¿Vigente para el pueblo de Cuba y también para la Iglesia Católica cubana?
Por Juan Carlos Fernández
El pasado 8 de Septiembre se cumplieron, en silencio, quince años de la proclamación publica de lo que para muchos constituye uno de los documentos más acertados y comprometidos de la Iglesia Católica en Cuba en todo el periodo de gobierno comunista, me refiero al mensaje de los obispos cubanos El Amor Todo Lo Espera, repartido y leído en todas las parroquias del país en la solemnidad de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en el año 1993. Este año 2008, en la Parroquia dedicada a la Patrona de Cuba en la capital de la provincia de Pinar del Río, por primera vez en toda su historia, no se celebró la fiesta de la Reina y Madre de los cubanos en un momento en que se necesitaba como nunca la plegaria en comunidad.
Introducción.
El impacto que el mensaje “El Amor todo lo Espera” tuvo en el pueblo cubano, en medio de la más profunda crisis económica y política que haya vivido hasta aquel momento, llamada eufemísticamente periodo especial, fue, además de alentador y de esperanzador, el instrumento con el que el cubano comprobó que no estaba solo en medio de tan devastadora tormenta. La Iglesia católica se situaba de manera abierta y audaz a su lado, por cierto no por primera vez, pero la situación imperante en el país le confirió a este mensaje episcopal una importancia que ningún otro documento, hasta entonces, había tenido. Remontándonos a la Circular ¨Vida Nueva¨ emitida el 3 de Enero de 1959 por Mons. Enrique Pérez Serantes, Arzobispo de Santiago de Cuba, celebrando el triunfo sobre la dictadura de Fulgencio Batista hasta el documento final del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) en 1986, fueron casi cincuenta las notas de prensa, circulares, homilías, mensajes, discursos, etc., pero casi siempre su incidencia era intra eclesial, incluido el documento final del ENEC, debido esto en gran medida al silencio impuesto por las autoridades del gobierno cubano con todo lo que tuviera que ver con la Iglesia Católica y por otro lado por el testimonio callado que durante años la Iglesia Católica Cubana llevó a cabo como respuesta pastoral al sinfín de agresiones por parte del Estado y el Gobierno cubanos. Además, a partir del año 1959 y hasta, aproximadamente, el 89, los templos y comunidades fueron perdiendo a sus feligreses, unos por causa de la prisión y el exilio, otros a causa del miedo fundado que significaba declararse públicamente católico y otros que sencillamente se pasaron al otro bando por otras mil razones. Por tanto las personas que tenían acceso y conocimiento a estos documentos en el país era muy reducida, de ahí su limitado impacto social.
Una mirada al pasado reciente
Cuando se celebra en el año 1986 el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) ya habían transcurrido cinco años de un proceso de reflexión eclesial que se llamó Reflexión Eclesial Cubana (REC), que marcó una renovación espiritual y le imprimió un renovado entusiasmo apostólico a la Iglesia Católica en Cuba que hasta ese momento vivía contra su voluntad puertas adentro. Por tanto con el ENEC, fruto de la REC, la Iglesia que peregrina en Cuba retomaba una vitalidad que nunca perdió, mas no le permitieron probar, hasta ese momento.
Esta renovación, pausada y gradual, se puede comprobar en múltiples aspectos:
_ Creación de Caritas Cuba.
_ Creación de la Pastoral Penitenciaria.
_ Creación de la Comisión Católica para la Cultura.
_ Creación de la Comisión Justicia y Paz.
_ Ampliación de los Consejos Pastorales Diocesanos.
_ Centros de Formación Cívica y Religiosa de diversas formas en diferentes diócesis del país.
_ Creación de grupos laicales en todo el país. Consejos de Laicos. Asambleas Interdiocesanas.
_ Incremento de la presencia de órdenes y congregaciones religiosas.
_ Aparición de publicaciones católicas socio- culturales en diferentes diócesis de Cuba dirigidas por laicos católicos, etc.
Mientras esto ocurría en el seno de la Iglesia en Cuba, el llamado campo socialista se venía abajo y para colmo de males, por voluntad popular e incruentamente. Estos hechos dejaban al pairo al subsidiado gobierno cubano. Corría el año 1989.
