. Pero de lo que sí estoy convencido es que no hemos perdido el miedo a ser demasiado espirituales. Del que se presenta como alguien espiritual casi siempre pensamos “este quiere hacerse el espiritual ”.
Esto no es asunto menor
Para alcanzar “el valor y la reciedumbre de los santos” que nos permita responder a Dios de un modo coherente y generoso, necesitamos una vida espiritual y una mística. En este esfuerzo necesitamos redescubrir a nuestros santos, a Varela, a Olallo, a López Piteira y a muchos otros que hemos tenido el privilegio de conocer personalmente. Redescubrir en ellos no solo sus virtudes heroicas y sus obras sino aquello que los llevó a vivir de esa manera.
Quizás debíamos preguntarnos por qué los primeros beatos cubanos en el camino a los altares han sido precisamente los dos últimos, que no se distinguieron por realizar grandes cosas. Dios pone ante nosotros el ejemplo de Varela, pero también el de estos dos hombres sencillos que confiaron en Dios.
No en balde el eje central de esta visita pastoral es la celebración del cuatrocientos aniversario del hallazgo de la bendita imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre. El Papa no pierde la ocasión de ahondar en el Misterio de la Encarnación, en el “sí’ sin reservas de María a la voluntad del Padre.
“Solo cuando la Virgen respondió al ángel, «aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), a partir de ese momento el Verbo eterno del Padre comenzó su existencia humana en el tiempo. Resulta conmovedor ver cómo Dios, no solo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla. Y vemos también cómo el comienzo de la existencia terrena del Hijo de Dios está marcado por un doble «sí» a la voluntad salvífica del Padre, el de Cristo y el de María. Esta obediencia a Dios es la que abre las puertas del mundo a la verdad, a la salvación. En efecto, Dios nos ha creado como fruto de su amor infinito, por eso vivir conforme a su voluntad es el camino para encontrar nuestra genuina identidad, la verdad de nuestro ser, mientras que apartarse de Dios nos aleja de nosotros mismos y nos precipita en el vacío. La obediencia en la fe es la verdadera libertad, la auténtica redención, que nos permite unirnos al amor de Jesús en su esfuerzo por conformarse a la voluntad del Padre. La redención es siempre este proceso de llevar la voluntad humana a la plena comunión con la voluntad divina (cf. Lectio divina con el clero de Roma, 18 febrero 2010). (Benedicto XVI, Misa en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba)
Las palabras de Benedicto XVI nos invitan a estas preguntas ¿Confiamos nosotros en Dios? ¿Confiamos en la intercesión de nuestros santos y la Santísima Virgen María de la Caridad del Cobre? ¿O acaso ponemos demasiada confianza y energía en la medida de nuestros afanes, en la eficacia de nuestras estrategias?
El camino de la comunión
“Queridos hermanos, ante la mirada de la Virgen de la Caridad del Cobre, deseo hacer un llamado para que den nuevo vigor a su fe, para que vivan de Cristo y para Cristo, y con las armas de la paz, el perdón y la comprensión, luchen para construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre, que refleje más la bondad de Dios.” Discurso de despedida en el Aeropuerto de La Habana.
El camino de la Comunión es un camino a menudo difícil, pero es el camino del cristiano. La Comunión invita a mirar lo que nos une, y desde esas cosas, a veces mínimas, que nos unen, abordar otras que nos diferencian o nos separan.
El Santo Padre nos invita a caminar en Comunión con nuestros hermanos, a estar en actitud de escucha y a expresar nuestras opiniones con respeto.
Yo creo que los cristianos cubanos en el destierro2 debemos propiciar espacios sagrados donde podamos conocernos de un modo más profundo e íntimo, lugares donde aprendamos a escucharnos. Porque si queremos propiciar cambios, nosotros también debemos cambiar y aprender a discrepar sin juzgar a priori las motivaciones ajenas.
