Discípula directa del Maestro Budista, Taisen Deshimaru
No hay una santa verdad, solo un vacío insondable.
(Bodhidharma)
Por Maikel Iglesias Rodríguez
Traía mis preguntas en un papelito ajado, que había rasgado por azar a uno de esos libros viejos, que conservo en mi modesta biblioteca. Lleva por título, Los mercaderes del espacio, y está entre los que todavía no he podido leer, a pesar de mi vehemencia de polilla, porque soy un ser humano que se ha dejado hechizar por otros textos. Quizá un día me entregue a su lectura, pero ¿qué iba a hacer?, me despertaron en plena madrugada tres ardientes inquietudes y, para no olvidarlas, las escribí en lo primero que apareció ante mi vista.
Tal vez por la torpeza lógica del entresueño, agarré dos lápices de colores (violeta y negro) y anoté mis dudas inmediatamente. Cosa muy infrecuente dentro de mis hábitos rumiantes, pues podía justificar aquel pequeño acto de vandalismo con cualquier excusa, ya que hube de quedar sin hojas blancas desde la noche anterior; pero bolígrafos tenía, así que quien se preguntaba y luego habría de contestarse, debía ser al menos un extraño o un ser imaginario, mitad despierto-mitad dormido, el menos común de mis “yo”.
Tengo sueños por las noches, como la mayoría de los seres. Entre la interminable lista de estos sueños, solo consigo recordar algunos, aquellos que resultan ser más melodiosos; a veces, los más desafinados. Esto también es un hecho ordinario en cada una de nuestras vidas. Lo que hallo singular en este caso, es que a partir de un instante de nuestra existencia, es cuando los sueños comienzan a importarnos tanto, como nos sucede con lo que entendemos por la realidad.
Por el húmedo e intenso verano de Cuba, que no se aplaca con las aspas de ningún ventilador, gasté como palillo de incienso que se moja, mucho tiempo en quedarme dormido nuevamente, estuve dando vueltas en la cama, en busca de una pose idónea, con el propósito de rendirme al fin en los brazos de la nada o de Morfeo. A punto de llegar a conseguirle, escuché una leve voz desconocida para mí, la cual me susurró al oído con una dulzura, tal si me conociera bien y desde tiempos remotos.
Dijo solo mi nombre y desperté del sueño. Luego me dirigí hacia al baño, encendí la luz, y… oriné; sin esa sensación molesta, de cuando la vejiga se ha colmado, más bien porque debía moverme, quién sabe si purificarme un poco, o hacer algo parecido al boxeador que necesita perder peso a toda costa. De vuelta al lugar de mi sueño, la voz me estuvo hablando en su silencio, todo el resto de la noche.
Ha llegado la mañana, y ya me encuentro en el improvisado Dojo¹ que por estos días, ha permitido que las enseñanzas búdicas, puedan ser compartidas con libertad en mi ciudad natal. Siento regocijo y doy las gracias en silencio, a todos los que han permitido que este encuentro haya podido realizarse. Se juntan monjes de Francia, España y de Cuba. ¡Qué dicha! No importa que sean unos pocos. Me entrego a la exigente postura conocida como flor de loto o Zazen², amén de mis limitaciones físicas y mi carácter de novicio en estas prácticas.
Sigue el calor y me duelen los músculos, apenas después de la primera meditación. Hallo mágico el metálico sonido que ahora nos anuncia ponernos en pie, reoxigenar los miembros inferiores. Hasta que comenzamos a marchar con parsimonia en derredor del Dojo, a un ritmo tan lento, que me vigoriza el alma. Sé que cuando la maestra nos haga la señal, habremos de volver a la postura complicada y dolorosa; ¡Zazen! pero es más la voluntad de compartir esta experiencia, ¿inédita? No sé. Al menos para mí lo es; por lo que dejo que los pensamientos fluyan, decido posarme como todos los demás y, observo la respiración serenamente, aunque a menudo tenga que cambiar la posición de mis piernas, para no desesperar.
Me levanto del Safu³, nos prosternamos juntos. Termina la sesión definitivamente, y luego me dirijo a la maestra, no más me lo permite su bondad, tras su mensaje de paciencia reiterado en estos días. El resto de lo sucedido, me gustaría ofrecerlo, a manera de humilde entrevista.
¿Cuál es el papel del ego, en la historia de la humanidad?
Destrucción, hambre, guerras, muerte…
(Me contestó al instante. Percibí en su respuesta, una actitud automática, como quien se ha enfrentado a ella muchas veces, y esta vez, le parece, la misma vez.)
Usted ha dicho, que no se necesita mucho para vivir. ¿Es aplicable esto, a la práctica del Zazen?
Es cierto, pero me he referido, a desear mucho. He hablado de ello, en relación a los deseos. En cuanto al Zazen, es otra cosa, es la raíz de todo lo que practicamos.
(Aunque seguía siendo natural. Estuvo menos instintiva en su respuesta, un tanto menos cruda; creo que porque me referí, a uno de sus testimonios escuchados, en su maravillosa conferencia del día 21 de Junio de 2011, efectuada en una galería de Arte, que se ubica en el centro de nuestra ciudad. Pinar del Río. No quiero juzgar. Ella paladeó un poquito las palabras antes de ofrecerme su respuesta. Fue lacónica. Un mínimo nivel de mi discernimiento, me dice, que según su propia vara, medía mis simples preguntas.)
¿Si el mañana según Buda, es un espejismo, porque debo aceptar un Safu, bajo promesa de practicar Zazen todos los días?
(La maestra me dio la impresión, que no se la esperaba, por la expresión de su rostro que se manifestó distinto, frente a las interrogantes anteriores, como si le resultaran simples, ordinarias, llanas; parece que venía dispuesta para enfrentarse a las espadas del intelecto y se topó con flores, y el aroma de la ingenuidad, de quienes vivimos, al otro lado de la capital). Al fin me respondió, certera, luego de aproximadamente 45 segundos, que a mí me parecieron largos, si les comparo con el tiempo que tardó para las otras preguntas. “Porque sí”. – me dijo, y sonrió. Ante mi agradecimiento en calma, o a la par que esto ocurría, la maestra, decidió agregar: “Es necesario practicar, debemos practicar Zazen, frecuentemente”.
Bárbara Kosen, maestra que heredara en sucesión discipular, doctrinas de un valor incalculable. Más allá de que le reclamara a mi paciencia un par de veces, no me inspiró suficiente confianza para confesarle, aquello que escuché en mis sueños. Así que nunca le di vuelta a la hoja rasgada, de un libro de ciencia ficción, donde puse las notas que una voz me había dictado, alrededor de las 4 a.m. Si acaso a alguien le interesa, lo que ella me habló. Aquí les dejo el mensaje de esa voz:
(…Silencio…)
(En cuanto al ego)
Para algo está. Sin la existencia de este, nunca pudiéramos despertar. No habría necesidad de hacerlo.
(Sobre lo mucho y lo poco)
Creo en los pequeños gestos que se tornan grandes, gracias al amor.
(El Safu prometido)
El corazón de La Madre Divina, es mi Safu verdadero. No pide nada a cambio para reposar en él.
Leyenda
Dojo¹: Lugar donde se practica la vía.
Zazen²: Sentarse en la concentración. Postura fundamental de la práctica del Budismo Zen.
Safu³: Cojín redondo que sirve de asiento para facilitar la práctica del Zazen.