Por supuesto que todo este acontecer internacional trajo para nuestro país consecuencias para nada agradables, sobre todo en las capas menos favorecidas, que podían estar rondando a más del 96% de la población. Nunca antes en la historia de nuestro país se vivió tan al límite como en este periodo, que, por cierto, no ha terminado según el gobierno cubano. Prácticamente el país se paralizo: no había ni donde amarrar la chiva, esta expresión genuinamente cubana designaba, con un toque de humor, la tragedia que día a día vivíamos los cubanos por esos años, es de sobra conocida tanto la frase como las variadas situaciones que derivan de ella.
Esta situación marcó profundamente a una buena parte del pueblo que depositó su confianza, sus talentos y toda su vida al servicio de un proyecto que les prometió el cielo y sin embargo los tenía en medio del infierno. Muchos se sintieron decepcionados y sin sentido trascendente para sus vidas y vieron en la milenaria Iglesia la tabla de salvación para sus anhelos más profundos. Y en este punto de la historia, más o menos, comienza el retorno del hijo pródigo a la casa del Padre (entiéndase el progresivo aumento de feligreses en las comunidades).
También en este tiempo se iba haciendo más evidente que un sector importante de la sociedad cubana no compartía públicamente el proyecto del gobierno cubano y se organizaba y fortalecía alrededor de grupos de defensa de derechos humanos, ecologistas, economistas, médicos, abogados, grupos cívicos, partidos de diferentes corrientes ideológicas y muchos más, que demostraba que por mucho que se hubiera trabajado por lograr la unanimidad la historia era muy distinta. Como ave fénix, la sociedad civil cubana renacía de entre sus cenizas y reclamaba su propio espacio, ¡y lo estaba logrando!
Y llegaron los noventa……….
Para 1990 Cuba era un país en la quiebra total: no existía economía interna, la externa se redujo a la mínima expresión, el país tenía una abultada deuda externa, además de no pagar a sus acreedores y por lo tanto no recibía préstamos de ningún organismo financiero internacional, la inflación rozaba números de ciencia ficción, los alimentos se dispararon alcanzando precios jamás soñados, la electricidad en el país se llegó a reducir en muchas zonas a tan solo dos horas al día. Era el desastre: las personas sobrevivían y malvivían con magras raciones de lo que se encontrara, la delincuencia alcanzó en esta etapa cifras espeluznantes, los centros penitenciarios del país, que suman más de doscientos, estaban sobrepoblados y en ellos los reos sufrían el hacinamiento más cruel además de una deficiente alimentación y atención médica, podemos imaginar la tragedia en las cárceles cubanas tomando como ejemplo la situación fuera de ellas que de por sí ya era desesperante: En la calle se llegaron a consumir ¡bistecs de toronja !, a tal extremo llegó la situación.
La asfixia era tal que muchos no vieron otra salida que lanzarse al mar en lo que fuera para salir de Cuba, muchos murieron en el desesperado intento, otros fueron apresados, otros llegaron. Nunca se sabrá con exactitud las vidas que ha costado, y cuesta, a Cuba esta tragedia que parece no tener fin. Pero de lo que no hay dudas es que la institución que más sufrió, y sufre, con toda esta realidad fue la familia cubana. Era de su seno de la que salían los jóvenes a las cárceles, a las esquinas, avenidas y hoteles a prostituirse hasta por un litro de aceite, de la familia cubana salían los suicidios que nos entristecían más el día, eran nuestros amigos a los que veíamos perderse tras una botella de alcohol, de la familia cubana salían los que morían en el estrecho de la Florida buscando un sueño que era imposible de alcanzar en su propio país; de esta misma familia eran los cientos de presos que permanecían en las cárceles por el solo hecho de pensar diferente, de la misma familia salían los que atacaban a sus paisanos instigados por la intolerancia y el odio. El cubano estaba desorientado, fragmentado y herido en lo más profundo de su ser.
Los pastores de la Iglesia Católica, en aquel entonces, veían, sufrían, vivían y denunciaban esto, día a día, estrechamente ligados a su pueblo. De esta realidad nacional nos llegó El Amor Todo Lo Espera.
El Mensaje.
