¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia Católica? Breve análisis de la Justicia Social, el Salario Justo y el Hombre Nuevo

Foto tomada de Internet.

¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia? Cuando calificamos de “Social” a esta Doctrina, no se la debe identificar de modo alguno como un empeño de tendencia “Socialista” –una palabra que a muchos hasta les produce alergia– porque la Doctrina Social de la Iglesia está en el polo opuesto de lo que es el Socialismo.

El Socialismo maneja a la persona humana… al ciudadano… como un engranaje más del complicado mecanismo de la nación; un mecanismo que está a su vez en manos de un gobierno lo más centralizado posible para hacerlo que marche.

La Iglesia Católica, por el contrario, reconoce a la persona humana en libertad… como una entidad única que no se diluye en el tejido social, sino que contribuye a él CON SUS MÉRITOS Y SUS ESFUERZOS. Una persona INDEPENDIENTE pero INTEGRADA a su ambiente con un propósito personal de colaboración, solidaridad y respeto mutuo.

Por tanto, la Iglesia Católica entendió que el mundo moderno necesitaba enfocar las doctrinas de Cristo al ámbito social, al económico y al político… preguntándose qué haría Cristo ante los problemas modernos que surgen de esos ámbitos en la vida civilizada y cómo predicaría Él su solución.

Enfrentado a la Revolución Industrial y a los problemas, abusos y consecuentes revoluciones que suscitó, el Papa León XIII se empeñó en elaborar esta tarea y, con ese propósito, redactó la famosa Encíclica Rerum novarum, a la que también se le conoce como “La Carta Magna del Trabajo”, la cual inicia un largo proceso que abarca no sólo una extensa lista de Encíclicas que se suceden a lo largo del Siglo XX hasta nuestro Siglo, sino que incluye estudios sociológicos, económicos y teológicos, Cartas, Mensajes, Documentos del Vaticano II, etc., etc.

Por tanto, el estudio a fondo de la Doctrina Social de la Iglesia exige una enorme dedicación y tiempo para analizar todo ese material. Esto está más allá de las posibilidades de la mayoría de las personas y, por eso, Juan Pablo II encomendó a una Comisión que recogiera todo ese material y lo condensara en un solo libro codificado y de fácil lectura. Al cabo de algún tiempo, fue publicada una magna obra que compila todos los aspectos de esa Doctrina Social en un solo tomo.

Siempre me gusta hacer hincapié –y aprovecho para reiterarlo aquí– en que todo católico debe tener en su casa y muy a mano cuatro libros esenciales de consulta y estudio: 1) la Biblia; 2) el Catecismo 3) una Historia de la Iglesia, y 4) ESTE LIBRO:

EL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA.

En sus páginas podemos encontrar todos los elementos fundamentales de la Doctrina Social al alcance de la mano.

Esta Doctrina hace mucho énfasis en los derechos humanos, el bien común, el destino universal de los bienes, la justicia social… Hagamos aquí un alto para subrayar que el concepto de Justicia Social no tiene su origen en el Marxismo ni en ningún otro socialismo sino en el Magisterio de la Iglesia Católica desde tiempos inmemoriales, pero identificada por primera vez con esas dos palabras en la primera mitad del siglo XIX por el Jesuita Luigi Taparelli, que la concebía como la búsqueda de un equilibrio justo en la sociedad por un hombre nuevo que fuera producto de una íntima conversión en imitación de Cristo. Por tanto, el Socialismo copia y se adueña de estos términos de Justicia Social y de hombre nuevo, entre otros, para darles un significado distinto.

Bajo ese enfoque, el Magisterio de la Iglesia contempló una solución que rechazaba tanto los excesos [y subrayo LOS EXCESOS] del capitalismo en su afán de lograr utilidades a toda costa y de explotar a obreros y trabajadores, como también el opresivo control estatal que proponía el Socialismo, que es cada vez mayor a medida que ha derivado hacia el marxismo, el leninismo y el estalinismo, como ya lo hemos comprobado a través de la historia reciente. Se anticipó también Taparelli en la formación de asociaciones obreras o sindicatos y abogó por una participación de los empleados y trabajadores en las utilidades de las empresas, entre muchas otras ideas sumamente innovadoras para aquella época.

