Martes de Dimas
La prensa oficial y altos funcionarios cubanos se esfuerzan por situar en el pueblo la “responsabilidad” del rebrote de la Covid-19.
Por su etimología el término responsabilidad, que designa la calidad de la persona responsable, se forma a partir del vocablo responsum, proveniente del verbo latino respondere, que significa dar correspondencia a lo prometido. El término denota una cualidad y un valor de la persona capaz de comprometerse con algo o alguien y actuar en consecuencia. Por tanto, la responsabilidad implica la capacidad de la persona para decidir con independencia y voluntad propias, para lo cual hay que ser libre.
En los países con regímenes democráticos, el pueblo -que es el soberano- delega el poder en un Gobierno electo libremente; mientras sus derechos quedan refrendados en una Constitución redactada también por delegados elegidos libremente. En los regímenes totalitarios, donde el pueblo no ejerce la soberanía, la persona carente total o parcialmente de libertades y derechos se convierte en una pieza de la maquinaria del Estado. Por esa diferencia en las democracias hay ciudadanos y en el totalitarismo súbditos.
Por su etimología y por el papel del ciudadano en las democracias, se deduce la existencia de una relación indisoluble entre responsabilidad, libertad y participación. No se puede ser responsable si se carece de los derechos y libertades para participar. Ni las autoridades tienen potestad para exigir responsabilidad por carecer de la legitimidad que otorga el pueblo en elecciones libres y democráticas. Desde esa tesis paso a responder cinco de los múltiples planteamientos publicados en la prensa oficial cubana al respecto:
– Dos periodistas de Granma preguntaron: “¿Dónde estaba la gente del barrio que no advirtieron un posible foco de contagio? ¿Por qué no se denunció el hecho ante el Ministerio del Interior? Sencillo: Sucede que todos vemos el virus de lejos, pero pocos advierten el peligro real de tan contagiosa enfermedad… De la responsabilidad cívica individual depende el bienestar colectivo“. (Granma, 2 de agosto de 2020, p.4)
¿Dónde estaba la gente?, pues estaba ahí, los que no estaban y no podían estar, porque no existen, eran los ciudadanos.
– El primer ministro, Manuel Marrero Cruz “consideró que los eventos que han ocurrido en las provincias de La Habana y Artemisa, han sido ocasionados por el actuar irresponsable de unos pocos que han violado el cumplimiento de lo establecido para el actual momento en que nos encontramos” (Granma,7 de agosto de 2020, p.4)
No puede haber actuación irresponsable, porque para ello primero hay que comprometerse, no levantando la mano en una asamblea, sino asumiendo un compromiso libremente asumido, lo cual implica libertades y derechos. Por tanto no hay tal violación.
– El presidente Miguel Díaz-Canel, dijo: “Puede diseñarse la mejor de las plataformas de enfrentamiento, pero como esto sólo se hace realidad es con la participación del pueblo, si casi su totalidad no actúa de manera disciplinada, todo ese trabajo se echa por tierra” (Granma, 8 de agosto de 2020, p.4)
Verdad absoluta, la participación del pueblo es imprescindible, pero el sistema que él representa impide dicha participación; por tanto, lleva razón cuando dice que el trabajo se echa por tierra.
– “Para controlar ese problema -aseguró Miguel Díaz-Canel- tiene que haber una gestión de gobierno y una gestión ciudadana, una participación de la población...” (.Granma, 1 de septiembre de 2020, p.5)
De nuevo el Presidente lleva razón. Lo doloroso consiste en que la gestión ciudadana no existe porque no hay ciudadanos, sin los cuales no habrá control.
– “Por el actuar de unos pocos. La Habana retornó a la fase de transmisión autóctona limitada, que implica el cierre de casi todas las actividades productivas y de servicio, el alargamiento en el tiempo de la epidemia y también de la recuperación económica del país, así como el posible atraso del reinicio del curso escolar, planificado para septiembre”. (Granma, 11 de agosto de 2020, p.4)
Es decir, el retorno, el cierre de las actividades, el alargamiento de la epidemia, la recuperación económica y el atraso en el reinicio del curso escolar, es responsabilidad de un grupo de cubanos. Razón llevaba un amigo mío que hace unos años me dijo: el Gobierno todo lo hace bien, pero todo está mal. Los culpables son Estados Unidos, los fenómenos atmosféricos o el pueblo.
Ciertamente, el 16 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró la alerta epidemiológica. En Cuba, por su condición de Isla, se imponía el cierre inmediato de las fronteras. Cuando la pandemia estaba extendida a 114 países y había provocado más de 4 mil muertos, las autoridades cubanas, no el pueblo, seguían ofreciendo seguridad al turismo.
El 15 de marzo, cuatro días después que la Copvid-19 irrumpiera en Cuba, la directora de Calidad del Ministerio de Turismo, aseguró que el país seguía siendo un destino seguro para los turistas. Y la subdirectora de Operaciones y Calidad de ese ministerio, reiteró que, los clientes que decidan venir a Cuba serán bien recibidos, pues el país está listo para detener y controlar ese flagelo al contar con un sistema de salud competente (Granma, 11 de agosto de 2020, p.4).
No fue hasta el 20 de marzo que se anunció la regulación de la entrada por las fronteras del país. Cuando tres de los turistas italianos arribados en esos días presentaron síntomas que resultaron positivos. Y esto no es responsabilidad del pueblo.
No se trata de negar la existencia de irresponsabilidad en algunos cubanos. De lo que se trata es, de un lado, definir al principal responsable; y de otro lado, demostrar que la responsabilidad del pueblo es un efecto, no la causa del rebrote de la pandemia. ¿Por qué?, porque faltan dos instituciones básicas de la modernidad para la participación responsable del pueblo: el ciudadano y la sociedad civil independiente. El primero, como sujeto de derechos y obligaciones refrendados en las leyes; la segunda, como entramado de asociaciones, espacios públicos, medios de expresión y otros recursos, autónomos respecto al Estado.
Esas dos instituciones, que existieron en Cuba hasta 1959, fueron eliminadas. La sociedad civil sustituida por un conjunto de organizaciones creadas o subordinadas al poder y el ciudadano desaparecido de la escena; mientras las libertades fueron circunscritas, constitucionalmente, a la defensa del sistema totalitario. Entonces, Papá Estado decidió ocuparse de todo y de todos, lo único que necesitaba era de un hombre “nuevo” formado al calor de las consignas y la obediencia para cumplir órdenes y librar batallas. La culpa no es, pues, de los soldados.
Las interminables y crecientes colas constituyen un medio idóneo para el contagio. Las mismas no se pueden eliminar sólo con multas y restricciones. La mejor prueba de ello es que en la primera semana de su aplicación sobrepasaron las 3 200 multas[1], sin que hayan disminución los contagios. Lo que se impone para eliminar las colas es aumentar la producción de bienes, algo imposible sin desatar las nudos del totalitarismo.
Como resultado, el modelo implantado, ajeno a la naturaleza humana no funcionó en Cuba, país de cultura occidental, con una rica historia de libertades y derechos refrendados en las constituciones republicanas.
Aquellos que asumen el papel de clase directora, aunque no hayan sido electos por el pueblo, asumen una alta responsabilidad, no sólo por la pandemia, sino por todas las deficiencias que han conducido al desabastecimiento y a la generalización de la corrupción. Es en ellos, y no en el pueblo, donde radica la irresponsabilidad.
La Habana, 6 de agosto de 2020
[1] “Transgresores nocturnos”. Trabajadores, 14 de septiembre de 2020, p.3
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).