Desde el mismo comienzo de este mensaje se saboreaba en él su carácter profético, de anuncio pero también de denuncia de la dura realidad nacional, y su gran propuesta de reconciliación para todos los cubanos, cuando invoca a la Patrona de Cuba La Virgen de la Caridad y nos recuerdan que: En esta fecha hacemos llegar este mensaje a todos nuestros hermanos cubanos, pues a lo largo de casi cuatro siglos los cubanos nos hemos encontrado siempre juntos, sin distinción de razas, clases u opiniones, en un mismo camino: el camino que lleva a El Cobre, donde la amada Virgencita, siempre la misma aunque nosotros hayamos dejado de ser los mismos, nos espera para acoger, bendecir y unir a todos los hijos de Cuba bajo su manto de madre. A su lado llegamos sabiendo que nadie sale de su lado igual a como llegó. Allí se olvidan los agravios, se derrumban las divisiones artificiales que levantamos con nuestras propias manos, se perdonan las culpas, se estrechan los corazones. (2)
Más adelante nuestros pastores nos convocaban a optar por el Amor como actitud y aptitud como fundamento primordial para el crecimiento humano y de la sociedad en general, poniendo esta base por encima de las relaciones económicas, políticas o ideológicas. El amor, nos decían, es la columna que sostiene el desarrollo de la familia y de la sociedad. Ya que la sociedad que solo fundamente su prosperidad en la equidad material y olvide o excluya la fraternidad entre todos y solo la practique dentro de un sector de la misma, desemboca en el egoísmo y la enemistad.
Nuestros Obispos también nos alertaban contra el peligro de querer justicia sin caridad, que no significa quedarse neutral ante la injusticia porque sería ponerse de su lado. Pero no se puede aspirar a tener justicia sin misericordia, recordándonos, tal vez, tristes realidades del pasado reciente.
Por último en esta primera parte del mensaje se nos recordaba a todos los cubanos que siempre el amor vence al odio, anhelando que ese tiempo llegue lo antes posible para nuestro pueblo que ha sido víctima durante tanto tiempo de las heridas infligidas por el odio, pidiendo para todos un amor que haga llegar el perdón, la amnistía y la misericordia. Poniendo el ejemplo de nuestro Apóstol José Martí cuando decía refiriéndose a la autoridad: ¨ la única ley de la autoridad es el amor´ y al referirse a la Patria señalaba Martí: ¨ triste Patria sería la que tuviera el odio por sostén¨, ¨ el amor es la mejor ley ¨. (16) – (17)
Posteriormente los obispos cubanos delineaban claramente la misión de la Iglesia y su aporte a la sociedad desde el espacio que le corresponde. Al respecto nos decían: Sin tener un programa político, la Iglesia puede y debe dar su juicio moral sobre todo aquello que sea humano o inhumano, en el respeto siempre de las autonomías propias de cada esfera. Recordando al Concilio Vaticano II, en su Constitución Pastoral ¨ Gozo y Esperanza¨, n. 76, y en el Decreto sobre el Apostolado de los Laicos, n. 7, que ofrece una clara doctrina sobre este tema( política y compromiso laical), nos aclaraban los obispos que la Iglesia no se identificaba con ningún partido, agrupación política o ideológica puesto que la fe no es una ideología, aunque estas no le son indiferentes a la Iglesia en cuanto a su contenido ético, y agregaban de manera enfática que sus puntos de vista no estaban referidos a un modelo político en concreto, pero que su grado de humanidad sí era de sumo interés para la Iglesia y por ello hablaban, nos decían, sin compromisos y sin presiones.(19)
A continuación especificaban claramente a quiénes iba dirigido este trascendente documento, señalaban en esta parte: Hablamos a todos, también a los políticos, o sea, a los que están constituidos en el difícil servicio de la autoridad y a los que no lo están pero, dentro o fuera del país, aspiran a una participación efectiva en la vida política nacional. Hablamos como cubanos a todos los cubanos, porque entendemos que las dificultades de Cuba debemos resolverlas juntos todos los cubanos. (21)
En este pequeño, pero significativo párrafo los Obispos cubanos incluían explícitamente a la oposición y el exilio como parte inseparable del pueblo cubano y de sus destinos. Esto era algo totalmente novedoso para los millones de cubanos que escucharon primero y después tuvieron la oportunidad de tener el mensaje por escrito. No fueron pocos los que se admiraban y asombraban ante este señalamiento.
