Religión y Socieda – La Iglesia católica y la fe cristiana en Cuba

La Iglesia, en su misión y trabajo a través de los siglos, evidencia una huella que muestra su fortaleza y capacidad en los diferentes escenarios; religiosos, políticos, sociales o culturales. Su protagonismo en estos escenarios evidencia la importancia de la participación y el compromiso de todos los creyentes y no solo de sus pastores a nombre de ella. Hoy es uno de esos capítulos difíciles para su misión en Cuba y sobre el presente y futuro recaerá la omisión que hagamos de nuestra participación, más allá de los aciertos y desaciertos de la jerarquía en su servicio a la misma.
Por Néstor Pérez
Basílica 'El Cobre' en Santiago de Cuba.

Basílica ‘El Cobre’ en Santiago de Cuba
Un poco de historia buscando responsabilidad y consecuencias
La evangelización en nuestra Isla tuvo sus inicios a partir de la colonización española con los Reyes Católicos Isabel y Fernando al frente de la Corona. Desde sus inicios, hasta que logramos nuestra independencia de España como Nación, perduró esa pesada herencia del “Patronato Regio” que fue el poder de los Reyes para intervenir en las decisiones eclesiásticas, si estas en algún modo afectaban los intereses de España sobre la Isla, a cambio la Iglesia Católica sería la única Iglesia y religión permitida.
Las funestas consecuencias de este compromiso fueron; desde estar relacionados con los desmanes y abusos a los indios, hasta el desprecio por la causa independentista por parte de la jerarquía de entonces. Pero lo sorprendente a la vez son los aportes y capacidad de servicio de la Iglesia cuando su propuesta, el Evangelio, remonta los límites y ataduras que crea el hombre, siendo esta libremente asumida y vivida. Así lo demostró el camino del Padre Las Casas, Varela, Luz y Caballero, Olallo y tantos otros.
En 1902, al inicio de la etapa republicana, se abrían puertas a la libertad religiosa, con garantías legales, declarando también en la constitución el estado laico, a la vez que fructificaron en Cuba otras Iglesias cristianas venidas de Estados Unidos y que están presentes hasta nuestros días.
El triunfo revolucionario en 1959 abrió otra etapa erigiéndose un gobierno ateo materialista que mucho ha hecho sufrir a los cristianos de todas las Iglesias hasta nuestros días, con cambios en las estrategias, pero que aún ata y paraliza muchos campos de acción de la fe, tanto en la Iglesia católica como en el resto de las Iglesias cristianas.
En esta última etapa, en la cual aún estamos inmersos, desde sus comienzos hasta los noventa, se vivió una represión abierta por parte del gobierno, posteriormente ha sido visible un acercamiento con algunas concesiones y cierta flexibilización y tolerancia por parte del gobierno, muy visible en los medios y la opinión pública, no obstante, hacia el interior de las comunidades, la realidad es otra, las estructuras gubernamentales siguen desarrollando acciones que frenan el progreso de la evangelización.
En resumen, en cuanto al impacto y desarrollo de la Iglesia a través de los tiempos, sus altibajos, aciertos y desaciertos, me gustaría señalar que en todos sus tiempos es visible y deja una huella indeleble su protagonismo, negativo o positivo.
Protagonismos, en mi opinión, de quienes, pastores y fieles, apuestan por buscar su impacto principal a través de las estructuras de poder, recibiendo privilegios y oportunidades y compensando con marginalidad y exclusión a quienes trabajan y proponen un camino auténtico y diferente. Este grupo, al que puede pertenecer una parte de nosotros, lo veo como la tentación de reducir nuestro quehacer al culto sin salir de nuestros templos. Son las tres chozas de Pedro (Lc 9; 28- 36) que identifican la revelación divina como el fin y no como el medio y la gracia para construir el Reino de Dios. Para ellos todo se realiza en el templo y no hay que bajar a Jerusalén a recibir los escupitajos y la flagelación de un acto de repudio, la lapidación difamatoria, el encarcelamiento o ser violetamente golpeado y morir a causa de ello. Para Dios nada es más importante que el hombre y el hombre sufriente. Usar el nombre de Dios sin vivir la horizontalidad con el sufriente nos hace infieles a su mandato del amor.