Estamos hablando entonces de un concepto de JUSTICIA SOCIAL que no corresponde al concepto de Estado de Bienestar o WELFARE. Más que enfocarse en el WELFARE se enfoca en la capacitación, en el trabajo y en el salario justo como parte de un acuerdo honesto entre el empleador y el empleado, entre el empresario y el obrero.

No hay tiempo ni espacio en este breve análisis para que nos adentremos en todos los principios relacionados con la Doctrina Social en general… ni siquiera en lo tocante a los muchos aspectos y sutilezas de la JUSTICIA SOCIAL en particular. Por lo tanto, me limitaré a enfocar uno de sus aspectos más controversiales: EL SALARIO.

Como todos sabemos, la Iglesia entiende que la familia es el núcleo básico de la sociedad y, por tanto, la Doctrina Social hace hincapié en lo que denomina “salario familiar” como un elemento importante que se ha de apreciar y salvaguardar, es decir, “un salario suficiente que permita mantener y vivir dignamente a una familia.” [Compendio, acápite 250. Tomado de palabras textuales de Quadragesimo anno, Gaudium et spes y Laborem exercens.]

Aquí entra en escena el hombre nuevo católico, seguidor de Cristo, cuando encontramos en el acápite 264 del Compendio, y cito:

«Ningún cristiano, por el hecho de pertenecer a una comunidad solidaria y fraterna, debe sentirse con derecho a no trabajar y vivir a expensas de los demás (cf. 2 Ts 3,6-12). Al contrario, el apóstol Pablo exhorta a todos a ambicionar «vivir en tranquilidad» con el trabajo de las propias manos, para que «no necesitéis de nadie» (1 Ts 4,11-12), y a practicar una solidaridad, incluso material, que comparta los frutos del trabajo con quien «se halle en necesidad» (Ef 4,28). Santiago defiende los derechos conculcados de los trabajadores: «Mirad; el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor» (St 5,4). Los creyentes deben vivir el trabajo al estilo de Cristo, convirtiéndolo en ocasión para dar un testimonio cristiano «ante los de fuera» (1 Ts 4,12).»

Y un poco más adelante, en el acápite 265 dice, y cito:

«El cristiano está obligado a trabajar no sólo para ganarse el pan, sino también para atender al prójimo más pobre…»

El problema es que vivimos en una sociedad muy imperfecta y bastante corrupta, incluso en las democracias capitalistas… ¡ah! pero mucho más en los sistemas socialistas, sobre todo los que alardean de Marxistas o, peor aún, cuando derivan al leninismo o al fascismo. ¡No nos engañemos con sus cantos de sirena ni con sus promesas! Veamos sus resultados a través de la historia. Por eso es tan necesaria la formación del HOMBRE NUEVO, una persona comprometida en sociedad con una doctrina de solidaridad, compasión y, sobre todo, movido por el AMOR AL PRÓJIMO.

Y esta formación tiene que comenzar desde niño en el seno de una familia unida.

Uno de los temas más controversiales cuando hablamos de JUSTICIA SOCIAL es “el Salario Mínimo”. Los economistas sabemos muy bien que esta política de control gubernamental provoca graves distorsiones en la fluidez necesaria del mercado del trabajo, pero otros muchos se aferran a pronunciamientos de la DOCTRINA SOCIAL, como los que les acabo de leer, para exigir que se aplique la “solución” del Salario Mínimo en TODAS las situaciones… ¡TODAS! y estrictamente como una obligación de solidaridad con las personas y familias más necesitadas.

Hay algunas situaciones en las que el Salario Mínimo está justificado, sobre todo cuando la política de un país causa distorsiones que permiten el abuso, pero en la mayoría de los casos NO lo está. En la mayoría de los casos causa más perjuicios que beneficios a la sociedad.

En Economía hay teorías que postulan la ineficacia del salario mínimo cuando es fijado por arriba del salario de equilibrio de mercado. El salario de equilibrio responde a los fundamentos de la oferta y la demanda; es decir, se encuentra en la intersección de las curvas de la oferta y la demanda de trabajo. Los empleados se contratan hasta el punto en que el costo adicional de contratar a un empleado es igual al límite de los ingresos de ventas o por servicios adicionales que los empleadores puedan obtener.

Esto es muy sencillo de entender. Si el Salario Mínimo estuviera por debajo del equilibrio de mercado que dicta la relación entre la oferta y la demanda, entonces se produciría una escasez de obreros o empleados dispuestos a trabajar por ese bajo salario y los empleadores se verían obligados a ofrecer un salario mayor equiparable al salario de equilibrio para obtener la mano de obra necesaria.