De nuestras relaciones con otros países también escribieron nuestros obispos. En un análisis muy acertado de las mismas nos describían errores pasados y recientes, la búsqueda de soluciones a esos errores pasados nos condujo, señalaban, a latitudes y culturas ajenas a la nuestra, forjándose alianzas políticas y militares así como nuevos socios comerciales. La estrecha dependencia con los nuevos socios nos llevaron a copiar estructuras y comportamientos que significaron en su momento grandes obstáculos para el país, siendo el hecho más significativo la nefasta repercusión que tuvo entre nosotros el desplome del socialismo en Europa del Este. Así mismo, atrapados en medio de la política de bloques de la llamada Guerra Fría, padecimos del embargo norteamericano, restricciones comerciales además de aislamiento y amenazas. Así mismo reconocían que el mundo actual es cada vez más interdependiente y que ninguna nación se basta por sí misma y por lo tanto la integración entre las naciones era fundamental, sobre todo entre las menos desarrolladas. Pero la solución a nuestros problemas no debíamos buscarla nada más que en la solidaridad, las inversiones y turismo extranjero o el dinero de los cubanos que viven fuera. Era entre cubanos, especialmente los de dentro de Cuba que debíamos buscar las soluciones más adecuadas a nuestros problemas y cuestionarnos seriamente el porqué tantos cubanos y cubanas tomaban el camino de la emigración a como fuera lugar, recordándonos lo tradicionalmente ¨caseros¨ que éramos y que no había castigo más penoso para un cubano en la época colonial que la deportación, descrita por Martí como “el indefinible disgusto”(29).
La descripción de la problemática económica del país para nada eran alentadoras: las necesidades materiales elementales estaban en una situación de extrema gravedad, al punto que ni yuca, calabaza, malanga o maíz, tan comunes en la dieta del cubano, se encontraban. Algunos factores incidían para que las condiciones estuvieran en este estado, desde nuestra condición insular pasando por las relaciones con los países ex – comunistas, fundadas, en el pasado reciente, sobre bases ideológicas, las cuales habían cambiado a bases estrictamente económicas de la noche a la mañana, errores en la gestión administrativa y económicas cometidos en el país así como el embargo norteamericano.
Señalaban también nuestros pastores que en momentos como el que vivía Cuba, la solidaridad es un gesto hermoso y representa apoyo al pueblo cubano, pero al mismo tiempo alertaban que esta solidaridad no debía generar en el cubano una pasividad o resignación de aceptar tranquilamente las profundas causas que originan este y cualquier otro problema. Al respecto nos recordaban los obispos cubanos al cardenal Roger Etchegaray que en su última visita a Cuba, al despedirse dijo: Cuba no puede esperarlo todo de los demás. Es necesario, desde ahora, buscar verdaderas soluciones nacionales con la participación activa de todo el pueblo. ¡Ayúdate… y toda la tierra te ayudará! Cree en tus propios recursos humanos que son inagotables, cree en estos valores que hacen de todo hombre tu hermano. (17 de Diciembre de 1992)
Exhortaban también a que más que medidas coyunturales de emergencia para salir de la crisis era imprescindible la conformación de un proyecto económico definido que inspirara y movilizara las energías del pueblo.
Aspecto fundamental fue la descripción minuciosa del deterioro del clima moral que vivía nuestra Patria: el incremento de la delincuencia con: robos, asaltos, la extensión de la prostitución y la violencia, comportamientos estos que son muchas veces, la manifestación de una agresividad reprimida generadora de inseguridad personal, tanto en la calle como en el hogar. Por otro lado las carencias materiales más elementales: alimentos, medicinas, transporte, fluido eléctrico, etc., favorecen un clima de tensión que, en ocasiones, nos hace desconocido al cubano, naturalmente pacífico y cordial. Señalaban, que eran alarmantes y preocupantes las explosiones de violencia irracional que comenzaban a producirse en pueblos y ciudades del país, haciendo un llamado a todos los cubanos para que no nos dejáramos arrastrar por la violencia que siempre traería males mayores incalculables. Los altos índices de alcoholismo y suicidios eran señales inequívocas de depresión y evasión del cubano de una realidad que lo asfixiaba. Por otra parte, la intolerancia, la vigilancia permanente, la represión, las medidas punitivas, que no hacen otra cosa que no sea aumentar el número de transgresores, eran temas que abordaban los obispos, señalándolos como catalizadores para la respuesta agresiva al menor estímulo. Además de poner en tela de juicio el valor del castigo por la simple expresión de las convicciones políticas de los ciudadanos. Llamando a todos a afrontar los problemas en un clima de serenidad y cordialidad.
