Por Glissett Valdés Herrera.
Es constantemente retomado por todos el tema relacionado al valor máximo del ser humano, sin tener en cuenta que cada persona es única e irrepetible. Nunca se debe poner a la persona en función de algo, pues “el hombre es siempre fin y nunca medio”; por encima del ser humano no puede ponerse nada, ni la economía, ni la moda, ni la política, ni el Estado, ni la patria, ni un partido, ni ninguna institución o idea.
El ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios, sin esa relación quedamos sumergidas, quedamos en lo fácilmente reemplazable, sustituible y utilizable.
Hoy todavía hay muchos que creen que “la revolución cubana es el único proceso revolucionario en el mundo que no usa jamás la violencia” contra las personas, sean hombres o mujeres, contra prisioneros o arrestados. Todavía existen quienes no creen que se han hecho detenciones de personas, privándolas de su libertad, por parte de autoridades policiales o militares, ya sea por horas, o días, y al final resulta que no tienen pruebas de sus alegatos en ese momento. Simplemente errores y equivocaciones, que pretenden subsanar adjuntándoles las disculpas.
A lo largo de estos años, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos se ha figurado el reconocimiento del derecho del pueblo a la “autodeterminación”, la “igualdad” de los derechos del hombre y la mujer, la lucha contra la discriminación por motivos de raza, nacionalidad, creencia, respecto al derecho al trabajo, a la instrucción, a la asistencia social y otros derechos económicos y sociales del hombre.
Es evidente que se están suprimiendo los derechos y las libertades democráticas de las personas, habiéndose aprobado toda una serie de resoluciones, abogando por el desarrollo al respeto a los derechos humanos del hombre y a las libertades fundamentales, en el fortalecimiento de la paz internacional, humanidad y la amistad. Ello nos lleva a preguntarnos, ¿cuál es la situación de los derechos humanos en el proceso actual y desde el punto de vista penal?
Sabemos que necesitamos de mucho valor en relación con la honestidad, pero desde un principio, también con la humildad. En Cuba se han querido fijar propósitos y objetivos básicos en el proceso de “reorganización nacional” y no han podido dar efectividad entre sus proyectos y propuestas de leyes al cumplimiento del valor del ser humano que hoy es discriminado, reprimido, excluido, y por ende violado, haciéndolo práctico, extensivo y pleno en el orden jurídico y social.
Puedo sintetizar que, donde el estado ejerza un predominio sobre el pueblo, no se puede hablar de democracia, “los cubanos no ejercemos predominio en el gobierno político del Estado”, no hay igualdad, no se respeta la dignidad, los gobernantes no actúan con responsabilidad, ni justicia.
Es una verdadera forma de tortura del gobierno cuando este no tiene en cuenta la dignidad del ser humano, pero con el empeño y afán de todos los cubanos, podemos lograrlo. Lamentablemente representa para “los de arriba” una amenaza; en definitiva no comprenden, que esta postura es una manifestación de incapacidad para mantener el orden público y la seguridad del Estado, por los medios autorizados, por las leyes, lo que provoca que se haga más visible ante cada cubano una actitud de rebeldía, desprotegiendo totalmente la Declaración Universal de los Derechos Humanos, siendo abolida la aplicación de las disposiciones legales establecidas en defensa de la libertad individual, de la integridad física, de la dignidad y de la vida misma del hombre.
Muchas son las formas de violentar dichas disposiciones. Puedo mencionar, por ejemplo, el registro domiciliario. Todos los cubanos sabemos que el domicilio es inviolable, y sin previa presentación e identificación ante el morador, se cometen estos actos, con penetraciones violentas e intimidaciones a personas en su propio domicilio, sin importar lo establecido en el artículo 56 de la Constitución de la República de Cuba, olvidando el respeto hacia la dignidad del ser humano.
Ante una dictadura o fuerza dominante predominante, vivimos vigilados, en un régimen político que ejerce fuerte intervención en todos los órdenes de la vida nacional, concentrando la totalidad de los poderes estatales en manos de un partido que no reconoce “otros partidos” Mientras no nos unamos pacíficamente, vamos a vivir y convivir siempre a su disposición, donde se viola y roba la libertad de cada hombre.
Y ahora me pregunto: ¿Qué necesitamos?
Los bajos salarios, hambre, desnutrición, sobre-explotación, problemas de viviendas, de todo ello es víctima un gran número de la población.
Sería interminable la lista de ejemplos, donde se evidencian las violaciones de los derechos humanos de forma sistemática. En tales condiciones no es posible hablar de justicia, cuando los encargados de realizarla son militares, bajo las órdenes directas del gobernante. Los excesos y arbitrariedades cometidos por las autoridades han permanecido impunes en un sinnúmero de ocasiones. En el transcurso de estos años han continuado conociéndose números de casos de algunas violaciones de derechos personales, sin tenerse en cuenta la voluntad y los derechos a la vida popular.
Los derechos humanos son utilizados con fines políticos, no predomina la cuestión fundamental del respeto a los mismos, por lo que no podemos aceptar y conformarnos con todo aquello en lo que sabemos que nos mienten, cuando nos dicen que “nuestro sistema económico, político, social y judicial es coherente, democrático, estrechamente relacionado con el pueblo, las masas, capaz de servir a la justicia y a la elevación de la dignidad del hombre”.
Con sencillez y humildad cada uno debe buscar la unión de nuestra voluntad que es, la de libertad, y garantizar la protección y el ejercicio de la misma.
Durante estos años los que luchan por esta causa de una manera o de otra, hemos sido calumniados, por nuestras ideas o formas de pensar, hemos sido víctimas de violencia y daños físicos, morales y espirituales, del abuso de poder por parte de las autoridades, y hoy continúan esas históricas luchas que antecedieron a la actual Revolución.
No podemos olvidar seguir el camino de la verdad que Cristo nos enseñó. Lo más triste resulta que aquellos que han tratado de mancillar nuestra dignidad, libertad y fe, saben que sus promesas y planteamientos son puras mentiras. Debemos saber que dominar es cuidar, ser responsable de…, no quiere decir ejercer un poder arbitrariamente.
Glissett Valdés Herrera.
(La Habana, 1972)
Lic. en Educación Primaria. Catequista.
eside en Pinar del Río