Por Sironay González Rodríguez
Si alguien me hubiese dicho que esto iba a pasar, no lo iba a creer. ¿Cómo haber imaginado hace tres años atrás, solo tres años atrás, que hechos como este iban a estar ocurriendo en mi pueblo.
Con dolor me siento a escribir este artículo que recoge el testimonio de dos personas de San Cristóbal, provincia de Pinar del Río, que han sido afectadas por el mal manejo que se le están dando a las donaciones de la Iglesia Católica en este municipio.
Según la Doctrina social de la Iglesia: “La Iglesia y la comunidad política, en efecto se expresan mediante formas organizativas que no constituyen un fin en sí mismas, sino que están al servicio del hombre, para permitirle el pleno ejercicio de sus derechos, inherentes a su identidad de ciudadano y cristiano y un correcto cumplimiento de los correspondientes deberes, la Iglesia y La comunidad política pueden desarrollar un servicio con tanta mayor eficacia, para el bien de todos, cuando mejor cultiven ambas entre si una sana cooperación, habida cuenta de las circunstancias de lugar y tiempo”.
Esto es lo que estaba pasando: Hace un mes, Elsita, una vecina mía, se dirigió en la mañana a la Parroquia de San Cristóbal, su objetivo era buscar alguna ayuda de la Iglesia ya que tiene una pésima situación en su casa, es ama de casa y cuida a sus dos suegros, ancianitos que están dementes. Su esposo es custodio y como trabajador modesto no le alcanza el sueldo para nada.
“Yo quería hablar con alguien que me pudiera ayudar, pues mi suegro lo que tiene son solo dos pantalones ya muy usados, y como él no tiene control de sus necesidades fisiológicas, tengo que estarlos lavando constantemente y eso los ha deteriorado más. Me atendió el padre, con mucha disposición, vi que quería ayudarme, pero qué sorpresa me llevé cuando me dijo que tenía que dirigirme al delegado de mi zona, para anotarme en una lista, y así poderme ayudar. Seguí las indicaciones, fui a ver al delegado, y este me dijo que tenía que visitarme una comisión del CDR para ver si yo realmente tenía situación difícil.”
Lo que acaban de leer, me lo comentaba mi angustiada vecina en la sala de mi casa. Ahora yo me pregunto, ¿puede alguien necesitado, ir a la iglesia en busca de ayuda, sabiendo que caerá en el mismo procedimiento de siempre?
Así de sencillo, ya ha pasado un mes y nada.
Yoanni Govea es un joven del grupo de misioneros de la misma Parroquia. Desde muy niño está vinculado activamente a las tareas de la comunidad. El 30 de Agosto de 2008 esta familia perdió su techo.
“Estamos en la lista de afectados desde el día siguiente del ciclón. Mi mamá está muy enferma, es diabética entre otros padecimientos, nunca han tenido en cuenta esto para priorizarnos. Después de tanto tiempo, el Obispo de la Diócesis me da las fibras para mi techo, y no llegaron a mis manos. El encargado de Vivienda, responsable de la repartición de los materiales arbitrariamente decidió dárselo a otra persona. Al ir a reclamar al Gobierno, otro prepotente funcionario nos dijo que el Obispo no era nadie para decidir a quién se le daba la donación.”
Hechos desagradables como estos no se pueden repetir. El hermoso trabajo de Caritas no puede verse opacado por la desesperante sombra del burocratismo. La labor de los sacerdotes y religiosas que con tanto esmero y dedicación han trabajado en nuestra provincia tras el paso de los huracanes, no pueden mezclarse con la informalidad y la mentira de los encargados por parte del gobierno, para resolver el problema de los necesitados. Los burócratas, como el escorpión de la fábula, clavan su ponzoña por instinto. No se puede permitir que el gobierno manipule a su antojo, lo que otros hermanos se quitaron para ayudarnos.
En el momento que redactaba este artículo, Govea esperaba una respuesta, para ver si vale o no la palabra de nuestro Obispo. Mientras tanto, Elsita en su casa sigue esperando que el delegado le traiga la ayuda de su Iglesia.
¡Por Dios!
Sironay González Rodríguez
San Cristóbal, Pinar del Río, 1976