La ruptura de una institución como la familia no podía faltar en tan importante documento teniendo en cuenta la importancia que siempre tuvo dentro de nuestra cultura, siendo un valor fundamental de esta: los estudios lejos del hogar por las escuelas en el campo, hombres y mujeres que trabajan lejos de sus casas, tanto dentro como fuera del país, el matrimonio prematuro, el aumento de los divorcios y como consecuencia de ello el nacimiento de hijos sin la figura paterna en el hogar, la baja natalidad y el aumento asombroso de los abortos, fueron aspectos claves tocados con valentía por los obispos cubanos.
Así mismo nos llamaban a reflexionar sobre lo que para muchos era ya a esas alturas poco más que una epidemia en Cuba: la doble moral, la falsa unanimidad, la simulación y el silenciamiento de opiniones, reconocidas estas actitudes hasta por el propio gobierno cubano que, hacía un llamado a erradicar tales actitudes en la Convocatoria al IV Congreso del Partido Comunista. Aquí, una vez más, los Obispos cubanos exhortaban a que la verdad debe ser presentada completa al ciudadano si se quiere de veras formar un hombre nuevo, pues la búsqueda sin trabas de la verdad es condición fundamental de la libertad, apuntaban.
Y por último, en este análisis de la realidad nacional, tocaban a fondo la situación política de la nación señalando: el carácter excluyente y omnipresente de la ideología oficial, que conllevaba la identificación de Patria y socialismo, Estado y Gobierno, autoridad y poder, cubano y revolucionario (46-1). Las limitaciones impuestas a la libertad de los cubanos y la sugerencia de que, la división de poderes nos facilitarían el camino para la consolidación de un estado de derecho, fue, además de oportuna, muy valiente, ya que denunciaba claramente que en el país no reinaba, precisamente, la libertad. También mencionaban con nombre y apellido la institución que más aterraba a los cubanos: La Seguridad del Estado, su excesivo control llega a veces, incluso, hasta la vida estrictamente privada de las personas (4-3), señalaban también el alto número de presos por acciones que deberían, según criterio de nuestros pastores, despenalizarse unas y reconsiderarse otras, de modo que se pusiera en libertad a muchos de los que cumplen condenas por motivos económicos, políticos u otros similares (46-4), o la discriminación que muchos cubanos(as) sufrían por razón de sus ideas filosóficas, políticas o religiosas (46-5), fueron estas, algunas de las políticas que, a juicio del episcopado cubano, deberían erradicarse para alivio, esperanza y participación plena de todos los cubanos sin distinción en la vida del país. Recalcando ya al final de estos señalamientos la clara opción por la seriedad, la serenidad, el diálogo directo y franco con las autoridades, por el no empleo de declaraciones que puedan servir a la propaganda y por mantener una doble y exigente fidelidad: a la Iglesia y a la Patria (52).
Cerraban este análisis de la realidad cubana con una serie de propuestas que comenzaban exponiendo que: el centro de todos los problemas era el ser humano y que por tanto el desarrollo de una sociedad se alcanza cuando esta es capaz de producir mejores personas y no solo mejores cosas, cuando se mira más a la persona que a las ideas, cuando el ser humano es definido por lo que es y no por cómo piensa o por lo que posee materialmente. Por tanto, el ser humano es principio, sujeto y fin de todas las instituciones. Así mismo convocaban a la búsqueda de nuevos caminos para los nuevos desafíos, exhortando para ello, una vez más, al diálogo y la comprensión, poniendo el ejemplo de la misma concepción dialéctica y anti dogmática con la que se autodefine el marxismo que favorecería la búsqueda permanente de caminos nuevos a los múltiples problemas que encaraba el país. Proponiendo como método el diálogo y específicamente entre cubanos, un diálogo que no fuera el de ajuste de cuentas o reducir al adversario, sino un diálogo franco, amistoso, libre, un diálogo que no averiguara tanto los ¿por qué? como los ¿para qué?, un diálogo no solo entre compañeros, sino de amigos, de hermanos, de cubanos a cubanos, pensando todos juntos cómo arribar a compromisos aceptables, en donde todos podemos tener fragmentos de la verdad, pero donde nadie se atribuya la verdad absoluta, pues esa es de Dios. Un diálogo – continuaban más adelante- donde se tengan en cuenta la diversidad de medios y de personas, pues la sociedad no se agota en el Estado sino que se realiza en los diversos grupos intermedios, que comienzan en la familia y siguen por los grupos culturales, económicos, sociales y políticos que surgen de la misma naturaleza humana y poseen su propia autonomía y aportan sus talentos al bien común.