Aquí en el destierro, donde tenemos el privilegio de la libertad a veces es imposible dialogar porque las pasiones se apoderan de nosotros con excesiva facilidad y los egos desmesurados se imponen al sentido común.
Creo que si conseguimos articular nuevos espacios sagrados de encuentro y comunión además de aumentar la participación en los que ya existen estaremos brindando un inapreciable servicio a la Nación Cubana. Una Nación que necesita, cada vez con mayor urgencia, lugares de encuentro fraterno.
El camino de la Comunión busca la unidad en la diversidad y nosotros tenemos la necesidad de buscar, (y cito las palabras del laico Dagoberto Valdés en el editorial del último número de la revista Convivencia) “una ética de mínimos que nos acerque.” Todo esto teniendo en cuenta que el camino de la comunión es el camino a la verdad, que este camino sería falso si hiciéramos silencio sobre lo que consideramos esencial para no molestar al otro. También en este sentido resultan esclarecedoras las palabras del Santo Padre:
“Todo ser humano ha de indagar la verdad y optar por ella cuando la encuentra, aun a riesgo de afrontar sacrificios. Además, la verdad sobre el hombre es un presupuesto ineludible para alcanzar la libertad, pues en ella descubrimos los fundamentos de una ética con la que todos pueden confrontarse, y que contiene formulaciones claras y precisas sobre la vida y la muerte, los deberes y los derechos, el matrimonio, la familia y la sociedad, en definitiva, sobre la dignidad inviolable del ser humano. Este patrimonio ético es lo que puede acercar a todas las culturas, pueblos y religiones, las autoridades y los ciudadanos, y a los ciudadanos entre sí, a los creyentes en Cristo con quienes no creen en él.” (Benedicto XVI, Misa en la Plaza José Martí de La Habana)
Para concluir quiero expresar con suficiente claridad que estos tres ejes o desafíos no tendrían sentido si se agotaran en dimensiones comunitarias como Nación, Iglesia, Destierro y no tuvieran un significado profundo en lo personal. “Nadie da lo que no tiene” y de nada nos vale ser “candil de la calle y oscuridad de la casa”. De igual modo, creo que del Magisterio expresado en esta visita se pueden hacer muchas otras consideraciones, estaría más que satisfecho si esta reflexión contribuye a propiciar la indagación y el debate respetuoso sobre el Magisterio de Benedicto XVI en nuestra querida Patria.
Que la Virgen de la Caridad del Cobre nos ampare con su sagrado manto, que encontremos en su maternal cobijo el valor, la piedad y la confianza en el Dios de la Historia que tanto necesitamos.
Notas.
(1) El panel que analizó los “Retos de la visita Papal a Cuba” contó además con la participación de Carlos Cabezas periodista de Radio y Televisión Martí; Andy Gómez, Vice-rector de la Universidad de Miami y Marcelino Miyares, Presidente del Partido Demócrata Cristiano de Cuba.
(2) Utilizo el término destierro de acuerdo a esta definición del académico Juan Antonio Blanco: “Para quienes anden en busca de un concepto que resulte ampliamente aglutinador y albergue dudas sobre aquellos términos que usualmente se manejan -diáspora, exilio, emigración, comunidad en el exterior o cualquier otro- el de destierro podría resultarles bastante abarcador. El destierro es una condición que se aplica por igual a todos los cubanos, por muy simpatizantes que sean del Gobierno en la Isla, porque la llamada habilitación del pasaporte no es sino un salvoconducto revocable para visitar el país en que se nació.” http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/diaspora-y-destierro-276702

Eduardo Mesa. La Habana, Cuba, 1969. Fundó la revista
Espacios, dedicada a promover la participación social del
laico. Coordinó la revista “Justicia y Paz”, Órgano Oficial
Conferencia de Obispos Católicos de Cuba y el boletín
“Aquí la Iglesia”. Formó parte de los consejos de redacción
de las revistas Palabra Nueva y Vivarium. Actualmente reside en Miami.

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