Lamentablemente, lo que sucede con las políticas electoralistas y populistas, tan en boga, es el establecimiento de un salario mínimo o el aumento del que ya existía, por encima del salario de equilibrio de mercado que responde a la situación económica imperante, con el falso pretexto de resolver las necesidades mínimas de la población menos favorecida, pero con el propósito de ganar más popularidad y votos.

El fenómeno que sucede entonces es que las pequeñas y medianas empresas tienen que reducir el número de empleados o aumentar los precios de sus productos y servicios –si la competencia se lo permite– o acaban siendo aplastadas por las grandes empresas y conglomerados que por su volumen de operaciones tienen costos menores y pueden pagar el mayor salario sin aumentar los precios ni reducir el número de empleados. El problema es que en esta situación las grandes empresas no aportan suficiente número de nuevos empleos porque, en su conjunto, tienen un número mucho menor de empleados que la suma de los que trabajan para los millares de pequeñas y medianas empresas existentes.

Eso quiere decir que si el gobierno aplicara una política económica que favorezca sobre todo a los empresarios de pequeñas y medianas empresas, estas se multiplicarían y generarían multitud de nuevos empleos, dando lugar a una situación que los economistas denominamos “pleno empleo”. Es decir, cuando las cifras oficiales de desempleo son inferiores al 4%. Cuando se llega a esta situación de “pleno empleo” podemos observar que los empresarios tienen dificultad de encontrar obreros o empleados que acepten trabajar con salarios bajos y, a fin de poder mantener sus operaciones, esos empresarios se ven obligados a ofrecer mejores salarios.

En resumen, la política económica correcta no consiste en establecer un “salario mínimo” ni, mucho menos, aumentar el que ya exista, sino más bien tomar medidas que faciliten la formación y el adiestramiento de obreros y profesionales, al tiempo que favorezcan con bajos impuestos y mayores facilidades de crédito a las pequeñas y medianas empresas. A medida que baje el desempleo mediante estas medidas será mucho mayor la demanda de obreros y empleados y los salarios podrán alcanzar un equilibrio salarial “que permita mantener y vivir dignamente a una familia”, como lo señala la Doctrina Social de la Iglesia.

Al mismo tiempo, al proliferar las pequeñas y medianas empresas y al tener mayor éxito las que ya estaban establecidas, aún con impuestos más bajos, la suma de este auge económico redundará a largo plazo en un mayor ingreso fiscal que permita aumentar y mejorar los programas de asistencia social a los más necesitados o a los que están impedidos de trabajar.

Cuando nos referimos a la asistencia social, NO estamos apuntando hacia el WELFARE o ese “Estado de bienestar” que ha proliferado en Estados Unidos y otras naciones desarrolladas, el cual crea una cultura de DEPENDENCIA. Nos referimos a una política sólida y ponderada de “enseñar a pescar” en lugar de regalar el pescado. Una política caritativa con los que no tengan capacidad física o mental, y una política de orientación y gestión que resuelva el problema a los que no encuentran trabajo, porque no saben dónde buscarlo o porque no tienen la capacitación y el adiestramiento necesarios para calificar en los puestos de trabajo disponibles.

En otras palabras, se trata de impulsar una CULTURA DEL TRABAJO en lugar de la desastrosa CULTURA DE DEPENDENCIA que está ahogando a nuestra sociedad. Se trata de fomentar una mayor creación de empleos en lugar del establecimiento de un “salario mínimo”.

En resumen, darle forma empírica al concepto de enseñar a pescar en lugar de regalar el pescado. “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día; enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. Así reza el proverbio chino que encierra toda una definición sobre cómo afrontar la existencia en forma colectiva, mediante el progreso humano y no su estancamiento en un sistema de dependencia.

Para concluir, esta política es uno de los aspectos sobresalientes de lo que llamamos ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO.

 

 


  • Gerardo Martínez-Solanas (La Habana, 1940).
  • Es economista graduado en The City University of New York (CUNY) en 1984. Su Tesis: Crecimiento Desequilibrado y Deuda Externa.
  • Licenciado Cum Laudae en Ciencias Políticas en el College of Liberal Arts and Science: City College of New York (CCNY) -1981.
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