El Amor Todo lo Espera…. Su vigencia quince años después.
Estamos en pleno siglo XXI, han transcurrido quince años desde que fue dado a conocer este mensaje y hoy, cuando se lee, parece que fue emitido ayer. Lo planteado por la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba tiene plena vigencia ya que la realidad cubana, excepto por algunos matices, es la misma en algunos puntos y en otros ha empeorado. Por ejemplo: Aquellos tímidos cambios en la economía cubana sufrieron un severo retroceso al eliminar, las autoridades cubanas, casi todos los negocios por cuenta propia, la descentralización en la economía estatal que se inició por aquellos años volvió a involucionar a etapas que parecían superadas, las necesidades económicas elementales del pueblo cubano están al orden del día, pues es pobre el poder adquisitivo de la moneda común y lo elemental y básico está en las tiendas por divisas, el campo cubano está invadido de marabú y nadie desea trabajarlo, pues los estímulos son pocos, además de la ausencia de insumos de todo tipo para el trabajo agrícola. Las inversiones extranjeras han caído en picada. La familia cubana sigue sufriendo el constante deterioro moral que impera en la sociedad: los robos, asaltos, prostitución, violencia, son el pan de cada día, agregándose a estos un elemento que en el año 93 no estaba tan extendido: el tráfico y consumo de estupefacientes, acompañado de un mayor nivel de consumo de alcohol, sobre todo entre los más jóvenes. Como consecuencia de esto la población penitenciaria del país parece no disminuir, los suicidios entre los jóvenes y los ancianos presentan niveles sumamente altos, las tasas de natalidad son muy bajas, el estado las compara con las del mundo desarrollado pero en la calle la expresión popular le pone nombre:”¿Para qué voy a traer a un inocente a pasar trabajos?”. Los abortos son comidilla diaria en escuelas y barrios, y a estos problemas se agrega el bajo nivel cualitativo de la educación. Por otro lado una buena parte de los cubanos, de cualquier condición y posición social, aspira a irse a cualquier parte con tal de salir del país, hasta Haití, dicen algunos, es preferible a quedarse aquí.
La intolerancia y la represión a los cubanos(as) que piensan diferente es más que palpable, los juicios sumarísimos de más de 75 de ellos y las altas condenas impuestas a casi todos es una muestra elocuente de cómo anda la libertad en el país, además suman más de 300 los que guardan prisión por motivos similares. El diálogo entre cubanos, sin exclusión, propuesto en su momento por los obispos cubanos se encuentra engavetado por el gobierno cubano. Por tanto se sigue excluyendo a todos los cubanos que no compartan la ideología oficial y continúa la identificación de términos como: Patria y socialismo, Estado y gobierno, cubano y revolucionario, etc. La modificación a la Constitución que declaró irreversible el socialismo en Cuba, tal vez es la más directa de las respuestas dadas por el gobierno cubano a esta o cualquier petición que contenga el reconocimiento de los cubanos a pensar y organizarse en movimientos, organizaciones o partidos que no sean los que ya existen. La reciente firma de los Pactos de Derechos Civiles, Políticos, Económicos, Sociales y Culturales, han sido, cuando no ignorados, silenciados conscientemente por el gobierno cubano.
En resumen, la situación en el país es cada día más precaria y no se vislumbran ni tan siquiera los cambios de actitud que facilitarían más adelante, con el esfuerzo de todos, los cambios necesarios que Cuba y, los cubanos todos necesitamos y merecemos. Por esto y porque me siento hijo de la Iglesia y de Cuba me preocupa hoy la actitud de silencio público que mantiene la jerarquía de la Santa Iglesia Católica respecto a la situación que vive nuestro pueblo, que salvo unas pinceladas, es en esencia, la misma que describieron hace 15 años nuestros obispos. Las preguntas que muchos se hacían en el ya lejano 1993 continúan hoy sin respuestas que satisfagan los justos anhelos de progreso, reconciliación y paz que el pueblo cubano desea y merece.
Tengo fe infinita en que, en su momento, el Espíritu del Señor inspire nuevamente a los pastores que guían su rebaño en Cuba a ser voz de los que no la tienen y se aferran al amor y a la misericordia de Cristo porque ¨El Amor Todo lo Espera¨.