El segundo grupo que la historia identifica y que forma parte de un mismo protagonismo lo conforman también fieles y pastores. Este grupo parte del mismo pueblo, nación e Iglesia, integra los intereses de los otros y los hace suyos, solo que como medio y fruto del compromiso con el sufriente y marginado. Desde esta perspectiva evangélica la verdadera adoración a Dios es “en espíritu y en verdad”, superando al estilo de Jesús el diferendo con los disidentes y marginados de hoy, como él lo hizo con la samaritana que era enemiga del pueblo judío y a pleno mediodía se le acercó y brindó agua viva (Jn; 4; 1-45). En esta directriz evangélica mantenemos nuestra pertenencia a la Iglesia aunque seamos mal interpretados, difamados o excluidos de la oportunidad de trabajar desde las estructuras eclesiales, lo importante es no renunciar a nuestra misión como lo hizo Jesús que aunque fue corrido del templo por actualizar y anunciar su misión mediante la profecía de Isaías (Lc 4 ;14-30 ) no renuncia a su misión ni pierde la comunión con su pueblo y religión judía. Así lo demuestra también en la cura del leproso al decirle que ofrezca su sanación en el templo y ante el sacerdote (Mt: 8; 1-4), a la vez mantiene la horizontalidad y el compromiso, cura en sábado y anuncia un nuevo camino.
Desde esta perspectiva, el lugar teológico, es decir, de Dios está en acompañar y reconstruir el ser dañado por la pobreza, enfermedad, violencia o prisión (Mt; 25: 31-46), aquí radica el primer paso fundamental si como cristianos e Iglesia, nos hacemos garantes en el servicio y la convivencia de la dignidad del ser humano dañado, lo que no significa que coincidimos con la ideología que les mueve a la resistencia o sus propuestas específicas si es un partido, periodistas, campesinos o artistas, o que queremos cambiarles. Significa que les queremos contaminar en valores y métodos que pueden facilitar aún en las peores circunstancias una oportunidad de realización personal y social, de presente y hacia la eternidad. Esta fue la experiencia de Jesús. La novedad se vive en arriesgar nuestros planes temporales frente al poder, confiar en esa horizontalidad de la fe y propiciar en el marginado desde este compromiso la apertura, transparencia y el espíritu de reconciliación sin el cual es imposible un presente y futuro mejor.
Pienso que hacernos una valoración histórica actualizada es el primer paso para pasar a ser un sujeto activo y no piezas de engranajes vacíos de espiritualidad y compromiso. La religiosidad de un pueblo es de vital importancia para la Nación, así lo reconoció Varela al decir “No hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad”. Es también un deber cívico y religioso opinar y exponer criterios que interactúen y enriquezcan la sociedad. Enclaustrar los debates a las paredes de los templos y los especialistas teológicos autorizados bajo un falso concepto de obediencia y unidad, no hace más que distanciar y anquilosar la institución en dogmatismos y tradicionalismos. “Abramos las puertas a Cristo, no tengáis miedo” esa fue la invitación del Papa en su visita a Cuba.
¿Qué podemos hacer?
“Opinar y evaluar es fácil”, dirán algunos, lo difícil es proponer y más aún practicar. Pienso que siempre es posible hacer algo, nadie debe decir que no tiene nada que dar, es falso. Las enseñanzas de Jesús deben ser el centro e inspiración de toda acción pastoral y a ella me referiré más adelante, pero en ellas también encontramos un profundo civismo que puede ser una ayuda crucial en la consecución de nuestros objetivos.
El protagonismo de Jesús a partir de su vida pública partió precisamente de la creación de una comunidad y es a través de ella que se revela el verdadero rostro de Dios en libertad, con hechos y pasos concretos hacia el cambio superando las leyes y tradiciones. Este dinamismo propio de la comunidad de sus discípulos no le fue dado por circulares o decretos, ni siquiera el estricto cumplimiento de la ley judía, sino que dimanó de su compromiso de ser testigo en la frescura y el amor de Dios con sus hermanos, pero especialmente con el necesitado y los marginados que fueron la mayor fuente de revelación divina. La pretendida “unidad de la Iglesia” por la que se acallan voces y se ha justificado la exclusión no fue una preocupación para Jesús en su comunidad, convivió con un cobarde que le negó y que la tradición le reconoce como el primer Papa, también un rebelde que le traicionó, que pudiera ser el tradicionalista estático, el disidente inconforme y rebelde o el agente de la Seguridad del Estado de hoy, pero todos los obstáculos y realidades fueron asumidos por Él como parte de su misión.
La comunidad con sujetos activos y responsables puede ofrecer el espacio de inclusión, respeto y promoción para nuestra identidad personal y social para llegar a ser sujetos activos y no objetos masificados y amorfos. La comunidad no es un grupo inerte y estático conformes en charlas y cumplimiento de normas morales y dogmáticas, ese es el típico fariseísmo que Jesús molestaba con su mensaje y que siendo judío no afectó su misión salvífica y humanizadora.
Cada cubano que está dispuesto a emprender un proyecto en lo pastoral o no, debe evaluar y buscar en mi opinión esa dinámica humanizadora, transparente e incluyente que vivió Jesús y le permitió especialmente practicar el amor. Y las demás cosas que no posibilitan esta experiencia no vienen de Él.
12 de mayo de 2011
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